Hombres y mujeres, dos realidades cerebrales diferentes
Escrito y verificado por el psicólogo Bernardo Peña
La vida emocional entre hombres y mujeres tiende a verse influida por las necesidades afectivas y las costumbres de cada cual. No están marcados unos roles concretos que se deban seguir necesariamente dependiendo del género de la persona.
Sin embargo, están patentes ciertos patrones de conducta que pueden llegar a repetirse con cierta constancia. Tanto en las relaciones de pareja heterosexuales como las homosexuales.
No es bueno caer en generalidades, por lo que debemos entender que lo que la biología determina y lo que la sociedad promueve entran siempre en confluencia directa con las vivencias de cada uno, seamos hombres o mujeres de cualquier condición.
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La diferencia entre los hombres y las mujeres
A nivel social, es general escuchar comentarios como que los hombres “se quejan” o “hacen chistes fáciles” sobre la emotividad de la mujer. Por el contrario, las mujeres tienden a acusar que los hombres como pareja no son lo suficiente afectivos.
Esto, por ejemplo, son estereotipos basados en comportamientos socialmente aceptados como comunes. No se trata de verdades absolutas. Las mujeres no necesariamente tienen que presentar una personalidad sensible y delicada, ni los hombres ser los machotes rebeldes que muestran las películas. Es la confluencia de los roles de género, la biología y las experiencias vitales lo que conforma lo que somos como seres humanos.
Es importante entender que, según la definición que ha dado la Organización Mundial de la Salud, es la condición orgánica la que distingue a las hembras de los machos.
A nivel biológico
El sexo biológico está programado por el sexo cromosómico de un organismo. De este modo, durante varias etapas de su desarrollo, en la persona se define su fenotipo sexual. En función de cómo se produzca, pueden coincidir o diverger. En el caso de que no coincidan, se desarrolla la condición conocida como intersexualidad.
El uso del término “género” para referirse a “sexo” en realidad tiene su origen en una mala traducción de la palabra inglesa gender. Esta refleja la asignación de ciertos atributos socioculturales al sexo biológico.
Lo que se busca es evidenciar las diferencias cuantitativas entre sexos que involucran diferentes promedios. Por ejemplo; los hombres suelen ser más altos que las mujeres en general. Pero en particular una mujer puede ser más alta que un hombre.
Cabe mencionar que, desde el punto de vista de la psicología evolucionista, los humanos modernos presentan rasgos naturales que eran adaptativos en un ambiente prehistórico. Lo cual incluye rasgos que han tenido diferentes ventajas para los machos frente a las hembras, y vicerversa.
Además, existen otras diferencias más concretas que diferencian a nivel biológico como puede ser la reproducción humana.
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¿Distintas realidades cerebrales?
A lo largo de la historia, los estereotipos creados al rededor de los presuntos roles que ha de seguir tanto un hombre como una mujer, según su género, han estado muy marcados. A día de hoy, gracias a la evolución de una sociedad cada vez más abierta y diversa, estos están desapareciendo.
Más allá de las verdaderas diferencias biológicas que están patentes en cada uno, a nivel psicológico, cada persona puede llegar a desarrollarse a nivel individual con total indiferencia de su género.
La teoría de los Estudios de Género y Alice Eagly explica lo siguiente. Cómo los niños y las niñas aprenden el comportamiento apropiado. En concreto, en las actitudes de la familia y la cultura circundante con las que crecen. De forma que, en un alto porcentaje, las diferencias de género no físicas son un verdadero producto de la socialización.
También hay que tener en cuenta que estas no son teorías mutuamente excluyentes en su totalidad. Es posible que las diferencias de género sean parcialmente innatas. Pero que luego sean reforzadas y exageradas por el ambiente.
Algunas feministas ven las diferencias de género como producto del patriarcado o la discriminación. El feminismo, de este modo, vela principalmente por una aceptación de las diferencias de género. Cada persona tiene cabida, independientemente de su modo de pensar o actuar. Todos somos únicos e irrepetibles.
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