¿Hay que tener en cuenta la opinión de los niños?

Los niños tienen derechos. Pueden expresar lo que sienten y piensan tanto en su vida cotidiana como en cualquier procedimiento que los involucre. Pero los padres y los adultos, en general, no siempre los escuchamos.
¿Hay que tener en cuenta la opinión de los niños?
Bernardo Peña

Revisado y aprobado por el psicólogo Bernardo Peña.

Escrito por Equipo Editorial

Última actualización: 06 julio, 2023

Generalmente, se suele menospreciar la opinión de los niños sobre distintos aspectos fundamentales de su vida. Aun cuando la Convención sobre los Derechos del Niño de las Naciones Unidas establece que tienen los mismos derechos que los adultos, lo cierto es que no siempre los escuchamos.

Los niños tienen derecho a expresar su punto de vista en todos los aspectos concernientes de su vida y su felicidad. Tanto en la cotidianidad familiar, como en decisiones importantes y relativas que tengan que ver con su salud, bienestar, educación y desarrollo.

La opinión de los niños y sus derechos legales

La opinión de los niños es tan válida como la de los adultos, incluidos sus padres. Y así lo acordaron todos los países del mundo cuando firmaron la Convención sobre los Derechos del Niño en 1989. Solo Estados Unidos no firmó este tratado internacional.

Los gobiernos son los que deben garantizar que la opinión de los niños sea expresada libremente. Asimismo, esa opinión debe ser escuchada y tomada en cuenta en todos los procedimientos en los que estén involucrados, en función de su edad y grado de madurez.

Por ejemplo, en procesos como el divorcio de los padres o la aplicación de una sanción escolar por algún mal comportamiento, los pequeños deberían expresar libremente su opinión y sus argumentos tendrían que ser escuchados.

Los niños que expresan sus opiniones

Escuchar y considerar la opinión de los niños no solo tiene que ver con el respeto a sus derechos como ciudadanos. También está relacionado con el desarrollo de otros valores fundamentales para su bienestar emocional y social.

No obstante, los padres, quienes más amamos a nuestros niños, no siempre estamos dispuestos a escucharlos. ¡Qué contradictorio! Desde una posición de autoridad impartimos instrucciones y orientaciones, pero no los dejamos opinar libremente y menos aún tenemos en cuenta sus puntos de vista.

Sin embargo, cuando los niños son escuchados por su familia y por su entorno más cercano, se contribuye decididamente con su desarrollo y felicidad, como muestra este artículo publicado en Zona próxima . Una libre opinión trae múltiples beneficios tanto para sí mismos, como para las relaciones con su entorno.

Tener en cuenta la opinión de los niños aumenta su autoestima

Las opiniones de los niños en las decisiones que se toman en el ámbito familiar, por pequeñas que pueden ser esas decisiones, hace que se sienten felices y tomados en cuenta.

Padre chocando la mano con un niño en triciclo por el parque.

Aprenden a tomar decisiones

Los niños que opinan pueden tomar decisiones. Aprenden a valorar el esfuerzo que suponen esas decisiones. Al consultarles su opinión, los niños se involucran y se hacen más responsables con los resultados de esas decisiones.

Se fortalece el respeto mutuo

En la medida en que los padres solicitan y atienden la opinión de los niños, respetan a sus hijos. Ese respeto también se devuelve hacia la figura paterna.

Se fortalece el vínculo

El niño que se siente escuchado, aprende que puede contar con sus padres. Y así lo evidencia este trabajo llevado a cabo por profesionales del CINDE (Fundación Centro Internacional de Educación y Desarrollo Humano). Ante cualquier circunstancia, incluso negativa, podrá expresar lo que siente y piensa. El niño confía en que será tomado en cuenta.

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Aprende a expresar sus emociones

Solo el niño puede decir cómo se siente ante una situación determinada. Al identificar las emociones que le embargan, es más fácil aprender a gestionar y regular dichas emociones. Se estimula su inteligencia emocional.

Aprende a comunicarse

Cada vez que abrimos las oportunidades para el diálogo, ayudamos a nuestros hijos a ser más asertivos en su forma de comunicarse con los demás. Además, se estimulan sus habilidades con el habla y el lenguaje.

Se estimula su sentido crítico

Los niños de este siglo XXI, capaces de hacer multitareas y al mismo tiempo ser sensibles, no obedecen instrucciones a ciegas, piden explicaciones y buscan entender lo que pasa. Tienen opiniones sobre los adultos, sus amigos y las situaciones que los rodean. Los niños que son escuchados fortalecen su capacidad para observar y evaluar para emitir su opinión.

La posición de los padres respecto a escuchar la opinión de los niños

No hay que dudarlo: hay que tener en cuenta la opinión de los niños. Escucharlos no significa que hagamos su voluntad, menos aún si su opinión implica un comportamiento errado o de riesgo para sí mismos. Se trata de sopesar su criterio y darle su justo valor.

Hay que escuchar y prestar atención a lo que piensan y sienten los niños. A través de sus argumentos aprendemos a conocerlos. Así, sabremos cómo piensan, qué les gusta o interesa y qué les afecta o perturba.

Asimismo, los niños tienen derecho a la libertad de expresión. Ese derecho incluye la libertad para buscar y recibir información de cualquier tipo y por cualquier medio que el niño decida, siempre que no se vulnere la reputación de los demás o la seguridad nacional de cada país.

En este sentido, los padres debemos garantizar este derecho tanto como responsabilizarnos por el mal uso que nuestros hijos hagan del mismo. Por ejemplo, no podemos darles libertad para usar las redes sociales y luego no responsabilizarnos si son protagonistas de un ciberacoso.

En lo que a escuchar la opinión de los niños respecta…

En definitiva, cuando el niño vaya a opinar sobre algo, evita fingir que lo estás escuchando, y menos aún desvalorices lo que ha manifestado. Comprende sus circunstancias, su edad y su nivel de maduración. No solo se trata de que es un derecho para él, sino que también estás contribuyendo en su formación como un ser humano pleno, amado y feliz.


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