La sencillez hace de una persona común un ser excepcional
Escrito y verificado por el psicólogo Bernardo Peña
La sencillez es el lenguaje que nace del corazón que no busca artificios de nada para hacerse notar. Ese lenguaje de tacto suave y discreto, que no pretende nada, solamente es como es. No se trata de la falta de autoestima o la desvalorización de uno mismo para agradar a otros, sino de la apreciación profunda de los detalles para ver más allá, y desarrollar una mayor humanidad tanto con uno como con otros.
Por esto mismo, hay quienes consideran que la sencillez también es la voluntad de respetar a los demás tanto como a uno mismo, sin forzar, imponer ni recriminar, ni mucho menos juzgar desde una ilusión o pretensión de superioridad moral.
En el día a día, es posible que no estemos acostumbrados a desenvolvernos así o a recibir este tipo de trato. Las personas tenemos a menudo aspiraciones muy altas, sueños elevados y costumbres muy alejadas quizá de esos actos más puros y elementales que definen tanto a la sencillez como la humildad.
No obstante, es común que, poco a poco, nuestra realidad cambie y con ello, nuestra visión y modo de desenvolvernos. Entonces, puede que nos toque quitarnos muchas “pieles” para acercarnos a nuestra verdadera esencia, cultivar nuestro interior y hallar bienestar en ello.
La sencillez, esa dimensión que cuesta asumir
La sencillez implica aceptación, tranquilidad, respeto, pero sobre todo: asertividad y dignidad. No tiene nada que ver con ser mejor que los demás en ningún ámbito y mucho menos el moral. Se trata más bien de saber relacionarse con otros de una manera sana y asertiva, desde el equilibrio y tranquilidad interior, sin caer en comportamientos que puedan causar un daño deliberado, a diferencia de una postura prepotente, la altivez o la arrogancia.
La sencillez de pensamiento
- La sencillez de pensamiento no es simpleza de razonamiento. Al contrario: es la aptitud de ver las cosas tal y como son, con plena objetividad.
- Hay personas que ven la realidad y los comportamientos ajenos según sus creencias. Se atreven a juzgar y a etiquetar; en cambio, las personas de pensamiento sencillo tienen la capacidad de ver las cosas “tal y como son”, aceptándolas aunque no las compartan. Viven y dejan vivir. No les interesa imponerse ni destacar por encima de nadie.
- Algo tan simple como ver con franqueza y objetividad las cosas nos permite actuar con mayor aplomo y acierto. Esa es una virtud muy saludable que también deberíamos tener en cuenta.
El don de no sentirse apegado a nada
Es importante definir en primer lugar qué entendemos por apego. Los niños, por ejemplo, necesitan el apego a sus padres para sentirse amados y seguros.
- Las parejas también necesitan el apego a su compañero, pero un apego saludable, nunca tóxico o controlador.
- Por su parte, las personas sencillas tienen la habilidad de no sentirse apegadas a lo físico. Es decir, no necesitan tener más de lo que ya hay a su alrededor. No necesitan apegarse a nadie hasta el punto de quitarle su libertad, su identidad.
- Las personas sencillas “son como son” y ante todo “dejan ser”. No desean imponer sus ideas, no juzgan, no discriminan ni buscan controlar.
La unión con uno mismo para disfrutar del entorno y de su gente
Conocerse a uno mismo, los miedos que nos definen, las virtudes y límites son los caminos más poderosos para la autoaceptación.
- La autoaceptación es el primer peldaño para ejercer unas relaciones positivas y enriquecedoras.
- Quien se acepta a sí mismo acepta a los demás. Por lo tanto, no espera a que el resto llene sus vacíos, eleve su autoestima o le traiga alegrías cuando lo asaltan sus miedos.
- Las personas humildes no esperan nada de nadie, lo esperan todo de sí mismas. Así es como pueden ofrecer lo mejor a los demás, evitando las decepciones.
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El camino hacia la sencillez
Es común que, en un momento, a lo largo de nuestra vida, demos ese paso hacia la humildad. Lo hacemos porque nos sentimos sobrecargados por un mundo competitivo y acelerado que nos aleja de las cosas más importantes: el bienestar, la calma, la serenidad, los amigos, la familia y, por supuesto, nosotros mismos.
- Algo tan esencial como recordar que “menos es más” nos puede ayudar a priorizar lo que puede hacernos felices.
- Ojo, eso no quiere decir que se menosprecie el valor de una estabilidad financiera o los bienes materiales, sino simplemente que se les dé un lugar secundario en la lista de prioridades.
- Los actos sencillos son los que poseen autenticidad de sentimiento y pureza de corazón. Por ejemplo, el aroma del café recién hecho por la mañana, una comida casera hecha con amor por un ser querido, la caricia de un ser amado, la risa de los hijos, una conversación con los amigos, un paseo por la playa, el bosque o el centro histórico de una ciudad que nos atrape en cuerpo y alma.
Seguramente, a tu alrededor, tienes a más de una persona de alma sencilla y excepcional que enriquece tu vida. No la pierdas, son luces en la espesura de esta modernidad, en ocasiones, demasiado compleja. Son faros de riqueza emocional y humildad que alumbran los senderos. Vale la pena imitarlas.
Este texto se ofrece únicamente con propósitos informativos y no reemplaza la consulta con un profesional. Ante dudas, consulta a tu especialista.