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Disonancia cognitiva: en qué consiste y algunos ejemplos

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Los seres humanos vivimos en constante contradicción: sabemos que hay que comer saludable, sin embargo no siempre lo hacemos; conocemos los beneficios del deporte, pero no lo practicamos lo suficiente. ¿Por qué razón actuamos así?
Disonancia cognitiva: en qué consiste y algunos ejemplos
Montse Armero

Escrito y verificado por la psicóloga Montse Armero

Última actualización: 10 julio, 2023

El término disonancia cognitiva hace referencia al malestar psicológico que percibimos las personas cuando algo de lo que sentimos, pensamos o hacemos entra en contradicción con nuestras creencias. Fue acuñado por primera vez por el psicólogo social Leon Festinger en 1957, en su obra “Teoría de la disonancia cognitiva”.

Esa incomodidad puede surgir, por ejemplo, al recibir una información que cuestiona nuestros valores más profundos. Es lo que le podría ocurrir a una persona que viese cómo su jefe abusa reiteradamente de un empleado y que no hiciese nada para solucionarlo.

La disonancia cognitiva también puede manifestarse cuando actuamos y pensamos de forma incongruente. Un ejemplo sería saber que beber alcohol es perjudicial para la salud, pero aun así continuamos tomándolo.

Ante tales situaciones, las personas podemos sentirnos molestas al no ser coherentes. Para reducir esa disonancia cognitiva en la que entramos, lo que más frecuentemente hacemos es justificar lo que sucede—es habitual que los jefes abusen de su poder—, minimizar —una copa no me va a matar—, racionalizar o incluso negar las consecuencias.

¿Qué relación existe entre la disonancia cognitiva y la mentira?

Según Leon Festinger, las personas sentimos una gran necesidad de ser coherentes con nosotras mismas. Por ello, cuando no pensamos o actuamos de forma consecuente, un recurso que utilizamos para no sufrir es el autoengaño.

Mentirnos a nosotros mismos nos permite relegar al inconsciente aquello que nos es más difícil de gestionar. De este modo, la ficción que creamos en nuestra mente deja de molestar y es mucho más fácil de sobrellevar. Es el mecanismo que utilizan personas que realizan actos inmorales, como robar, sobornar o cometer algún delito.

O imaginemos a alguien que, por ejemplo, maltrata a su hijo. En un caso así, la incoherencia entre lo que hace —insulto a mi hijo— y lo que posiblemente siente —quiero profundamente a mi hijo— es tan grande, que la forma más adaptativa es el autoengaño. No hacerlo sería demasiado doloroso e insoportable.

El mismo Leon Festinger realizó una investigación junto a James Merill Carlsmith, otro psicólogo social, para estudiar el fenómeno del autoengaño. Ambos concluyeron que las personas que se autoengañan dan por válidas mentiras como si fueran verdad.

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El autoengaño es básico para sostener la disonancia cognitiva. De otro modo, la situación sería insostenible.

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Ejemplos cotidianos de disonancia cognitiva

Una de las situaciones más habituales en las que las personas evitan sufrir la disonancia cognitiva consiste en el hecho de continuar fumando, aunque sepan que es perjudicial. ¿Cómo es eso posible? Pues porque racionalizan sus incoherencias.

Así, es fácil que se digan a sí mismos que fumar es tan placentero que vale la pena; que las posibilidades reales de perjudicar su salud no son para tanto; que de algo han de morir o que si dejan de fumar engordarán y eso también es perjudicial para la salud.

Si las personas sienten que esos pensamientos son suficientemente coherentes con su conducta, no habrá disonancia cognitiva y continuarán fumando por muchos años. Si, en cambio, los pensamientos no son consistentes, la disonancia aparecerá y el malestar entre lo que hacen y lo que piensan estará muy presente.

Otros ejemplos cotidianos en los que aparecen disonancias cognitivas sería cuando nos declaramos amantes del medio ambiente, pero tenemos un coche de alto consumo o compramos moda rápida. También cuando nos sentimos amantes de los animales, pero aún así somos omnívoros. O cuando nos consideramos personas íntegras, pero hacemos trampa en un examen.

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El tabaquismo es un ejemplo clásico de disonancia cognitiva, así como otras adicciones a sustancias.

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No recurrir al autoengaño

La mayoría experimentamos disonancias cognitivas. Es algo muy habitual. El autoengaño sería la forma menos recomendada de gestionarlas. En cambio, la forma más adaptativa para resolverlas es la modificación de la conducta o de las creencias.

Así, si la honestidad es un valor fundamental para nosotros y hemos mentido, un modo de resolver la disonancia cognitiva es cambiando el comportamiento: dejar de mentir. De ese modo, volveremos a sentir una coherencia entre nuestra forma de pensar y de actuar.

Otra manera de solucionar el conflicto es modificando nuestro sistema de valores. Las creencias no son ideas inamovibles que nunca más pueden cambiar; evolucionan a lo largo de nuestra experiencia vital.

Por tanto, cuando se produce una disonancia cognitiva puede ser un buen momento para reevaluar valores y ajustarlos a la realidad actual.

Lo importante es ser conscientes de que las disonancias cognitivas son frecuentes y que, ya sea porque modifiquemos el comportamiento o porque cambiemos creencias, está en nuestras manos disminuirlas, en gran medida.


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  • Bietti, L. M. (2009). Disonancia cognitiva: procesos cognitivos para justificar acciones inmorales. Ciencia Cognitiva: Revista Electrónica de Divulgación, 3:1, 15-17. [fecha de consulta 30 de marzo de 2021]. Recuperado de http://www.cienciacognitiva.org/files/2009-3.pdf
  • Festinger, L. (1993). La teoría de la disonancia cognoscitiva (extracto por A. Ovejero). Psicothema, 5(1), 201-206. [fecha de consulta 30 de marzo de 2021]. Recuperado de https://reunido.uniovi.es/index.php/PST/article/view/7156
  • Festinger, L., & Carlsmith, J. M. (1959). Cognitive consequences of forced compliance. The Journal of Abnormal and Social Psychology, 58(2), 203–210. [fecha de consulta 30 de marzo de 2021]. Recuperado de https://doi.org/10.1037/h0041593

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