Dar amor no cansa, decepcionarse sí
Escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater
Nadie puede agotarse al ofrecer un cariño sincero para quien, a su vez, reconoce cada esfuerzo y detalle. Dar amor no cansa. Lo que ensombrece nuestro ánimo son las decepciones y cada vacío sentido en esas relaciones.
El clásico refrán de “da amor sin mirar a quién” debería puntualizar diversos detalles, esos que todos nosotros hemos experimentado en piel propia al dar lo máximo de nosotros mismos a quienes nos rodean, sin saber que existen límites.
Hay quien da por sentado que recibir atención, halagos, favores y cariño es algo que no requiere esfuerzo, que solo por tener pareja es lo esperable, sin recordar que una relación es un intercambio continuo donde “tú me das y yo te ofrezco”.
El amor incondicional es, sin duda, algo muy respetable. Es lo que siente, por ejemplo, una madre por un hijo, un pilar infranqueable que entendemos y que valoramos.
Ahora bien, la “incondicionalidad” por sí misma es un terreno peligroso para muchas personas. Porque no en todos los casos puede justificarse el seguir dando afecto y respeto cuando ya no lo recibimos. Cuando somos despreciados o traicionados. Es un aspecto común en nuestras relaciones afectivas que deseamos abordar en el siguiente artículo.
La decepción cansa y apaga poco a poco el amor
La decepción cansa y nos hace abrir los ojos. No obstante, hasta que llega ese momento, pasamos por una serie de fases complejas y emocionalmente duras que nos hace cuestionarnos muchas cosas.
Cabe decir que una decepción no siempre es el primer paso hacia una ruptura. Hay veces en que nos permite ver las cosas con mayor realismo para poner en marcha unos cambios más maduros. Veámoslo con detalle.
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Cuando el amor es ciego y la decepción nos abre los ojos
Hay algo que suele ocurrir cuando somos muy jóvenes: vivir esas relaciones afectivas donde idealizamos a la pareja de tal modo que, lejos de verle cualquier defecto, solemos ponerla en un pedestal muy alto.
- El día a día nos va demostrando que la perfección no existe, y eso no debe ser malo ni bueno. Ver la realidad de las cosas es una forma adecuada –y necesaria– con la que afrontar mejor una relación.
- Nuestra pareja, al igual que nosotros mismos, no es perfecta, ni mucho menos infalible. Cometemos errores, todos tenemos manías y muchos defectos.
- Esas primeras decepciones deben abrirnos los ojos para darnos cuenta de que para que la relación prospere, ambos debemos invertir por igual.
Lo fallos se corrigen, los errores sirven para aprender y los defectos se armonizan con los nuestros. Ahora bien, también sabemos que “hay decepciones y decepciones” y errores que no siempre se pueden perdonar.
La decepción que cansa y que hiere
Hay hechos, detalles, palabras y actos que nos abren los ojos y que nos demuestran, con algo de impacto, que una persona no era como esperábamos.
- Lo más probable es que nunca fuera como nosotros creíamos porque, tal y como hemos señalado con anterioridad, el amor tiende a idealizar el carácter de las personas.
- El amor nunca debería ofrecerse con los ojos cerrados. Lo más complicado de todo esto es que, a la hora de hablar de emociones, entramos ya en un ámbito donde es muy complicado controlar lo que sentimos.
- Podemos aceptar una decepción, podemos perdonar un error, e incluso cinco. No obstante, en el momento en que se reincide sin que importe en absoluto el dolor ocasionado nos vemos obligados, sin duda, a tomar una decisión.
La decepción continua no solo cansa, sino que hiere y destruye nuestra autoestima. Es algo que debemos tener muy claro.
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Me he cansado de tantas decepciones
No hay que llegar a estos extremos. Cuando el corazón se cansa demasiado ante tantas decepciones sufridas, empieza o bien a apagarse o aceptar la situación, a rendirse.
- Nunca hemos de caer en estas situaciones donde tolerar las decepciones hasta el punto de pensar que es “lo normal”, que lo mejor es aguantar y callar.
- No importa que sean parejas, amigos o incluso hijos. Si no hay respeto y existe una voluntad clara de hacer daño porque sí, porque no se conoce qué es el respeto y el cariño sincero, es momento de reaccionar con firmeza.
Lo recomendable es saber hacerlo ya en la primera decepción. Una vez abrimos los ojos ante una realidad, hay que afrontarla y dejar claro que nos han hecho daño. Que no es así como se construye una relación.
Si algo te molesta, ponle nombre y exprésalo. Si algo te decepciona, demuéstralo, y ofrece estrategias para que no vuelva a ocurrir.
Por último, si las decepciones continúan, será el momento de dar una respuesta más contundente. De lo contrario, quedaremos demasiado heridos, demasiado fragmentados. No lo permitas.
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