Parada del pensamiento: ¿en qué consiste?
Escrito y verificado por la psicóloga Maria Fatima Seppi Vinuales
Pensar: aquella actividad a la que nos alientan tanto, pero que para algunas personas se convierte en una trampa. Una de las técnicas para sortear los inconvenientes es la parada del pensamiento.
La misma se recomienda cuando el tipo de pensamientos que vienen a nuestra cabeza se tornan repetitivos, negativos y parecen no tener escapatoria. Identificarlos es un primer paso para luego hacer algo con ellos. ¿Cómo?
¿Qué son los pensamientos negativos o rumiantes?
Los pensamientos negativos suelen presentarse como automáticos, recurrentes y asociados a emociones negativas. La persona los vive como intrusivos, pues aparecen de la nada y luego no es posible deshacerse de ellos.
También son pensamientos que suelen adoptar una forma extrema, absolutista y polar, como si se tratara de todo o nada. No contemplan matices ni intermedios.
Incluso se refuerzan a sí mismos bajo ideas como “soy y así y jamás podré cambiar”. Por eso mismo, se agrandan cada vez más en un flujo ininterrumpido.
Asimismo, estos pensamientos van de la mano de emociones displacenteras (malestar, tristeza, ira), que a su vez impactan en las conductas. Pienso, me siento y actúo condicionado por ellos. De modo que, con el tiempo, pueden desencadenar problemas mayores, como ansiedad, manifestaciones psicosomáticas y depresión.
Parada del pensamiento: ¿en qué consiste?
La parada del pensamiento es una técnica que se emplea con la intención de detener un bucle de pensamientos negativos y rumiantes. Estos se reproducen en automático y la persona siente que tiene poco control sobre ellos.
Luego empieza a experimentar ansiedad y un malestar intenso que se torna insoportable. Entonces, esta es una de las tantas estrategias que se emplean para detener los pensamientos negativos e intrusivos.
¿Cómo implementar la parada del pensamiento?
La técnica se puede aplicar de varias maneras. Lo ideal es que la persona elija cuál le funciona mejor:
- Una de las maneras consiste en emplear o hacer algún movimiento que capte nuestra atención. Así se interrumpe ese flujo de pensamientos y el cerebro presta atención a otro estímulo. Por ejemplo, dar un pequeño golpe sobre la mesa o hacer un chasquido con los dedos.
- Otra de las formas es elegir alguna palabra que usaremos cada vez que experimentemos esta ansiedad. Por ejemplo, “basta”, “no”, “detente”.
- También hay personas que cambian de habitación como una estrategia de parada del pensamiento.
Es importante que la persona pueda conocer su ansiedad, de tal manera de anticiparse a ello y prevenir que el malestar incremente. Por ejemplo, aprender a identificar las emociones que rodean a estos pensamientos intrusivos y también si hay un correlato físico (sudoración, temblores). En este sentido, a pesar de que parece que los pensamientos aparecen de la nada, en realidad están asociados a creencias, valores y maneras de pensar que tenemos.
Una vez que logramos interrumpir los pensamientos negativos, es necesario reemplazarlos por otros más positivos y tranquilizadores.
La parada del pensamiento es una técnica cognitiva, muy frecuente en este tipo de terapia. Su eficacia depende de la práctica y la continuidad. Muchas veces, al no obtener resultados inmediatos, las personas se frustran y la descartan.
Un ejemplo concreto
María tiene que presentarse a un examen de biología. Dos días antes del examen empieza a manifestar nervios y ansiedad sobre ese momento. Piensa “soy una inútil, ya he reprobado otros exámenes anteriormente, seguro en este me irá mal”.
En su reemplazo, se orienta a pensamientos positivos como que “es cierto que el examen puede ser una situación difícil, pero ya tuve exámenes anteriores y los afronté con éxito”.
Otras alternativas a la parada del pensamiento
También existen otras técnicas que se pueden aplicar junto a la parada del pensamiento. Por ejemplo, la respiración controlada o los ejercicios de relajación, que nos ayuden a recuperar la calma.
Otra posibilidad es, a partir de reconocer nuestros pensamientos negativos, cuestionarlos y buscar hechos que nos sirvan como evidencia. Preguntarnos por qué habría de salir mal si me preparé o si es posible que estemos sobredimensionando un aspecto de la situación. Se trata de cuestionar aquello que aparece como obvio o inevitable.
Los pensamientos no son la realidad
Tantas veces nos repetimos algunos pensamientos, que terminamos por pensar que están definidos de una vez y para siempre. Los ubicamos en un más allá al que no podemos acceder.
Sin embargo, los pensamientos se construyen con influencias, experiencias, con el día a día y lo inmediato. De allí que pocas veces nos tomamos un momento para cuestionar su validez.
No debemos olvidar que son representaciones de algo; ideas que nos forjamos, pero que podemos cambiar y debemos abandonar si no resultan funcionales a nuestros objetivos.
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