Una hermana es más que una amiga, es la mitad de nuestro corazón
Escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater
Una hermana es más que una amiga. El vínculo que establecemos con ellas va más allá de lo familiar. Es esa compañera de batallas, ese pilar cotidiano e inquebrantable con el que siempre podremos contar.
A pesar de que puedan existir algunas diferencias y de que los años de infancia o adolescencia fueran, sin duda, todo un campo de competición, discusiones, ropa que compartir y envidias que disimular, al final, los años nos hacen comprender la importancia de este lazo.
Suele decirse que la verdadera familia es aquella que uno elige sin necesidad de que exista un mismo código genético. Es cierto, todos lo sabemos. Sin embargo, muchas veces la unión que se establece con una hermana supera cualquier relación. Es una conexión emocional, biológica y de intimidad tan exclusiva que, quien tiene la suerte de tenerla, sabe muy bien que es un auténtico tesoro que atender y valorar.
Una hermana, el vínculo que trasciende a la propia familia
Es posible que uno pase algún tiempo sin hablarse con su hermana. La vida, en ocasiones, nos pone en extrañas encrucijadas donde pesa mucho el orgullo, y entonces ocurren esas discrepancias marcadas por un momento de poco tacto.
Ahora bien, a pesar de la distancia y del enfado, el corazón siempre se queda dolido y nos es muy difícil mantener por mucho tiempo esa separación, esa enemistad. Al fin y al cabo, es nuestra hermana pequeña o mayor: ella, quien siempre nos guio y nos aconsejó de la forma más acertada.
Una llamada de teléfono, unas risas, un recuerdo que evocar y, al instante, surge de nuevo esa conexión, esa relación entre hermanos, que jamás podrá romperse, a pesar de la distancia, a pesar de los reproches. Veamos ahora cómo se caracteriza ese vínculo y ese amor con nuestras hermanas.
Una misma crianza, pero con caracteres muy diferentes
Resulta casi asombroso cómo, a pesar de haber recibido una misma educación, de haber vivido casi las mismas cosas, cada hermana acaba por ser muy diferente a la otra. Esto es así debido a factores ambientales que no comparten y que forman su personalidad, según informan varios investigadores de la Universidad de Pensilvania y Stanford.
Las hay reaccionarias y rebeldes: ellas son quienes nos enseñaron a defender nuestros espacios, derechos, a tener voz y a saber elegir qué es lo mejor para nosotras.
Otras hermanas, en cambio, son ese mar de calma y equilibrio que siempre supo aportarnos cobijo y consuelo. Son ese apoyo en días de dificultad donde sentirnos escuchadas y comprendidas.
Los hermanos nunca tienen por qué compartir una misma personalidad. Al igual que los hijos, nunca son copias de sus padres. Los hermanos suelen presentar intereses muy diferentes y reacciones distintas sobre las mismas cosas. Eso es también una ayuda y una forma de crecer, puesto que pueden complementarse en muchos aspectos.
Cuando no hacen falta las palabras
No suele hacer falta indicarle a una hermana que estamos mal cuando estamos frente a frente con ella. El vínculo emocional y la experiencia hace que intuya casi al instante que algo ocurre. Es entonces cuando se despliega esa cercanía y esa preocupación que tanto nos reconforta.
A pesar de que tengamos amigas, pareja y de que contemos con nuestros padres, una hermana comparte con nosotras todo un legado de historias y situaciones que le harán comprender muy bien de qué manera puede ayudarnos.
Las distancias no importan, tampoco las diferencias
No importa que exista un océano de por medio, que la madurez y nuestras historias nos hayan obligado a separarnos para formar nuestras propias parejas. La preocupación y el interés por ella siempre va a estar presente.
Es algo natural y casi instintivo. Llamadas, mensajes… Siempre habrá un modo de contar con ese apoyo, con ese interés continuo por la otra mitad de nuestro corazón a la que tanto añoramos.
Nadie nos dice la verdad con tanta sinceridad como nuestra hermana
Tal vez sean los años, o todo lo que se ha compartido, pero sabemos muy bien que nuestra hermana siempre nos dirá la verdad de forma sincera y casi «sin anestesia».
Una hermana no siente la obligación de ser condescendiente, ni aún menos de agradarnos con falsos convencionalismos. Sabe que la sinceridad es parte de ese lazo familiar y eso es, sin duda, lo que siempre esperamos de ella.
Con ella podemos crear lazos comunicativos muy potentes: elementos que, según este estudio realizado por la Universidad Nacional del Altiplano (Perú), son fundamentales para cultivar relaciones sanas y veraces. Además, pueden tener un rol muy relevante en el desarrollo socioemocional durante la adolescencia.
¿Cómo cuidar la relación con nuestra hermana?
Ella es parte de nuestro corazón. Por eso, debemos cuidar nuestra relación. Debemos aprender a valorar su compañía y entender que es un hermoso regalo que la vida nos ha hecho. ¿Qué podemos hacer para conservar una relación sana con nuestra hermana querida?
- Ser honestos y abiertos: esto es clave para cuidar la relación y construir un vínculo más fuerte. La mejor forma de aplicarlo es compartir sentimientos y pensamientos con ella. Es preciso escucharla a ella también, de manera empática y atenta.
- Compartir momentos: otra manera de preservar la relación es que la invitemos a hacer actividades juntas, cosas que disfrutemos y que nos unan más. Por ejemplo, ver películas, viajar, ir de campamento, etc. Compartir tiempo de calidad a su lado nos permitirá tener recuerdos más hermosos de ella.
- Apoyar y sostener: acompañarla en sus problemas y victorias es necesario para que ella sepa que cuenta con nosotras, en las buenas y en las malas, que no está sola en la tribulación. El apoyo emocional es fundamental.
- Ser empáticos: ponerse en su lugar y comprender sus emociones es otra forma de cuidar la relación. La clave es que se sienta escuchada, comprendida y apoyada. La empatía también nos ayudará a resolver los conflictos cuando estos surjan entre nosotras.
- Respetar sus límites: tenemos que asegurarnos de respetar sus límites. Es nuestra hermana y la conocemos desde hace años. Sabemos lo que le gusta y lo que no, lo que nos permite hacer y lo que no. Respetemos sus límites para mantener una relación sana y feliz.
Vale la pena aplicar todo esto porque es para el bien de la relación con nuestra hermana. Cuidarla, valorarla y apreciarla es la mejor manera de expresarle el amor que sentimos por ella, a pesar de las diferencias que a veces nos separan.
Una hermana es la mitad de nuestro corazón
Una hermana siempre será más que una amiga porque ya hemos pasado con ella múltiples vicisitudes. La experiencia de la infancia, en ocasiones complicada, esos fallos de juventud donde tuvimos su apoyo y esa madurez a la que ambas hemos llegado son triunfos personales compartidos que dejan huella. Marcas en el corazón…
Si en estos mismos momentos estamos distanciadas de ella por una pequeña desavenencia, guardemos el orgullo. No merece la pena. La vida es mucho más sencilla de lo que pensamos, y el apoyo entre hermanos es un regalo excepcional para disfrutar cada día.
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