Relaciones de dominación y sumisión, ¿son seguras?

En ocasiones, las relaciones de dominación y sumisión van más allá del dormitorio, y terminan afectando la vida y el bienestar de los miembros de la pareja. Te contamos más a continuación.
Elena Sanz

Revisado y aprobado por la psicóloga Elena Sanz.

Escrito por Elena Sanz

Última actualización: 25 abril, 2023

Cuando hablamos de relaciones de dominación y sumisión generalmente pensamos en ciertas prácticas sexuales similares a las que aparecen en la famosa película «50 Sombras de Grey». Sin embargo, en ocasiones estas dinámicas traspasan las fronteras del dormitorio y terminan impregnando por completo la vida de la pareja. ¿Son seguras?, ¿son adecuadas? Esto depende de varios factores de los que hablamos a continuación.

Las relaciones de dominación y sumisión se basan en un juego de poder. Si nos fijamos atentamente, en la mayoría de las parejas existe este componente en cierto grado. Por las propias características de personalidad de sus miembros, es común que uno sea más extrovertido, más resuelto y tendente a tomar el mando, y el otro más pasivo y proclive a dejarse llevar por las decisiones y preferencias del compañero.

No obstante, el problema puede surgir cuando estos roles se llevan al extremo, pues pueden llegar a atentar contra la integridad y el bienestar psicológico de alguna de las personas.

Relaciones de dominación y sumisión, ¿en qué consisten?

Relaciones de dominación y sumisión, ¿son seguras?
Una relación de dominación y sumisión puede generar heridas emocionales cuando se extiende fuera del dormitorio.

En una relación de dominación y sumisión, cada una de las personas adopta un papel determinado. El dominante protege, dirige y controla al sumiso; quien, a su vez, se muestra servicial, complaciente y entregado. Como decíamos, estas prácticas son frecuentes en el ámbito sexual, formando parte de una categoría más amplia conocida como BDSM.

En estos casos, ambos miembros de la pareja deciden consciente y deliberadamente asumir estos roles, existiendo consenso entre ellos y una gran comunicación respecto a expectativas y límites.

Siempre que se realicen con consentimiento y de forma segura, estas dinámicas llevadas a cabo entre adultos no suponen ningún problema, incluso pueden ser un aliciente para la sexualidad y el disfrute.

No obstante, en muchas ocasiones esta dinámica de poder impregna la vida cotidiana de la relación de pareja y lo hace de forma inconsciente. Es decir, esta asunción de roles no se ha hablado, no se ha consensuado ni se han establecido límites; simplemente ha surgido en la interacción de la pareja.

En esta situación, la persona sumisa puede generar una gran dependencia emocional, verse limitada personalmente y renunciar o perjudicar varias parcelas de su vida. Puede verse aislada, alejada de amigos y familiares, ser controlada por su pareja (a nivel personal, sexual o económico) y ser víctima de humillaciones y malos tratos que afectan a su autoestima.

¿Por qué nos implicamos en relaciones de dominación y sumisión?

Toda relación sana ha de ser equilibrada, recíproca y justa; ambos miembros han de sentir que dan y reciben en proporciones similares, que aportan y se benefician al mismo nivel. Cuando aparece un desequilibrio, cuando una persona adopta una posición de superioridad y la otra se subordina, surge el sufrimiento.

No hablamos aquí de prácticas sexuales libremente escogidas, sino de un estilo de vida que anula a una de las personas para ensalzar a la otra. Cuando aparecen estas dinámicas, tendemos a victimizar a la persona sumisa. No obstante, hemos de ser conscientes de que la relación se mantiene porque las actitudes de ambos se complementan y, por tanto, la responsabilidad es compartida.

Así, cabe preguntarse por qué algunas personas terminan inmersas en relaciones de dominación y sumisión, y por qué las mantienen pese a lo disfuncional y tóxico del vínculo. Estos son algunos de los factores implicados.

Estilo de apego

El estilo de apego es la forma en la que hemos aprendido a vincularnos afectivamente con otros, el modo en que aprendimos a pensar de nosotros mismos y de los demás. Se forja en la infancia, en la relaciones con los cuidadores principales, y se repite y refleja en nuestros vínculos adultos. Así, quienes poseen un apego seguro buscan emparejarse con personas igualmente equilibradas, saben dar y recibir, pueden implicarse emocionalmente sin depender.

En cambio, aquellos con un apego ambivalente buscan una cercanía excesiva, temen al abandono y son capaces de anularse a sí mismos con el fin de ganarse y mantener el afecto del otro.

Es común que escojan parejas que presentan un estilo de apego evitativo, caracterizado por la frialdad emocional y la autosuficiencia. Así, naturalmente esta persona toma una posición de superioridad y el compañero se ve abocado a someterse a sus deseos para no perderlo.



Autoestima y seguridad personal

Baja autoestima en el síndrome de la niña buena.
Las personas con baja autoestima tienen un mayor riesgo de caer en relaciones de dominación y sumisión.

Podemos percibir claramente que las personas dominantes poseen una elevada autoestima (o al menos esto es lo que proyectan) y emanan seguridad y confianza. Son precisamente estas características las que les faltan a las personas sumisas, generalmente inseguras y necesitadas de aprobación.

Así, surge una idealización que lleva a percibir al dominante como naturalmente superior. Este se muestra dispuesto a proteger, enseñar, guiar y controlar, algo que el sumiso siente que necesita.

De este modo, se perpetúan los roles: el dominante (normalmente narcisista) obtiene la admiración y la entrega que siente que merece; y el sumiso (falto de autoconfianza) puede ceder su voluntad y responsabilidad a un otro que se hace cargo de él. Pese a lo negativo de esta vinculación, ambos se sienten cómodos en ella porque responde a las carencias y necesidades propias de cada uno.



Heridas infantiles

Las experiencias tempranas que tenemos durante la infancia en ocasiones nos marcan de forma negativa. En concreto, se han descrito 5 principales heridas infantiles que marcan nuestro carácter e influyen en cómo nos relacionamos. En el caso de las relaciones de dominación y sumisión, es probable que esté presente (en la persona sumisa) la herida de humillación.

Esta lleva a la persona a sentirse indigna, a considerar que no merece afecto, respeto y consideración. Se avergüenza de quien es y se considera incapaz. Así, construye una personalidad dependiente y vive sintiendo que su valor depende de la aprobación externa. De tal forma, se olvida de sí misma para dedicarse a cubrir las necesidades y expectativas de la pareja.

Salir de las relaciones de dominación y sumisión, y aprender a vincularse sanamente

En el pasado, eran las mujeres quienes con más frecuencia se hallaban en el polo sumiso de las relaciones (el más perjudicado). Sin embargo, hoy en día esta distinción entre géneros se ha difuminado y muchos hombres se ven opacados o anulados en sus relaciones de pareja.

Sea cual sea el caso, sostener estos vínculos daña profundamente la autoestima, genera ansiedad y malestar emocional y nos coloca en una posición vulnerable: la de depender de un otro.

Así, si te identificas con esta dinámica, lo más conveniente es que busques ayuda profesional. Terminar la relación actual no suele ser suficiente. Si no se sanan los patrones que llevaron a una persona a escoger y sostener ese tipo de relación, es posible que se repita en el futuro con próximos compañeros sentimentales.

Recuerda que una relación ha de ser un lugar seguro, una fuerte de amor y respeto, y, ante todo, un espacio equilibrado. La psicoterapia puede ayudarte a recuperar tu poder al respecto y aprender a vincularte sanamente.


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