Aprendí a ser fuerte cuando entendí que tenía que levantarme solo
Escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater
Aprender a ser fuerte en ocasiones implica darse cuenta de que nosotros mismos somos en gran medida responsables de algunos cambios. A pesar del apoyo y los ánimos de los demás, al final las decisiones serán propias y nadie podrá dar los pasos que solo a uno le corresponden.
Cuando nos caemos, la combinación de ingredientes como la motivación, la autoestima y la ilusión nos ayudará a superar las dificultades. No obstante, a veces este equilibrio personal se ve alterado por diversos factores externos como los períodos de estrés continuados, las decepciones cotidianas o las secuelas que producen las relaciones tóxicas.
Por ello, te invitamos a reflexionar un poco más despacio sobre este asunto. Así, a continuación te presentamos varias claves que tal vez te den algo más de luz en tales circunstancias.
Cuando la vida te pide ser fuerte
Una frase común del célebre físico y científico Stephen Hawking es que “quejarse es inútil y una pérdida de tiempo”. Tenemos derecho a hacerlo, no cabe duda. Pero cuando uno se encuentra en una situación compleja y dura, no hay más remedio: solo nosotros podremos salir del abismo.
Reconocerlo es difícil, pero necesario. El apoyo de los nuestros, la familia, los amigos o las instituciones sociales es imprescindible. No obstante, el paso hacia la mejora y el convencimiento de que hemos de sacar fuerzas de la flaqueza es un acto que al final nace en las profundidades del propio corazón.
Nadie elige sentirse débil. Son los distintos acontecimientos los que ‘nos golpean’ para ponernos a prueba. Así, ante momentos de adversidad, cambiar de pensamientos será necesario para gestionar las emociones de modo más efectivo.
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Te explicamos en qué consiste dicha estrategia y planteamos otras que también resultan de utilidad en estos casos.
Confiar en el cambio: ser fuerte depende en gran parte de uno mismo
Quienes te quieren pueden darte la mano para ayudarte a ponerte en pie. Pero si tus piernas no te sostienen y tú mismo te dices que prefieres seguir en la cama, de nada valdrá la ayuda ajena.
Por el contrario, si optas por aprovechar esos ánimos que recibes para impulsarte, verás que ser fuerte depende en gran medida de ti, que la última palabra no deja de ser tuya. Esto podría verse en ejemplos como los siguientes:
- Aplicar un diálogo interno positivo en el día a día. Al igual que te esfuerzas por alimentarte mejor o hacer algo de ejercicio, otra alternativa es evitar instrucciones como “no es posible”, “hoy no puedo”, “me veo incapaz”, “esto no es para mí”.
- Al cambiar de pensamientos, te será más fácil alejarte de las preocupaciones. Así lo sugieren estudios como el realizado por la psicóloga Colette R. Hirsch y colaboradores.
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Aceptar y entender que la vida también es renunciar y dejar ir
En los últimos tiempos otra idea que suele venderse en los libros de autoayuda es la de aprender a ‘soltar’, tanto a los objetos como a las personas. Ahora bien, este a menudo es un reto complicado considerando que:
- Nos apegamos a quienes amamos porque es así como concebimos la felicidad. Dar y recibir es el sentido máximo de la alegría. Por lo tanto, es casi inevitable no aferrarse a la familia, los hijos o la pareja.
- Sin embargo, el principio que subyace a esta clave es el de entender que en la vida nada es seguro. Lo que hoy tenemos mañana podemos perderlo. Aprender a renunciar, a dejar ir es algo para lo cual será saludable estar preparados.
- La aceptación del dolor, de la separación y la pérdida nos permitirá ir haciendo algunos ajustes fundamentales. “Asumo que ya no me quieras, me duele. Pero entiendo que puedo seguir avanzando por mi mismo, siendo fuerte y queriéndome”.
Cuidarse y gratificarse
El mejor cuidado no es el que ofrecen los demás, sino el que uno se brinda a sí mismo. ¿Qué quiere decir esto? Pensemos unos segundos en estas dimensiones:- Si nos decimos a nosotros mismos que la vida ya no nos va a ofrecer nada bueno, que el tren ya ha pasado y que el amor o la felicidad ya no van a aparecer, nos estamos autosaboteando. Esto es, no hay peor enemigo que los propios pensamientos.
- Al cambiar de actitud, también varía el entorno. Así de fácil. Si empezamos a darnos prioridad y nos responsabilizamos del papel que tenemos en nuestro bienestar, es probable que comencemos a percibir en el ambiente otros estímulos.
- Ahora, intentemos recordar cuándo nos gratificamos por última vez. Porque para ser fuerte es preciso reconocer que merecemos ser felices, disfrutar y regalarnos emociones positivas:
- Permitirse disfrutar del ‘aquí y ahora‘, valorando cualquiera de los detalles que nos rodean: la luz, el rumor de la gente que ríe, un rostro amable en el reflejo de un cristal…
- Hacerse un regalo sencillo: un almuerzo, una tarde en la playa, un vestido nuevo, un corte de pelo distinto, una salida con amigos, etc.
¿Qué nos dicen estas claves?
Con estas pautas hemos querido destacar algunas ideas indispensables para afrontar aquellas circunstancias adversas que tantas veces nos ponen a prueba.
Sin dejar de apoyarnos en los demás, estrategias como manejar los propios pensamientos, aprender a ‘soltar’ y, sobre todo, quererse son claves para levantarse.
Porque en el instante en que entendamos que la decisión es nuestra, habremos dado el paso más importante.
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- Eagleson, C., Hayes, S., Mathews, A., Perman, G., & Hirsch, C. R. (2016). The power of positive thinking: Pathological worry is reduced by thought replacement in Generalized Anxiety Disorder. Behaviour Research and Therapy, 78, 13–18. https://doi.org/10.1016/j.brat.2015.12.017
- Gustavon, D. E., Du Pont, A., Whisman, M. A., & Miyake, A. (2018). Evidence for Transdiagnostic Repetitive Negative Thinking and Its Association with Rumination, Worry, and Depression and Anxiety Symptoms: A Commonality Analysis. Collabra: Psychology, 4(1), 13. https://doi.org/10.1525/collabra.128
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