¿Cómo funciona la mente de un maltratador?
Escrito y verificado por la psicóloga Maria Fatima Seppi Vinuales
Frente a los episodios de violencia surgen muchos interrogantes; «¿qué fue lo que le pasó?», «¿qué motivó a tal persona a golpear a la otra?». Pocas veces las respuestas conforman. Para intentar entenderlo, es conveniente averiguar cómo funciona la mente de un maltratador.
En líneas generales, solemos mirar el maltrato como un momento y no como un continuo. Como una circunstancia específica y no como un «modo de proceder, de ser y de estar». Incluso, lo vemos como si fuera «de otro» y no algo de lo que formamos parte con nuestros prejuicios e ideas. Detallamos más al respecto.
¿Cómo funciona la mente de un maltratador?
Enrique Echeburúa (2010) señala que no hay un perfil específico de un maltratador, pero sí existen algunos rasgos comunes. Entre ellos, expone los siguientes:
- Distorsiones cognitivas.
- Ausencia o escasez de empatía.
- Déficit en habilidades sociales, de comunicación y de resolución de problemas.
Respecto a las distorsiones cognitivas, se caracterizan por las creencias patriarcales, que justifican el dominio del hombre sobre la mujer, por ejemplo. En la mente de un maltratador, el poder es un concepto clave.
Busca ejercer control sobre otras personas, se cree con derecho a hacerlo y se reconoce superior. De allí que no se detenga a pensar con empatía y que no repare en los derechos ajenos. No reconoce ni admite puntos de vista diferentes a los propios y busca imponerse.
Incluso, como son incapaces de reconocerse como responsables, emplean diversas estrategias para «resolver» sus conflictos; minimizan los hechos, se victimizan, niegan la violencia, entre otras. El gaslighting suele ser muy frecuente.
Actúan de forma sutil…
En general, se admite que es difícil reconocerlos, ya que suelen funcionar muy bien a nivel social y, a priori, resultan encantadores y envolventes. Su maltrato no suele ser indiscriminado, es decir, no se dirige a todas las personas de las que se rodea. Por el contrario, suele estar dirigido hacia alguien específico.
Numerosas investigaciones enfocan el maltrato desde el déficit en la gestión emocional. Dicho de otro modo, hay una desregulación emocional que facilita el «pasaje al acto» de la violencia. En este punto, la falta en el control de impulsos y de la ira resultan claves para entender el porqué del maltrato.
Por otro lado, el contexto y la socialización de género tienen una enorme influencia en la calidad de las relaciones. Si en la educación que recibimos a lo largo de nuestra crianza —y en las interacciones en la vida en general— escuchamos que los hombres tienen más derechos que las mujeres o que son más fuertes, la consecuencia puede ser la de manejarse con una impunidad absoluta, sin tener el menor registro por lo que sienten los demás y por las consecuencias de los propios actos.
En síntesis …
Algunas de las características de la mente y de la personalidad de un maltratador son las siguientes:
- Egocentrismo y narcicismo. Esto es lo que muestran, pero al mismo tiempo son personas inseguras.
- Intolerancia, rigidez.
- Minimización de los hechos y de la responsabilidad.
- Pensamientos en términos de todo o nada, blanco o negro.
Algunas aclaraciones para entender el fenómeno del maltrato
En primer lugar, es importante desandar algunos mitos muy extendidos. En muchos casos, se ha tendido a equiparar la violencia de género con patologías o enfermedades mentales. Echeburúa (2010) señala que solo una pequeña porción de quienes ejercen agresión presentan algún trastorno mental.
Hay que tener mucho cuidado porque, en ocasiones, se justifica la violencia bajo un diagnóstico, con un doble efecto perjudicial; se estigmatiza a la persona que sí tiene algún trastorno, y se justifica el accionar de un sujeto violento.
Sumado a lo anterior, hay que admitir que aunque el contexto influye, no todas las personas que se criaron en un entorno hostil van a ejercer violencia. Es decir, hay que revisar antecedentes y contextos, pero no necesariamente funciona como «destino».
El maltrato es un fenómeno mucho más complejo y multidimensional, que requiere de abordajes integrales y no simplistas.
La clave está en la prevención y en el cambio de ideas
Es muy importante continuar concientizando acerca del maltrato y su identificación temprana, por ejemplo, en el noviazgo adolescente. De esta manera, podremos ayudar tanto a quien lo sufre como a quien lo ejerce, anticipándonos a las secuelas psicológicas, emocionales y físicas que deja.
Es necesario «desromantizar» los celos, el control, el cuestionamiento por la ropa que usa la pareja o la hora a la que regresa a su casa. En este sentido, las creencias sobre lo que es el «amor romántico» confunden control con interés, y naturalizan situaciones que empiezan siendo levemente violentas. Con el tiempo, esto escala y hace eco en la mente del maltratador.
Con relación a esto, también se deben visibilizar las diferentes formas de maltrato, ya que muchas veces se equipara a la violencia física como la única forma existente. Sin embargo, el psicológico es muy frecuente y trae aparejadas consecuencias considerables.
Un triple frente por abordar
Acorde a la multidimensionalidad del problema, es preciso enfocarse en el trabajo con todas las personas que están implicadas en la situación de violencia; el sujeto, la víctima y todo el entorno.
Respecto al sujeto agresor, existen diferentes programas terapéuticos para dar curso a un tratamiento. Algunos de los objetivos principales tienen que ver con reconocer la responsabilidad en los hechos y trabajar las creencias sesgadas. Por supuesto, serán esenciales la motivación al cambio y el compromiso con el tratamiento.
Por otro lado, respecto a la comunidad, tal como señala Miguel Lorente Acosta en torno a la violencia de género y su relación con la masculinidad,
“si desandamos el camino y seguimos las migas de cada una de las etapas que han conducido a la violencia de género, comprobamos que su origen está en una forma de entender la masculinidad y el ser hombre que conlleva la violencia como posibilidad, y por desgracia, con frecuencia como realidad”.
En este sentido, si la persona agresora vive en una comunidad que acepta y que promueve la violencia como un recurso válido para resolver problemas, si no intervenimos en dicho nivel, el trabajo es incompleto.
Por último, respecto a la persona que vive la violencia, será necesario brindar contención y apoyo para desarrollar recursos que le permitan «salir» de la situación de maltrato, así como abordar las secuelas de lo vivido. Es decir, la única salida posible de la violencia es colectiva.
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