16 consejos para mejorar la capacidad de resolución de conflictos
Revisado y aprobado por el psicólogo José Padilla
Mejorar nuestra capacidad de resolución de conflictos es algo clave en la vida para mantener buenas relaciones, tanto en los espacios laborales como en el ámbito familiar o en pareja. ¿Cuántas veces hemos discutido con un amigo o con un compañero de trabajo y luego nos hemos arrepentido? ¿O tras conversar con otra persona nos hemos dado cuenta de que nos hemos alterado más de lo que debimos…?
Lo queramos o no, las diferencias están presentes en todos los ámbitos en los que tenemos que relacionarnos con otras personas. Son casi inevitables; ya que, al convivir o trabajar con alguien distinto a nosotros, es normal que haya puntos de vista diferentes.
Por eso, saber gestionar los conflictos es un aprendizaje que sirve de ayuda para evitar un mal mayor. Conozcamos cómo.
16 consejos para mejorar la resolución de conflictos con éxito
Lo que aquí te explicamos son consejos para la resolución de conflictos, pero nunca sustituyen la consulta de un profesional. Si crees que necesitas una ayuda especializada, lo mejor que puedes hacer es acudir a un psicólogo.
Dicho esto, distintas disciplinas se han preocupado por el estudio de técnicas para mejorar la resolución de conflictos y cuidar así los vínculos con los demás. A continuación, señalamos algunas claves a tener en cuenta.
1. Mantenerse serenos
«Cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso ciertamente, no resulta tan sencillo».
-Aristóteles-
De acuerdo con lo que señala un artículo publicado por la Revista Comunicar, en los momentos de mayor crisis es cuando se hace más difícil mantener la calma. En este sentido, discutir desde las emociones para tratar de resolver un conflicto es casi imposible; más aún si lo que predomina es la ira.
Lo primero que debemos hacer, por tanto, es contenernos emocionalmente. Hay que saber serenarse. Aunque este principio se debe observar desde inicio y a lo largo de todo el proceso. Antes, durante y después del conflicto: mantener la calma es indispensable.
2. La actitud es lo que cuenta
Si vamos a discutir un punto de vista con la intención de hacer quedar mal a alguien, demostrar que tenemos la razón y que la otra persona está equivocada o estamos en la búsqueda de un solo espacio para la agresión verbal, entonces no estamos tratando de solventar nada. Todo lo contrario, tal y como sugiere la siguiente investigación publicada en 2021 por la Revista de Sociología.
Cuando decimos que la actitud es lo que cuenta es que, si se trata de resolución de conflictos, no podemos tener más intención que esta: subsanar el problema, resolverlo y evitar males mayores.
3. Escuchar es mejor que hablar
En ocasiones, ocurre que nos atropellamos para hablar, para expresar lo que pensamos que está mal y hasta para criticar. Sin embargo, si queremos mejorar la capacidad de resolución de conflictos, tenemos que practicar la escucha un poco más.
De hecho, se dice que la razón por la que tenemos dos oídos y una sola boca es porque deberíamos escuchar el doble de lo que hablamos. Es posible que al atender lo que el otro tiene que decir no solo entenderemos mejor su punto de vista, sino que tal vez descubriremos que no había tal conflicto: solo era un malentendido. Por lo tanto, hay que trabajar para aprender a hacerlo.
«La habilidad de saber escuchar es más difícil de encontrar y desarrollar que la de ser buen comunicador».
4. Definir el problema
Ya que tenemos la actitud adecuada y la disposición para escuchar, debemos comenzar por aclarar: ¿sobre qué discutimos? ¿Qué originó la discusión? ¿Sabemos en realidad cuál es el problema? En la mayoría de las ocasiones, si nos hacemos estas preguntas e indagamos en lo sucedido, nos damos cuenta de que la causa del problema puede ser algo sin importancia.
Lo ideal es definir el problema de manera breve y específica, centrándonos en el ahora y en las posibles soluciones mientras se deja de lado la retahíla de problemas subyacentes al asunto, como bien sugiere un artículo publicado por la Revista de Educación a Distancia (RED).5. Preguntar si algo no está claro
Tenemos que asegurarnos de haber entendido el punto de vista de la otra persona. No perdemos nada si le pedimos que nos aclare algunas cosas antes de pasar a refutar algún punto.
No importa si tenemos que preguntar varias veces, tanto por nosotros como para que la persona también se entienda a sí misma. Esto es lo que se conoce como la técnica de la mayéutica practicada por el filósofo Sócrates, según avala un estudio desarrollado por la Universidad de San Carlos de Guatemala. Sin embargo, se debe evitar que parezca un interrogatorio.
6. Aprender a parafrasear
De acuerdo con algunas investigaciones, como la siguiente desarrollada en 2016 dentro de la Universidad de Santa Cruz do Sul, parafrasear es un proceso lingüístico y a la vez cognitivo que nos ayuda a construir conocimiento. De tal manera que esta herramienta nos ayuda a comprender al otro porque realizamos un resumen de lo que ha dicho y nos permite comprobar que hemos entendido lo que ha querido decir.
Además, ayuda a evitar cualquier tipo de inferencias equivocadas sobre motivaciones, actitudes, pensamientos y sentimientos. Por lo tanto, es muy importante para diferenciar aquello que nos han dicho de aquello que creemos que nos han dicho.
7. Ref0rzar lo positivo
Una vez que hemos escuchado y comprendido, comenzaremos a exponer la propia posición sin criticar lo que el otro hizo, sino recalcando algo positivo. Así evitaremos que haya alguna explosión de ira y que se caldeen de nuevo los ánimos.
8. Los hechos antes que las personas
Debemos aprender a concentrarnos en los hechos, no en los individuos, honrando lo que dice uno de los cuatro acuerdos: no personalizar. De esta manera, hay que darle entender al otro que la queja o crítica que tenemos va dirigida hacia su conducta y no tanto a su forma de ser.
Aquello que ha suscitado el conflicto es algo puntual que hizo en un momento determinado, pero no es aquello que lo define. En suma, no ataquemos a la persona. Además, haciendo esto estaríamos aún más lejos de resolver el problema.
9. No generalizar
La generalización puede conllevar a diversos errores y a un aumento de la frustración. Decirle a alguien «tú siempre haces eso» cuando en realidad es algo que ocurrió una vez es una generalización que podría influir de forma negativa en la autoestima.
10. No culpabilizar
Ninguno de nosotros posee la verdad absoluta con respecto a las cosas y las personas. No somos jueces ni estamos por encima de toda circunstancia para venir a juzgar. Además, la idea al resolver un conflicto es encontrar una solución, no un culpable.
Culpabilizar desemboca en desprecios, críticas, actitudes defensivas e indiferentes, que tienen poco o nada que ver con el comienzo de la discusión. Esto incluye las recriminaciones, los reproches y otras actitudes que, lejos de ayudar a aclarar el asunto, añaden más leña al fuego.
Además, según el psicólogo John Gottman en su libro Siete reglas de oro para vivir en pareja (2012), esta dinámica de culpabilizar recibe el nombre de uno de los Cuatro Jinetes del Apocalipsis, y puede tener graves consecuencias.
11. Cuidar la expresión de sentimientos y emociones
Debemos en todo momento dar a entender al otro cómo nos sentimos. Esto es algo muy importante que nos enseña la teoría de la inteligencia emocional, como bien señala un estudio publicado por la Revista de Claseshistoria. Sobre todo, en una relación interpersonal; ya que hacerlo inspira confianza y abre la comunicación.
Estos dos son pilares básicos si queremos mejorar la capacidad de resolución de conflictos. Sin embargo, debemos cuidar cómo expresamos las opiniones. «Yo pienso que…», «Yo creo que…», por ejemplo, es un modo asertivo de hablar que resulta conveniente.
12. Buscar un mediador
Si nos resulta un poco complicado tratar de llegar a un acuerdo, un mediador puede intervenir en el proceso de resolución de conflictos. Por supuesto, las partes involucradas deben aceptar dicha mediación y buscar técnicas útiles para conseguirlas, tal y como aconseja un estudio desarrollado por la Universidad Autónoma de Gran Canaria.
13. Pensar en el futuro
Muchos refranes y expresiones lo recalcan. No se puede cambiar el pasado ni lo que ocurrió, pero sí podemos incidir de forma definitiva en el futuro. Por eso, la solución que se proponga debe apuntar en esa dirección.
14. Generación de alternativas
En este caso, nos referimos a las posibilidades. Algo muy recomendado es generar tantas soluciones posibles como se nos ocurran. Por supuesto, entre las personas que mantienen el conflicto.
Una vez realizado esto, lo conveniente es escoger aquella solución que beneficie a todas las partes de alguna manera. De este modo, podremos valorar bien cada opción para ello.
15. Festejar los acuerdos
Una vez que hemos logrado resolver el problema y llegamos a algún acuerdo, no está de más alegrarnos por ello y hacérselo saber a la otra persona. Esto demuestra que la apreciamos y que nos contenta seguir manteniendo la relación.
16. Mutualidad y compromiso
Para acabar, el establecimiento de un compromiso entre las partes y su cumplimiento generará mayor confianza entre los miembros. A esto nos referimos con mutualidad y compromiso.
Evitar que el conflicto pase a mayores
Una discusión, por pequeña que sea, puede desembocar en situaciones de estrés y nervios. Podemos comenzar a discutir por la bombilla del baño y terminar por reclamarnos una situación de infidelidad que sucedió hace un tiempo.
Por tanto, hay que hacer un adecuado uso de las emociones. Esto es algo imprescindible para mejorar la capacidad de resolución de conflictos si no queremos desembocar en situaciones desastrosas.
Para ello, la práctica de técnicas de relajación y respiración frecuente puede ayudarnos a tener un mayor autocontrol emocional, indispensable para hacer frente a este tipo de situaciones.
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