Mi conciencia tiene más peso para mí que la opinión de todo el mundo
Escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater
A menudo suele decirse que no hay mejor almohada que una conciencia tranquila. Llegar hasta ese punto de sutil armonía donde cada cosa que hacemos o decimos está en sintonía con nuestros valores configura, sin duda, una conciencia tranquila que nos permite vivir mucho mejor.
Ahora bien, sabemos que para conseguirlo, en ocasiones, debemos librar alguna que otra batalla personal que nos aleja de ciertos entornos y grupos sociales.
Conformar esta mentalidad requiere que pasemos por diversas etapas en las que, poco a poco, vamos entendiendo qué es prioritario y qué es secundario. Te proponemos reflexionar sobre ello con nosotros.
El poder de una conciencia tranquila
Hay quien no la tiene. Hay quien no puede dormir en calma por la noche porque su conciencia no está en paz.
El no haber perdonado, el haber actuado de forma errónea, el haber cedido, claudicado o incluso huido cuando alguien o algo demandaba de nosotros ciertas cosas que no hicimos consigue, sin duda, quitarnos el sueño a muchos.
El complejo pero interesante concepto de la conciencia
Uno de los máximos expertos en el concepto de la conciencia fue William James. El célebre filósofo y psicólogo de finales del siglo XIX, hermano de Henry James, estableció que la conciencia podía dividirse en tres partes:
- El yo empírico: aquí entrarían todas esos aspectos que nosotros mismos nos atribuimos como propios. Ahí es donde se forma la autoestima, lo que somos, lo que nos gusta, aquello que evitamos porque nos hace daño.
- El ego puro: es ese aspecto que alcanza una dimensión más espiritualista e íntima. Es una parte más profunda de nuestro ser del que, en ocasiones, no somos plenamente conscientes. Es ese instinto que nos dice que algo no está bien y deberíamos reaccionar ante ello.
- Los cambios del ego: aquí estarían esos cambios que acontecen en nuestro ciclo vital y que, en ocasiones, nos hacen descubrir aspectos nuevos que integramos en nuestra personalidad y nuestra conciencia. No podemos olvidar que las personas crecemos cada día, que experimentar es aprender.
La conciencia es una sutil combinación de estos aspectos. Todos disponemos de un sistema de valores propio que puede variar con el tiempo pero, a su vez, también tenemos una especie de brújula interna que nos hace revelarnos ante ciertas situaciones que consideramos injustas.
Los riesgos de no atender a la propia conciencia
Gracias a William James sabemos que la conciencia es algo que está arraigado en nuestro ser, que nos guía y nos permite cambiar y aprender para ser saber distinguir entre lo que está bien y lo que está mal.
Llegados a este punto, es posible que te preguntes por qué algunas personas actúan sin escuchar la voz su conciencia.
Estas podrían ser algunas razones:
- Quien está más centrado en su mundo externo y se guía solo por el qué dirán o por la necesidad de complacer a los demás no se escucha a sí mismo. No atiende a su propia conciencia, se descuida, y de ahí el malestar, la incomodidad y los problemas de autoestima.
- En el lado contrario, tendríamos también quien se centra en su propio beneficio egoístamente, sin tener en cuenta a los demás.
No obstante, hay quien no lo percibe o no lo escucha porque solo busca su propio bienestar sin atender a valores, sin entender qué es la nobleza o el respeto.
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Aprende a escuchar la voz
No hay nada más saludable y enriquecedor que escuchar la voz de nuestra conciencia cada día.
Es posible que lo des por sentado, que te digas a ti mismo que ya lo haces y que tu vida avanza en esa sutil armonía donde cada uno de tus actos está en consonancia con tus valores y esencia.
Ahora bien, a veces las opiniones ajenas y expectativas ajenas nos frenan un poco. Si ese es tu caso, intenta recordar estos sencillos consejos:
- Si tu conciencia te dice que te vayas, no te quedes.
- O si te dice que hables y digas la verdad, no mientas.
- Si te dice que protejas, no abandones.
- O si te dice que te quedes y ayudes, no te vayas.
Tu conciencia es sabia: si te dice que te arriesgues, no te acobardes.
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Santoyo, J. M. (2001). Empirismo radical y conciencia en William James. Revista de historia de la psicología, 22(3), 423-430.
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James, W. (1890). Principios de psicología (1 era ed.). México DF: Fondo de cultura económica.
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