5 trastornos de la afectividad
Escrito y verificado por la psicóloga Maria Fatima Seppi Vinuales
A nivel mundial, alrededor de 280 millones de personas sufren depresión, uno de los trastornos de la afectividad más frecuentes. Se trata de un cuadro que provoca gran malestar y que interfiere en el día a día.
Veamos de qué se trata esta enfermedad y cuáles son los otros trastornos que también forman parte de los problemas de afectividad. ¡Sigue leyendo!
¿Qué son los trastornos de la afectividad?
Los trastornos de la afectividad son aquellos que están vinculados a manifestaciones o expresiones disfuncionales o extremas de los estados anímicos. Por esto mismo, también son conocidos como trastornos del estado de ánimo.
Es decir, se presentan como obstáculos para la vida cotidiana de una persona, impactando en las relaciones interpersonales y laborales. Por lo tanto, afectan la salud completa.
Muchos de estos trastornos tienen comorbilidad, es decir, conviven con otros. De allí la importancia de prestarles atención y abordarlos a tiempo para evitar que la situación se torne más compleja.
Algunos de los trastornos de la afectividad más frecuentes son los siguientes:
- Trastorno depresivo.
- Trastorno bipolar.
- Distimia.
- Trastorno afectivo estacional.
- Ciclotimia.
¿Qué factores influyen en los trastornos de la afectividad?
Para este tipo de cuadros patológicos no hay un único factor que intervenga. Se trata de un conjunto de circunstancias que incluyen cuestiones biológicas (un exceso de cortisol durante un período de tiempo prolongado), personales (no todo el mundo tiene el mismo umbral de reacción ante iguales circunstancias), experiencias de vida (por ejemplo, el estilo de crianza de los progenitores), sociales y culturales, entre otros.
También pueden explicar la aparición de estos trastornos ciertas circunstancias vitales, como estar atravesando un duelo.
1. Trastorno depresivo
Se caracteriza por un sentimiento de tristeza, vacío y desánimo durante la mayor parte del tiempo, pérdida del interés por cosas que antes causaban placer, dificultad para concentrarse y tomar decisiones, entre otros síntomas. También puede haber cambios corporales y en el sueño.
En algunos casos pueden presentarse pensamientos suicidas. La depresión, para ser diagnosticada como tal, requiere de la permanencia de los síntomas al menos durante 2 semanas.
2. Trastorno bipolar
Tal como su nombre lo indica, el estado de ánimo oscila entre dos polos: el de la manía y el de la depresión o melancolía. En el primer caso hay euforia, excitación, un ánimo demasiado optimista y un pensamiento acelerado (taquipsiquia). Mientras se cursan los episodios maníacos, la persona puede realizar conductas socialmente riesgosas e inapropiadas.
En el segundo caso se trata de sentirse desanimado, triste, sin esperanza. Hay una tendencia al aislamiento, a dormir demasiado, a tener poca energía para realizar actividades.
De modo clínico, según su presentación, se subdivide en trastorno bipolar I y II. El tipo I se caracteriza por la presencia de episodios maníacos. Por su parte, el tipo II se distingue por la hipomanía.
3. Distimia
La distimia es un estado de ánimo de tristeza más crónico y prolongado. Por ejemplo, cuando la persona refiere que se siente así “desde toda la vida”. Algunos de los síntomas son desesperanza, falta de energía, baja autoestima, insomnio, dificultad para tomar decisiones, entre otros.
4. Trastorno afectivo estacional
El trastorno afectivo estacional es aquella angustia y tristeza que surge y coincide con el cambio de estación. Al tener menos horas de luz del sol en el día, se sospecha que haya un elemento biológico de fondo que lo explique.
5. Ciclotimia
La ciclotimia tiene altibajos emocionales, pero no se cumplen todos los criterios para diagnosticar un trastorno bipolar. Por ello se ha creado esta categoría particular.
Dejar de estigmatizar los problemas de salud mental
El abordaje oportuno de los trastornos del ánimo tiene un buen pronóstico, ya que a través de diferentes tratamientos (psicoterapia y farmacología) se pueden obtener mejoras notables en las personas.
Sin embargo, muchas no piden ayuda, ya que existe un concepto erróneo y estigmatizante sobre tener depresión o cualquier otro trastorno de salud mental.
Muchas veces, la interpretación que se hace de estos problemas tiene el foco única y exclusivamente en el sujeto enfermo. A esta persona es a quien habría que atender, cuidar y sobre quien deberían recaer todas las medidas. Por esto mismo, es necesario avanzar en una mayor concientización y empatía para acompañar.
Desde la psicoeducación, desterrando los mitos, es posible prevenir y advertir cuándo estamos en presencia de algún problema mayor. También podemos brindar recursos a los pacientes para que puedan tener una buena calidad de vida.
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