Gatoterapia: 6 beneficios de los gatos en la salud mental
Escrito y verificado por la psicóloga Maria Fatima Seppi Vinuales
Seguro que cuando imaginas el comienzo de una terapia, lo que visualizas es la situación de un psicólogo y un paciente. Claro, esa es la imagen más difundida. Aunque no la única. Conforme se fueron descubriendo nuevos avances y se propusieron nuevas teorías, la terapia evolucionó y se transformó. Así nació la gatoterapia.
La terapia asistida con gatos implica la participación de un felino. Veamos en qué consiste y cuáles son sus beneficios.
Los beneficios de la gatoterapia
El cuidado de las mascotas tiene numerosas ventajas para nuestra salud. Algunos de los beneficios de incorporar el cuidado de un gato como parte de una terapia (gatoterapia) son los siguientes.
1. Fortalece nuestro sistema inmunitario
Al interactuar con los felinos, procurarles cuidado, jugar con ellos y distraernos, logramos salirnos (de manera momentánea) de ciertas preocupaciones y tomar distancia de los problemas. Eso reduce el estrés y fortalece las defensas naturales del organismo.
2. Ayuda a reducir los niveles de ansiedad y estrés
El ritmo de los felinos es muy diferente al de otros animales. Por lo qie la convivencia con este tipo de mascotas puede contribuir a llevar un poco más de tranquilidad al día a día, reduciendo la ansiedad.
3. Permite sobrellevar mejor la soledad
En algunos casos en los que la persona se encuentra atravesando una situación de duelo, de separación o de nido vacío, se recomienda a los pacientes iniciarse en la gatoterapia. De esta manera, sienten compañía y pueden ocuparse de la atención hacia la mascota.
Es una forma de conectar con las emociones. Al jugar, hablar, brindar y recibir cariño, la soledad se disipa.
4. Ayuda a fortalecer otras habilidades
El ejercicio de la responsabilidad, la atención y la distribución de tareas son habilidades blandas y sociales. En las familias en las que hay niños en desarrollo, hacerlos parte del cuidado de la mascota también es una forma de apoyar el desarrollo de valores.
5. Trae alegría a nuestras vidas
Desde las caricias hasta las reacciones cuando volvemos a casa después de un día largo, seguro que te encontraste a ti mismo sonriendo por las ocurrencias de tu gato o hablando con otras personas sobre él. De este modo, mejora nuestro estado de ánimo, logrando un impacto positivo en la calidad de vida.
6. Reduce las probabilidades de sufrir un ataque al corazón
Un estudio realizado en el año 2009 reveló que las personas que viven con gatos tienen menos probabilidades de morir de un ataque al corazón. Esto se debería a la reducción de la presión sanguínea.
Algunas consideraciones sobre la gatoterapia
Este tipo de terapia con gatos, y no con perros u otros animales, se sugiere para determinados casos. Por ejemplo, con relación a los adultos mayores, los canes son más demandantes y también más energéticos (según la familia canina, claro). Por lo que a veces, un juego puede terminar en una torpeza y en una caída.
Se considera que los gatos son más independientes y requieren una menor atención. O bien, a diferencia de un perro, el felino puede vivir mejor en un departamento y no necesita de un paseo diario, lo que resulta complejo para una persona mayor o con movilidad reducida.
De este modo, contribuirían a un equilibrio entre el interés por cuidar una mascota, evitando caer en la dependencia absoluta. También se recomienda la terapia con gatos para el abordaje en casos de niños con autismo.
Es importante dejar en claro que, en este último caso, no se trata de afirmar o decidir qué mascota es mejor o peor. Lo que hay que hacer es adecuar la terapia con animales a las circunstancias, de acuerdo al objetivo terapéutico.
No todas las terapias funcionan para todas las personas
Como todo tipo de abordaje, la gatoterapia requiere de cierto compromiso para lograr las mejoras buscadas. En este sentido, antes de iniciarnos en ella, es preciso sincerarnos y analizar las posibilidades reales.
No todas las terapias son para todo el mundo ni funcionan de la misma manera. De allí que sea importante analizar cuál es el diagnóstico y la situación particular. Por ejemplo, aunque resulte obvio, deberíamos saber de antemano si la persona es alérgica o no a los gatos.
Por eso mismo, antes de recomendar o de iniciar una terapia de este tipo, hay que pensar en la calidad del trato que puede ofrecer una persona al animal. Recordemos que las mascotas no son juguetes ni objetos y que también tienen necesidades básicas que deben ser satisfechas, así como derechos a respetar.
En esta dirección, es necesario preguntarse si disponemos de un lugar cómodo para tener un gato, si nos interesa y nos ocuparemos, si contamos con los recursos económicos y tiempo para proporcionar cuidados y bienestar. Caso contrario, puede derivar en una situación de estrés, tanto para la persona como para el animal.
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