Ley de las consecuencias imprevistas: qué es e importancia

La ley de las consecuencias imprevistas es aquella que indica que, a veces, los resultados trascienden las intenciones originales. ¿Cómo adelantarse a ello?
Ley de las consecuencias imprevistas: qué es e importancia
Maria Fatima Seppi Vinuales

Escrito y verificado por la psicóloga Maria Fatima Seppi Vinuales.

Última actualización: 31 mayo, 2022

“El batir de las alas de una mariposa puede provocar un huracán en otra parte del mundo”. Con esta frase podemos sintetizar de qué se trata la ley de las consecuencias imprevistas.

Si bien se emplea para ejemplificar la teoría del caos, también tiene connotaciones psicológicas. Lo que quiere decir es que, en muchas ocasiones, no se pueden anticipar las consecuencias que tendrá una determinada acción. O bien se suceden hechos que no estaban previstos.

¿Qué es la ley de las consecuencias imprevistas?

La ley de las consecuencias imprevistas sugiere que, cuando se toman ciertas decisiones, hay algo que queda por fuera respecto de aquello que se cree que va a suceder. Es ese margen de incertidumbre que no permite prever un escenario por completo. Esto ocurre por la complejidad misma de la vida, pero también por otros motivos, como las circunstancias cambiantes.

La relevancia de lo que plantea esta ley es la idea implícita del potencial. Esto quiere decir que cualquier decisión o proyecto tiene previstos distintos escenarios. Sin embargo, estos son modificados por diferentes factores, como el tiempo, la sociedad o las personalidades.

Así es un poco cómo funciona la evolución y el movimiento. Hace un par de años, nadie se imaginaba que el descubrimiento de un determinado hecho podía dar lugar a otros, al nacimiento de más cosas. Por ejemplo, el descubrimiento del ADN.

En este sentido, las consecuencias imprevistas pueden ser tanto positivas como negativas. Pueden significar progreso o destrucción.

Efecto dominó en la ley de las consecuencias imprevistas.
El efecto dominó es considerado más complejo y menos lineal cuando se piensa en las consecuencias imprevistas.


Origen de las consecuencias imprevistas

A través del análisis funcional, Robert Merton, un reconocido sociólogo, se interesó por cómo los datos afectan las estructuras, provocando ciertas consecuencias. De esta manera, buscaba concatenar aquello que conocemos como medios-acciones-fines, desterrando la idea de linealidad.

No siempre si pasa A, entonces habrá B.

Así se logra dar cuenta de que, en numerosas ocasiones, las personas se abocan al logro de ciertos objetivos cuyos resultados distan mucho de los anticipados. De esta manera, se podía dar respuesta a las tensiones y a la disfunción social que provoca desorden.

Por ejemplo, se puede pensar que una determinada medida podría resultar ventajosa para un grupo social. Sin embargo, existe una resistencia al cambio que la dificulta. Así, en lugar de obtener el contento, se provoca la situación contraria.



¿Qué tener en cuenta para lo cotidiano?

La ley de las consecuencias imprevistas funciona tanto a pequeña, mediana como gran escala. Es decir, se aplica en el ámbito doméstico y laboral, pero también a nivel del Estado, con políticas públicas. De allí que su beneficio o su peligrosidad afecte a una cantidad mayor o menor de personas.

Si bien no se puede prever todo, algunas de las acciones que se pueden tener en cuenta para no perder de vista los efectos de la ley de consecuencias imprevistas son las siguientes:

  • Pensar en términos de mediano y largo plazo. Se sugiere proyectar los cambios en diferentes escenarios temporales. Por ejemplo, en 10 meses y en 10 años.
  • Conversar con distintas personas. Esto permitirá tener diferentes perspectivas. Muchas veces se implementan medidas o se toman decisiones sobre una idea propia, pero se desconoce lo real. Guiarse por la interseccionalidad debería ser un imperativo en cualquier decisión.
  • Emplear el pensamiento creativo. Esto implica ser capaces de proyectar escenarios y resultados de una manera muy diferente a lo esperado, con el lente de lo menos previsto. En otras palabras, pensar afuera de la caja.
  • Imaginar el mejor y el peor de los resultados. Por ejemplo, para poder evaluar el potencial perjudicial o ventajoso de tomar una cierta medida, es necesario evaluar qué pasaría en el mejor y en el peor de los escenarios, escalando al máximo la influencia de dicha decisión.
  • Hacerse la pregunta sobre por qué hacerlo. Hay que recordar y reflexionar sobre la intención original. En ocasiones, descubrimos que no se trata de fines altruistas con el sistema social al cual que se quiere beneficiar, sino fines individuales.
  • Preguntarse por la reversibilidad de la decisión. Toda vez que damos un paso adelante con algo, cambia el escenario. Sin embargo, si el resultado es dañino, debemos saber si es posible echarse para atrás.
Decisiones para tomar en momentos inesperados.
Al tomar decisiones importantes, siempre deberíamos considerar el peor y el mejor de todos los posibles escenarios.

Siempre hay un margen

Esta teoría también nos invita a poner punto final a la idea de que somos sistemas cerrados. Es decir, más allá de que creamos que todas las condiciones están bajo control, siempre que intervengan personas surgen factores no previstos.

Estamos influenciados por diferentes circunstancias, tenemos distintas trayectorias y experiencias. Nos afectan las emociones, los pensamientos y los sentimientos.

De modo que siempre hay un margen que no podremos prever. Nuestro límite siempre debe estar guiado por la ética y el respeto por los derechos en su sentido más amplio: a las personas, a los ecosistemas, a los animales.


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  • Cataño, Gonzalo (2006). Robert K. Merton. Espacio Abierto, 15(1y2),369-389.[fecha de Consulta 1 de Mayo de 2022]. ISSN: 1315-0006. Disponible en: https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=12215219

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