Contrato psicológico: ¿en qué consiste?
Escrito y verificado por la psicóloga Maria Fatima Seppi Vinuales
¿Cuáles son los factores que inciden en el funcionamiento y la productividad de una empresa? ¿Qué es lo que hace que la gente sea feliz en su trabajo? Estas preguntas son objeto de estudio de numerosas disciplinas. El contrato psicológico es una de las herramientas que sirve para explicar las actitudes y el comportamiento de las personas en su ámbito laboral.
Pensarlo de manera lineal o unidireccional nos impide ver la complejidad, la riqueza de lo que se juega en las interacciones, el modo en que las expectativas se acoplan o desarman en cada intercambio. De allí la importancia de este instrumento para poder comprender mejor el día a día. Veamos de qué se trata.
¿En qué consiste el contrato psicológico?
El contrato psicológico es una percepción de ambas partes en la relación de empleo. Hay promesas y obligaciones recíprocas que son parte de esa relación.
En dicha definición, el componente de reciprocidad y mutualidad no puede pasar desapercibido. Se trata de todas aquellas expectativas entre un trabajador y su empleador respecto al intercambio en el marco laboral.
Es decir, al incorporarse a trabajar, más allá de lo pactado, el empleado supone que allí recibirá un trato justo y que podrá desempeñar sus actividades en buenas condiciones. Quizás, que con el tiempo llegará a tener mayores responsabilidades y oportunidades de crecimiento. Por su parte, la empresa también espera que ese trabajador se integre a su equipo, que se sienta a gusto con la cultura organizacional y que adhiera a sus valores.
Si bien el contrato psicológico suele estar implícito, es bueno compartirlo y darlo a conocer en etapas avanzadas de un proceso de selección, así como en la inducción. De esta manera, ambas partes pueden saber qué esperar y adecuar sus expectativas y comportamientos.
¿Cuál es su importancia?
La importancia de un contrato psicológico es que a través de él se busca lograr y sostener la implicación y el compromiso. Es mucho más que dar cobertura a los objetivos de producción y eficiencia, cumplir con unas horas de trabajo y recibir un salario a cambio. Se trata de las necesidades de autorrealización por parte del empleado y de fidelidad por parte de la empresa.
En este sentido, cuando un empleado se siente a gusto, esto influye en el clima laboral de una compañía. Entonces, apostar por el desarrollo y la consolidación de lo implícito es apostar también por el bienestar y la continuidad del negocio.
Las ventajas de un contrato psicológico están en el sentimiento de pertenencia del empleado hacia la organización, su motivación y orgullo por formar parte, lo que se traduce no solo en interés personal de crecimiento, sino en el deseo de que a la empresa le vaya bien. Esto también incide en una menor rotación en los puestos y mayor retención del talento.
Por último, no es menor el tema de la salud de los empleados. Cuando el ambiente de trabajo es ameno y positivo, más allá de las dificultades propias, las personas tienen una menor tendencia a enfermar o a sufrir accidentes laborales.
Sin dudas que el contenido del contrato psicológico y su cumplimiento afecta a nivel psicológico y emocional. Una empresa que se ocupa de sus empleados estará previniendo jubilaciones anticipadas, licencias y bajas por efectos nocivos en la salud.
Tipos de contrato psicológico
Si pensamos en los tipos de contrato psicológico, pensamos más bien en sus términos y condiciones. Es decir, aquello que no está escrito y se presupone. A grandes rasgos, se pueden clasificar en las siguientes variedades:
- Contrato relacional: el énfasis está en las relaciones de proximidad, en el sentimiento de pertenencia, en el desarrollo y crecimiento personal y profesional. Se busca la implicación mediante proyectos que permiten la autonomía y un mayor desenvolvimiento profesional.
- Contrato transaccional: aquí el énfasis está puesto en la compensación económica: empleados que dan más, recibirán más.
Un contrato psicológico es multidimensional. Se puede identificar dónde está puesto el énfasis, pero siempre debe ser abordado desde todo aquello que está en juego. En este sentido, Rentería Pérez propone niveles de actuación para la clasificación:
- Individual: confluyen las experiencias singulares de la persona y las expectativas laborales.
- Ocupacional: se relaciona con aquello que es especifico del rol laboral y sus responsabilidades.
- Divisional: señala el modo en que una organización se estructura, a través de áreas, subáreas o departamentos.
- Corporativo o integrativo: aporta la visión de totalidad del sistema.
Un contrato psicológico enfrenta el desafío del dinamismo
Los tiempos han cambiado, por lo que cambiaron también los intereses y las motivaciones de las personas al momento de elegir un trabajo. Antes se pensaba en empleos para toda la vida y no resultaba sorprendente que una persona nunca hubiese hecho un cambio laboral. Hoy importan los términos económicos, el bienestar y la posibilidad de crecer y desarrollarse.
La sostenibilidad de un contrato psicológico en el tiempo depende, más que nunca, de su capacidad de adaptarse. Una comunicación fluida entre las partes implicadas es necesaria, ya que siempre se podrán renegociar algunas condiciones, ajustar expectativas y aclarar malos entendidos.
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- Gracia, FG, et als. (2006): El estado del contrato psicológico y su relación con la salud psicológica de los empleados. Psicothema, 2006. Vol. 18, nº 2, pp. 256-262.
- Rentería Pérez, Erico, & Vesga Rodríguez, Juan Javier. (2019). Los niveles de actuación en las relaciones de trabajo y la formación de contratos psicológicos. Diversitas: Perspectivas en Psicología, 15(1), 131-144. https://doi.org/https://doi.org/10.15332/s1794-9998.2019.0015.10
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