3 consejos para liberarte de las creencias limitantes

Las creencias limitantes no quedan reducidas al ámbito del pensamiento, sino que condicionan nuestras actuaciones. Conoce tres consejos para superarlas.
3 consejos para liberarte de las creencias limitantes
Maria Fatima Seppi Vinuales

Escrito y verificado por la psicóloga Maria Fatima Seppi Vinuales.

Última actualización: 06 julio, 2023

«Si lo crees, lo creas». Más allá de algunos matices que pueden hacerse a esta afirmación, la frase sintetiza el poder que tienen los pensamientos sobre nuestras actuaciones. Y es que muchas veces las creencias limitantes y aquello que rumiamos en la mente de manera constante, acaban por convertirse en una profecía autocumplida.

Por ejemplo, si una persona piensa que es incapaz de hablar en público para explicar un proyecto, da lugar a un círculo vicioso de pensamiento en el que se imagina fracasando, equivocándose y siendo el hazmerreír de la audiencia. De modo que si lo intenta, el estrés terminará por traicionarla. Y si no lo intenta, reafirmará su creencia limitante de ser incapaz.

Las creencias limitantes atrapan y aprisionan, afectando el potencial y el desempeño. ¿Qué podemos hacer para librarnos de ellas? Veamos.

¿Qué son las creencias limitantes?

El abordaje de las creencias limitantes es un foco de interés para la psicología cognitiva. Este enfoque teórico considera que la conducta se relaciona de manera directa con el modo en que se estructura el mundo.

Uno de los referentes destacados de este postulado es Aaron Beck, experto en cuadros depresivos. Muchas de estas creencias o errores en el pensamiento están en la base de diferentes trastornos.

Precisando un poco más de qué se tratan las creencias limitantes, diríamos que son aquellas que impiden, obstaculizan, dificultan o bloquean a una persona en su desarrollo. Pueden estar referidas a sí misma (en términos de sus capacidades o posibilidades, «no soy capaz de hacer esto»), o en torno a lo que se merece («no merezco ser feliz»).

Muchas de estas creencias están basadas en sesgos cognitivos, es decir, en una distorsión al momento de seleccionar e interpretar la información. Existen distintos tipos de sesgos y ellos pueden replicar y fortalecer aún más las creencias limitantes.

El peligro es que se consolidan y refuerzan con el tiempo.

Diversas corrientes teóricas enfatizan la importancia de las experiencias tempranas en la formación de creencias limitantes, respecto al autoconcepto y la autoestima de una persona. De allí que, si toda la vida fuimos socializados para volvernos más y más «pequeños», esto habrá minado nuestras posibilidades de percibirnos como capaces de afrontar desafíos.

3 consejos para liberarse de las creencias limitantes

Las creencias limitantes tienen el poder de señalarnos aquello de lo que no seríamos capaces. Es decir, su mayor mal es que nos muestran ambos escenarios: aquel en el que quisiéramos estar y lo que quisiéramos hacer, pero de manera simultánea, aquello que no vamos a hacer ni lograr.

De allí que provoquen malestar, frustración y angustia. A continuación, algunos consejos para desafiar y liberarte las creencias limitantes.

1. Identificarlas y cuestionarlas

Muchas de las creencias limitantes están tan naturalizadas, que parece que están allí desde siempre. Se reproducen como en inercia, sin siquiera invitarnos a pensar de dónde vienen o a qué se deben. De modo que un primer paso implica identificarlas para cuestionarlas.

Veremos que muchas de ellas se hacen presentes y se repiten sin cesar, de manera categórica y taxativa.

Debemos dar un paso más allá y preguntarnos por qué repetimos tal o cual cosa. En ocasiones, las respuestas tendrán que ver con alguna experiencia puntual que se ha expandido hacia otras situaciones; mientras que en otros casos, quizás nos encontremos con que tal idea nos viene de algo que nos dijo una persona alguna vez. A veces, las creencias limitantes vienen de expectativas demasiado altas al compararnos con los demás.

Al cuestionarlas, también es bueno ponerlas a prueba, relativizarlas. Por ejemplo, ¿realmente una persona es inútil porque se pone nerviosa al hablar en público? Seguro que no. Esa persona puede contar con muchas otras fortalezas.

De modo que algunas preguntas pertinentes a hacerse son las siguientes:

  • ¿Me perjudica pensar así?
  • ¿En qué me beneficia pensar de esta manera?
  • ¿Qué cosas podrían cambiar al modificar mi forma de pensar?
  • ¿Cuáles son las ventajas y desventajas de continuar sosteniendo esta creencia?

2. Pensar en propuestas alternativas de las creencias limitantes

De la mano del punto anterior, a la par que identificamos la creencia limitante y disfuncional, debemos pensar en cuáles serían nuevas y mejores creencias. Las creencias no son la totalidad de tu persona, de modo que no les des más lugar del que realmente ocupan.

Hacerse preguntas como las siguientes es de ayuda:

  • ¿Qué nueva creencia podría incorporar para dejar de sentirme de este modo?
  • ¿De qué manera alternativa y diferente me serviría pensar distinto?
  • ¿Qué pasaría si lo intentara?

3. Aceptarse y hablarse en positivo

Hay muchas creencias limitantes que nos bloquean en nuestros propósitos. Pero también es cierto que hay que aprender a conocerse y respetarnos como somos.

Es importante que empecemos a cambiar la forma en que nos hablamos y dirigimos a nosotros mismos. Si siempre nos decimos «qué inútil que soy, estas cosas te pasan porque no vales nada», terminaremos por creerlo. De modo que hay que ejercitar modos más amables y positivos.

Por último, cabe destacar que, más allá de estas prácticas y preguntas que podemos hacernos, los terapeutas cognitivos trabajan sobre los patrones disfuncionales de pensamiento. Con los profesionales, tenemos una guía para cambiar hacia otros patrones más funcionales y adaptativos. Para ello, existen algunas técnicas de reprogramación.

Ejemplos de creencias limitantes más comunes

Sin darnos cuenta, en nuestro día a día, muchos las repetimos como verdades incuestionables. Algunas de las creencias limitantes más frecuentes son las siguientes.

«Si no pude hacerlo aquella vez, tampoco podré hacerlo ahora»

Hay creencias limitantes que se originan en una experiencia previa y tienen tal impacto, que quedan grabadas a fuego. Un hecho aparece como determinante y condicionando nuestro futuro.

Sin embargo, siempre hay que pensar que no solo las circunstancias pueden cambiar, sino también nuestros recursos disponibles. De modo que quizás no hayas sido capaz de conducir un coche sin que se te pare en cada esquina a los 25 años, pero podrías ser capaz de hacerlo a los 35.

«Para mí es imposible»

Otra creencia limitante, similar a la anterior. Un objetivo se postula como algo irreal, utópico de lograr. De este modo, el intento por conseguirlo se frustra de inmediato.

«Es tarde para intentarlo»

Esta creencia se asienta en un prejuicio por la edad o el tiempo transcurrido. Por ejemplo, se cree que se es muy mayor para cambiar de trabajo o iniciarse en una nueva profesión. La pregunta a hacerse sería cuándo es lo suficientemente tarde o temprano.

«No seré capaz de»

Lejos de enfatizar en aquellas cosas que pueden ayudarnos en nuestro propósito, ponemos el ojo en las limitaciones. ¿Cómo sabremos si somos o no capaces sin ni siquiera intentarlo?

Las creencias limitantes nos impiden concretar deseos

Las creencias limitantes no quedan reducidas al ámbito del pensamiento, sino que aparecen condicionando actuaciones y el modo en que nos sentimos. Uno de sus mayores obstáculos es que nos impiden conectarnos con lo que queremos, nos dejan en el terreno de la frustración y nos bloquean para avanzar.

Trabajar sobre las creencias limitantes no quiere decir idealizar ni desconocer las reales limitaciones o condicionantes con los que nos encontramos. No tratamos de ser románticos respecto a la existencia.

Hacia lo que debemos tender es a identificar los recursos y las fortalezas, así como las debilidades y amenazas. De esta manera, podemos ensayar escenarios y movimientos más reales y a nuestro alcance.

Por último, tenemos que aprender a mirarnos y dejar de compararnos con los demás. Si siempre estamos tras la pisada de otros, nos estaremos midiendo con una vara que no es adecuada y que quizás resulte demasiado exigente.


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