No tomar decisiones es peor que cometer errores
Escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater
Hay algunas personas a las que les cuesta tomar decisiones, lo cual es algo primordial para encaminar nuestro día a día.
Todos esos pequeños actos cotidianos definen parte de nuestra personalidad. No obstante, lo que de verdad caracteriza lo que somos, son esas grandes decisiones que nos permiten encaminar nuestra vida en un dirección u otra.
Hay que tener claro que: quien no decide por sí mismo deja su destino en manos de los demás o de esa casualidad donde perder por completo el control de nuestra vida.
Si bien es cierto que cualquier decisión viene acompañada por un componente de miedo o incertidumbre, siempre será mejor cometer errores de los que aprender que no hacer nada.
Tomar decisiones que nos permiten vivir con más armonía
En nuestro día a día, más que aspirar a esa felicidad donde poder alcanzar todos nuestros sueños, lo que más deseamos es estar en armonía. Estar en armonía significa actuar de acuerdo a nuestros valores encontrando el respeto de los demás.
También significa mantener relaciones personales basadas en la reciprocidad y el reconocimiento. Algunas de las pautas que podemos seguir para ser capaces de tomar decisiones son:
Aprender a discernir para tomar decisiones
Discernir es una capacidad psicológica que todos poseemos y que podríamos poner más en práctica. En ocasiones nos dejamos llevar por la rutina, por ese día a día donde caer en una monotonía psicológica donde dejamos de actuar.
Esta dejadez hace que nuestros pensamientos se vuelvan algo más rígidos, hasta el punto de ver cualquier alteración o cambio como un peligro. Ir más allá de nuestra zona de confort es algo que nos produce miedo e inseguridad.
Cuando nos veamos en estas situaciones, lo más recomendable es aprender a discernir. Este término significa “darse cuenta de algo, descubrir una verdad”. Esto es, precisamente, lo que debemos hacer: descubrir esa realidad tan poco satisfactoria en la que estamos.
Antes de tomar una decisión adecuada, es recomendable que sepamos discernir en qué punto de nuestra vida nos encontramos, y para ello, es necesario hacernos pequeñas preguntas que nos revelarán una realidad ante la que actuar.
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Para tomar decisiones hay que saber a dónde queremos ir
Cuando tomamos plena conciencia de que necesitamos un cambio, hay que saber hacia dónde queremos dirigirnos y qué deseamos conseguir.
Cambiar por cambiar, sin un propósito claro, no tiene sentido. Es importante ser responsables de cada uno de nuestros actos y para ello, hay que fijarse metas.
Ante de tomar una gran decisión, lo más adecuado es empezar tomando “pequeñas decisiones”. A su vez, reflejadas en metas sencillas que podemos ir alcanzando día a día.
Un ejemplo sería ponerse el propósito de que, a partir de hoy, vamos a ser más asertivos. Daremos “no” cuando de verdad lo sentimos, y un “sí” cuando realmente nos apetezca.
Los pequeños cambios traen consigo una mejora de la autoestima. De este modo, vamos “acumulando” fortalezas y valentía.
Incluso podremos poner en marcha decisiones mayores como buscar otro trabajo, cambiarnos de lugar de residencia…
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No hay que tener miedo a los errores
En ocasiones, buscamos culpables a la infelicidad que ahora mismo nos asfixia, cuando, en realidad, somos nosotros quienes nos permitimos alargar situaciones que por sí mismas, ya deberían haber “caducado”.
Cada uno de nosotros somos creadores de lo que ocurre en nuestra mente. Si entendemos que un error es un fracaso que lamentar, jamás nos permitiremos avanzar.
Un error es una oportunidad para aprender, y quien se limita a quedarse quieto sin decidir por simple miedo a equivocarse de nuevo, estará poniendo muros a su felicidad. Todos disponemos de esa brújula interna que nos dice cuándo algo debe finalizar o cuándo debemos empezar de nuevo.
Atrévete a vivir la vida que de verdad te susurra tu corazón. Racionaliza tus miedos, da fuerza a tu autoestima y aprende de cada piedra que encuentres en tu camino.
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