Síndrome postvacacional en niños: ¿cómo ayudarles?

El síndrome postvacacional es una respuesta emocional del niño ante la llegada de la escuela con sus deberes impuestos y sus rutinas estresantes. Hacer buen uso del tiempo disminuye la ansiedad y mejora la armonía familiar.
Síndrome postvacacional en niños: ¿cómo ayudarles?
Leidy Mora Molina

Revisado y aprobado por la enfermera Leidy Mora Molina.

Escrito por Ana Núñez

Última actualización: 06 julio, 2023

El síndrome postvacacional en niños es un estado de ánimo transitorio que afecta la adaptación a las rutinas, entre ellas las de la vida escolar. Puede ser natural después de unas vacaciones espléndidas y divertidas, sin embargo, solo ocurre en menos del 8 % de los pequeños.

La expectativa de madrugar para ir a clases después de pasar horas haciendo los que más les gusta resulta temible. Lo cierto es que los niños y su enorme capacidad de adaptación logran superar el obstáculo sin mayores problemas. Sin embargo, no está de más echarles una mano.

Causas del síndrome postvacacional

Si los niños rechazan a las primeras la imposición de rutinas, buena parte de la responsabilidad recae en los padres. Son estos los actores fundamentales en el control de los elementos que componen el día a día familiar.

Un porcentaje será atribuible a la personalidad del niño. Otro corresponderá a la estructura de la familia, el estilo de los padres, los conflictos escolares, los problemas de salud o el bullying, como factores estresantes. Los mayores han de estar atentos para descartar algunos de estos signos, dada la dificultad de los niños para explicar lo que les pasa.

Con regularidad vemos las consecuencias, pero no las causas, que llegan a ser múltiples y complejas. Una forma de descarte es tener la seguridad de haber hecho lo mejor posible en el mantenimiento de pautas, normas y condiciones armónicas.

¿Cómo ayudar a un niño a superar el síndrome postvacacional?

Como en muchas otras situaciones conflictivas, la comunicación es la clave para iniciar el camino a la solución. Romper el silencio, el ostracismo y traspasar el muro que levantan el mal humor y la ansiedad deriva en un bálsamo que alivia las tensiones. Llegar ahí no es fácil.

Ante los signos del síndrome postvacacional en niños (presentan irritación y serias negativas a practicar el régimen de las rutinas) no los forcemos ni recriminemos. Hagámonos copartícipes de las responsabilidades que se avecinan en el nuevo periodo escolar. Más si han cambiado de escuela.

Niño con síndrome postvacacional.
Los signos del síndrome postvacacional no siempre son evidentes. Los adultos deben aprender a detectarlo.

Indagar las causas

Dar con los factores que están produciendo el trastorno es un primer paso en el camino a superar el síndrome postvacacional en niños. Revisar los horarios de descanso, de juego y de responsabilidades, y actuar en el caso de que se solapen.

Si al pasar revista al interior de la familia no se advierten mayores contratiempos, tal vez la causa esté afuera. El niño tendrá dificultades para llegar a las palabras si lo afectan personalmente. Nos toca dirigir preguntas sobre compañeros y maestros, sobre el día en la escuela, lograr que represente o dibuje escenas escolares. Cualquier mecanismo de expresión es válido.

Acompañamiento

En las vacaciones los adultos han estado la mayor parte del tiempo con los niños. La separación que trae el término de las mismas no será bien recibida.

Buscar la manera de acompañarlos, de llevarlos a la escuela y permanecer un rato y despedirse son maneras de crear puentes, hilos y redes. Así se logra que las transiciones no sean bruscas.

Brindar confianza y seguridad

Los padres tienen una perspectiva sobre los problemas matizada por la experiencia. Los niños que se sienten desprotegidos asumen que la situación desagradable es total y sin salida. Hay que buscar la forma de solucionar juntos.

Conocer el entorno

Los padres deben prestar atención al entorno en el que se mueven y con el que interactúan los niños. Funciona para los alrededores y más allá del hogar, lo que incluye vecinos, amigos y la escuela.

Esta última debe ser visitada con frecuencia por los adultos, quienes han de procurar establecer conversaciones con el personal directivo, los maestros y los cuidadores. De estas charlas se deducen estados de conciencia, formas de pensar y criterios.

Los adultos deben tratar de llegar al fondo en las relaciones que pudieran afectar a los pequeños. No se trata de sobreprotección, sino de saber y reconocer que la seguridad y la confianza en la escuela es una construcción social y colectiva.

¿Cómo prevenir el síndrome postvacacional en niños?

Como se quiere organizar y planificar, lo estratégico es la previsión. Los calendarios escolares están pautados con anterioridad; aprovechemos esto para que la agenda incluya retrasos e imprevistos. Y ajustémonos a ella con el entusiasmo de ganarle tiempo al tiempo.

A continuación se proponen una serie de acciones que tienen que ver con el manejo autónomo y personal de los horarios. No obstante, han de estar ajustados a gustos y necesidades, como apegados a las obligaciones laborales y sociales.

Preparar con el niño los útiles

Con días de anticipación, los padres pueden incorporar a los niños en la tarea de forrar e identificar sus nuevos útiles. Siempre emociona el olor del papel y los colores vivos de tintas y pegatinas. Preparar la mochila y rectificarla es una rutina previa capaz de inducir los mejores deseos.

Mochila escolar.
Preparar la mochila escolar es una forma de adecuarse con lentitud al nuevo período que se avecina.

De un día para otro, no

Los saltos bruscos no son fácilmente tolerables. Si venían de dormir a deshoras, volver al madrugón escolar es traumático. Con antelación hay que ajustar las manecillas del reloj y acercar cada vez más la hora de dormir.

La preparación también abarca a los temas y asignaciones. Refrescar conceptos y dinámicas, tocar de soslayo el contenido de materias atractivas, naturales o geográficas prepara el impulso de los niños a la escuela. La idea es acondicionar, abonando el terreno.

Comunicar buen ánimo

Si las preocupaciones y el estrés se reflejan y transmiten, otro tanto sucede con el buen ánimo. La vida es complicada, pero debemos proteger a los niños.

No es meterlos en una burbuja. Sino entender que la inteligencia emocional de la familia se establece sobre la base de alianzas y redes de apoyo que facilitan su desarrollo.

La unidad del hogar, entre sus miembros cercanos y los de más allá, funda su éxito en la fluidez de las comunicaciones que abrazan y celebran las transiciones, los cambios y la superación de etapas. El niño necesita sentirse parte, integrado y reconocido.

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Planificar es diseñar la libertad

Los adultos están llamados a organizar bien sus días, de lo contrario, los apremios innecesarios introducirán factores de malestar en la vida de los niños. Por ejemplo, la prisa denota inmadurez y es un elemento desencadenante de estrés que irradia de los mayores a los hijos. De igual manera, procrastinar acumula tareas que más temprano que tarde derivarán en desesperación.

Pero si hay organización, los padres dispondrán de planes y rutinas que incluyan la diversión y el esparcimiento. Los niños lo necesitan como respirar. El síndrome postvacacional no es sino un síntoma de que se está por perder la sensación de libertad.

Es imprescindible agendar paseos, fijar rutas e itinerarios, ponerles fechas. En conjunto, organizar los preparativos entre semana, para así poder aprovechar al máximo los días libres.


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