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No trates como prioridad a quienes te tratan como una opción

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Nuestras propias carencias afectivas son las que hacen que tratemos como prioridad a aquellas personas que nos menosprecian. Debemos ser conscientes de nuestro valor y aprender a exigir el respeto que merecemos.
No trates como prioridad a quienes te tratan como una opción
Bernardo Peña

Escrito y verificado por el psicólogo Bernardo Peña

Escrito por Raquel Aldana
Última actualización: 14 abril, 2021

Nadie debería tener como prioridad a quien no lo valora lo suficiente. Uno mismo debe darse la importancia que se merece y ofrecer su afecto y tiempo a quienes genuinamente lo valoran en cada momento, sin intereses ni egoísmos.

Aún cuando sabemos que debemos evitar regalar nuestro afecto y tiempo a quien no lo valora, a veces mantenemos vínculos, esperando a que ocurra un cambio. Sin embargo, el cambio no se produce y poco a poco, nos damos cuenta de que no es posible dar, dar y dar, sin recibir algo a cambio.

Cuando una relación es sana y significativa, la balanza está en equilibrio para las dos partes involucradas. Y cuando no lo es, la balanza está más inclinada hacia un lado que otro. Una parte se beneficia y la otra no.

Si bien muchas veces resulta evidente la falta de equilibrio, con frecuencia nos tapamos los ojos y nos dejamos llevar, y no atendemos nuestras necesidades y deseos. Nos dejamos de priorizar y, aunque sabemos que nos tratan como una opción más, seguimos ahí. Nos convertimos en esponjas emocionales.

Presos del egoísmo, nos convertimos en el segundo plato

Cuando somos objeto del egoísmo ajeno, la balanza se inclina a favor de la otra persona. Lo damos todo por ella, y nos descuidamos a nosotros mismos de diversas maneras. Así, tarde o temprano nos acabamos convirtiendo en un segundo plato.

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A menudo, tardamos en darnos cuenta de esto, o simplemente nos rehusamos a tenerlo en cuenta. Nos autoconvencemos de que el cambio llegará en algún momento, que la otra parte “despertará” y se dará cuenta… pero no ocurre. Los días pasan y no se produce ningún cambio para bien.

Debemos tener en cuenta que, quien no brinda una atención y un cariño sincero en un tiempo determinado, es muy difícil que lo haga más adelante por arte de magia

La otra persona exige y acudimos a su llamada puntualmente, sin pensarlo apenas. Sabemos que no nos valora como debería, que no somos su primera opción, pero ahí estamos, listos para ayudar o atender a esa persona, para demostrarle que la apreciamos y, por supuesto, para quedar bien con ella.

Pero, ¿y nosotros qué? ¿Acaso darlo todo sin recibir nada a cambio nos brinda algún beneficio? ¿Esa persona aprecia realmente lo que hacemos por ella? ¿Le preocupa nuestro bienestar? ¿Le importan nuestras necesidades o tan siquiera las tiene en cuenta?

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El dolor psicológico derivado de la angustia relacional

El tiempo es el gran maestro que se encarga de abrirnos los ojos, de ayudarnos a tomar perspectiva y valorar los errores con los que convivimos. No es fácil, desde luego. De hecho, el dolor que esto produce resulta a veces insoportable.

Este es el dolor emocional, un dolor que angustia al cerebro. La decepción, la traición, la mentira, el desamor o la pérdida provocan un gran sufrimiento que nos desgarra por dentro.

Este tipo de padecimiento lleva siglos plasmándose en poemas y canciones que nos hacen sumergirnos en un mundo en el que todos conectamos. Hoy en día, estas intuiciones poéticas han obtenido apoyo en los estudios neurofisiológicos, los cuales confirman que el dolor psicológico se refleja a nivel cerebral.

Curiosamente, cuando el “corazón” se rompe y las emociones incendian el cuerpo, se activan a nivel cerebral las mismas zonas que cuando sufrimos dolor físico. De ahí que podamos decir con determinación que el amor duele.

No subestimes las heridas del corazón

Las áreas cerebrales del dolor físico comparten sendero con el dolor emocional, pues un daño en cualquiera de estas dos modalidades activa el córtex cingulado anterior y la corteza prefrontal.

Esta es una razón más para dejar de menospreciar las heridas emocionales y evitar pensar que se curan al aire. Estamos tristemente acostumbrados a empeñarnos en enterrar nuestros problemas relacionales, lo que genera que el dolor se enquiste y se complique la resolución de los conflictos.

Entonces, escondernos no nos ayuda en nada. Por el contrario, refrena un alivio que hace más llevadero el dolor social que, como está evidenciado, atormenta al cerebro y, por ende, a la mente.

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La dignidad no se pierde por nadie

Cuando alguien nos trata como una opción y no como una prioridad, es necesario poner distancia. A su vez, debemos entender que hacer esto no es “ser malos” o actuar de manera orgullosa. Es muy distinto ser orgulloso a ser digno.

Si perdemos la dignidad, nos perdemos a nosotros mismos, dañamos nuestra identidad y nuestro amor propio.

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Las relaciones basadas en el respeto y en el equilibrio de necesidades son las más auténticas, libres, sólidas y enriquecedoras.

A veces, perdemos nuestra dignidad porque consideramos que “nos compensa” o porque nos bloqueamos y no sabemos responder ante situaciones complicadas de manipulación o sometimiento. Es decir, nos acostumbramos a tratar con prioridad a quienes nos tratan como opción porque nos encontramos “alienados” por una relación asimétrica. Pero la desvalorización no es un buen camino de vida.

En definitiva, el amor, la atención y el cariño no se mendigan. Por eso, tenemos que tener claro que merece formar parte de nuestra vida quien demuestra que nos hace bien, que no se aprovecha de nuestras vulnerabilidades y que nos quiere de manera limpia y sincera.


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