Otomicosis: ¿qué es y qué la causa?
Escrito y verificado por el biólogo Samuel Antonio Sánchez Amador
La otomicosis es una infección fúngica que se asienta en el oído externo de forma frecuente. Hace parte del grupo de las otitis externas, pero no es provocada por bacterias (como Pseudomonas y otros patógenos oportunistas). En este caso, los agentes causales son los hongos Aspergillus y Candida.
Se estima que la otitis externa constituye del 5 al 20 % de las consultas otológicas, es decir, personas que acuden a la clínica preocupadas por pérdida de audición y síntomas en los oídos. De todo este porcentaje, menos del 20 % de los cuadros clínicos son atribuidos a hongos. Si quieres saberlo todo sobre esta infección micótica, sigue leyendo.
¿Qué es la otomicosis?
La otitis externa fúngica u otomicosis es una enfermedad infecciosa del canal auditivo externo, provocada por varios tipos de hongos, como Aspergillus niger. A pesar de ser menos usual que la otitis bacteriana, en algunas regiones templadas y húmedas estos eventos pueden llegar a suponer el 50 % de los cuadros óticos.
Los hongos productores de otomicosis dependen de la región consultada. Se estima que el género Aspergillus responde al 80 % de los cuadros, mientras que la especie Aspergillus niger, por sí sola, provoca la mitad de las otomicosis. Tras ella, se encuentran otros microorganismos, como Aspergillus fumigates (30 %) o Candida albicans (11 %).
Estas infecciones tienen lugar en el oído externo, en especial en el conducto auditivo. Este canal, de 25 a 30 milímetros de largo y 7 milímetros cuadrados de diámetro, es el encargado de recibir las ondas sonoras del pabellón auditivo hasta el tímpano. Cuando la membrana timpánica retumba por estas ondas, los cuerpos celulares especializados interpretan el sonido.
Los hongos que viven en el aparato auditivo son comensales y saprófitos, es decir, viven de forma normal en la flora ótica y no suelen generar problemas. Además, el cerumen posee propiedades antimicóticas, bacteriostáticas y hidrófobas, tal y como indican estudios del portal Dialnet. Por todas estas razones, los hongos comensales no suelen crecer de más.
Por desgracia, cuando, surgen ciertos desajustes ambientales o internos, las poblaciones fúngicas pueden proliferar en el oído. Algunas de ellas sintetizan toxinas que dañan los tejidos (como Aspergillus), mientras que otras se alimentan de la queratina cutánea, como es el caso de los hongos dermatofitos.
Para saber más: ¿Cuáles son los síntomas de la infección de oído?
Síntomas de la otomicosis
La infección ótica externa de naturaleza bacteriana suele presentarse con dolor y secreciones purulentas. Este no es el caso de la otomicosis, ya que los signos clínicos son inespecíficos y, en general, menos severos.
Según la Revista de Diagnóstico Biológico, el síntoma más común en todos los casos es el prurito (picor). El paciente también experimenta molestias continuas, dolor (a veces no), pérdida de audición y sensación de que el oído «está lleno». Estos cuadros no suelen ir acompañados de fiebre, ni tampoco se inflama el pabellón auricular posterior.
Además, tal y como indica el Manual MSD, la infección puede verse a simple vista. Si el cuadro es provocado por A. niger, aparecen en el conducto auditivo puntos grises (conidióforos) rodeados de material aterciopelado (hifas). La infección por C. albicans es menos visible, pero suele provocar un exudado espeso que contiene esporas.
Causas y factores de riesgo
La mayoría de los hongos que provocan otomicosis son saprófitos, es decir, se alimentan de las sustancias de desecho que están presentes en el medio. En el caso del ser humano, estos microorganismos aprovechan las descamaciones y exudados epidérmicos para nutrirse, sin provocar ningún daño.
De todas formas, existen ciertos factores que pueden provocar un desbalance en las poblaciones fúngicas. Entre ellos, destacamos los siguientes:
- Cambios ambientales: un hongo saprófito puede convertirse en patogénico si las condiciones son las adecuadas. Una humedad y temperatura altas promueven el crecimiento fúngico.
- Cambios en el epitelio del canal auditivo: por ejemplo, variaciones en el pH del medio interno del oído pueden facilitar eventos infecciosos.
- Cambios en el cerumen: bañarse de forma usual en el mar o practicar natación facilitan la entrada de agua en el oído externo, lo que destruye el cerumen. Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) establece vínculos entre nadar y padecer infecciones óticas.
- Inmunosupresión: si el sistema inmunitario se ve dañado, es más posible que especies comensales en el cuerpo humano se desarrollen sin control. Los pacientes con SIDA presentan estos problemas de forma usual.
- Anormalidades en el canal auditivo: si la persona presenta lesiones o irregularidades previas, es más fácil que se asienten los hongos.
- Condición y hábitos sociales: curiosamente, llevar ciertas prendas que tapen los oídos (velos, orejeras o aislantes sonoros) podrían favorecer la aparición de otomicosis. Cuanto menos contacto tenga el oído con el medio más humedad se acumula, lo que facilita el crecimiento fúngico.
En resumen, muchos factores pueden predisponer a la otomicosis, pero las variaciones ambientales y deportes acuáticos suelen ser los más comunes. Debido a que el tratamiento antirretroviral (TAR) ha frenado la gravedad del cuadro de los pacientes VIH-positivos, ya no es tan común que estos presenten infecciones fúngicas por agentes comensales.
¿Cómo se diagnostica?
Tal y como indica la Clínica Universidad Navarra (CUN), la otitis externa se diagnostica con la observación y exploración física. Mediante el uso de un otoscopio (instrumento médico con un haz de luz), el profesional podrá detectar toda anormalidad asentada en el canal auditivo externo.
A veces, puede requerirse un cultivo del exudado del epitelio ótico del paciente en condiciones laboratoriales. Aplicar antibióticos en una persona infectada con Aspergillus no sirve de nada, así que hay que asegurarse bien de que el agente patógeno diagnosticado es el correcto. Para que crezcan hongos, se utilizan medios de cultivo.
Tratamiento de la otomicosis
Como hemos dicho, el tratamiento de elección es, en todos los casos, un antifúngico. Algunos pacientes con otomicosis acuden al especialista en ocasiones sucesivas, ya que se les recetan antibióticos erróneamente y la infección progresa. Tomar un antibiótico en una infección fúngica no sirve para nada.
La revista médica International Archieves of Otorhinolaringology detalla los tratamientos más comunes en estos casos. Los antifúngicos, que se aplican en forma de gotas en el oído, abarcan lo siguiente:
- Del grupo azol (imidazol, miconazol, clotrimazol, etcétera).
- Anfotericina B.
- Ácido bórico.
- Mercurocromo (solución 1-2%).
- Acetato de fenilmercurio.
Los antimicóticos azólicos son los que más se usan en casi todos los casos. Estos impiden la síntesis del ergosterol (principal componente de las membranas de los hongos), lo que impide que crezcan y se reproduzcan en el tejido. Las soluciones con los antifúngicos citados no deben realizarse si el tímpano está perforado, pues pueden dañar estructuras.
Más allá de esto, también se pueden prescribir analgésicos de venta libre y antihistamínicos, con el fin de reducir la inflamación, el picor y el dolor. Con el tratamiento adecuado en cada caso, la infección debería remitir en unos pocos días sin mayores complicaciones.
Prevención y recomendaciones
Un paciente con un sistema inmunitario deprimido no puede evitar su inmunosupresión sin agentes farmacológicos, así que en estos casos la única prevención posible es ponerse en manos de un profesional. Por otro lado, las personas con buena salud sí que pueden evitar una otomicosis sin acudir a medicamentos, siempre y cuando presten atención en ciertos ámbitos.
Por ejemplo, hay que tener mucho cuidado a la hora de practicar deporte en la piscina, pues el agua residual puede destruir el cerumen y desbalancear el pH del canal auditivo. Se recomienda siempre llevar gorro de baño, e inclinar bien la cabeza hacia los lados una vez ha finalizado la actividad, con el fin de expulsar los residuos de agua.
Por otro lado, también cabe destacar que limpiarse los oídos es bueno, pero no en exceso. No siempre es adecuado deshacerse de todo el cerumen del canal auditivo, pues este tiene propiedades protectoras. Bajo ningún concepto utilices bastoncillos, pues estos solo provocan la acumulación de cerumen y materia contaminada en el oído.
Por último, también se recomienda dejar «airear» los oídos cada cierto tiempo si llevas prendas de ropa o accesorios que tapan el pabellón auricular. Cuanta más humedad se acumule en el canal auditivo, más probable es que los hongos comensales comiencen a multiplicarse sin control.
Para saber más: Eliminar el cerumen de los oídos sin dañarlos
¿Qué hay que recordar?
La otomicosis no es una infección grave en sí misma, pero sí que puede generar muchas molestias a corto plazo. Hasta cierto punto, este cuadro se puede evitar, pero en otros casos es casi imposible. Por ejemplo, si vives en una región con una humedad muy alta y temperaturas elevadas, poco más puedes hacer que mantener la higiene al día.
En el caso de que sientas dolor de oído por más de un par de días, acude pronto al médico de atención primaria. Un diagnóstico temprano evitará que la patología se agrave y afecte a zonas cercanas, como el oído interno.
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