Ser feliz no es una utopía: reflexiones sobre la felicidad
Escrito y verificado por el psicólogo Marcelo R. Ceberio
Todos tenemos derecho a conocer la felicidad de primera mano pero, por lo general, no sabemos explicar qué es, en qué consiste y para qué sirve. Este es un concepto absolutamente personal y subjetivo, y por lo tanto, cada ser humano lo definirá de manera distinta.
¿Qué es lo que nos hace felices? ¿Qué parámetros comunes podemos utilizar para hablar de este sentimiento tan anhelado por la sociedad desde el inicio de los tiempos?
¿Qué es la felicidad?
La conceptualización sobre la felicidad ha variado de acuerdo a factores socioculturales, ciclos evolutivos, perspectivas teóricas, áreas de la ciencias, etc. Todas han intentado otorgar una definición que pueda aclarar y hacer entender qué es ser feliz, desde la filosofía China y grecorromana hasta los etólogos, neurocientíficos y psicólogos.
Tal vez, una conclusión sea que a la felicidad -al igual que otros conceptos abstractos como el amor, la lealtad, la honestidad o la generosidad- resulta difícil otorgarle una definición general, ya que cada persona elabora su propia definición bajo parámetros absolutamente subjetivos y personales.
El origen del término felicidad deriva del latín felicitas que se traduce como ‘fértil’. No deja de ser un concepto acertado, puesto que esta palabra implica desarrollo, proyecto, crecimiento, avance…
La felicidad, por lo tanto, puede entenderse como un estado de ánimo en el que el ser humano se siente satisfecho, contento y alegre. Se asocia con placer, pero además la sensación de ser feliz:
- Concatena factores biológicos neuroendocrinos.
- Involucra al sistema límbico en el cerebro.
- Implica factores emocionales, ya que la felicidad es claramente un sentimiento que en parte se basa en la alegría (una de las 6 emociones básicas darwinianas).
- Enlaza con factores cognitivos: nos lleva a pensar de una manera positiva, socavando pensamientos negativos y automáticos y factores sociológicos.
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¿El dinero da (o no) la felicidad?
En las escalas de felicidad consistentes en protocolos con diferentes variables se ha detectado lo siguiente:
- En los países con graves y medios problemas económicos y con niveles importantes de pobreza, el valor del dinero es relevante para la felicidad.
- En países donde la ganancia per capita está asegurada, el nivel económico no se muestra relevante; es decir, no es una de las variables que asegura felicidad.
Un salario digno de los países del primer mundo posibilita buen techo, alimentación, educación y diversión. Sobrepasar ese ingreso parece ser directamente proporcional a las obligaciones que implica ganarlo (mayor tiempo destinado al trabajo, más impuestos, cambio de inmuebles, adquisición de bienes materiales no necesarios, etc.) y, con ello, menor tiempo para disfrutar.
Ganar más dinero también genera una mayor complicación.
Bienes materiales o bienes ostentables
En los países capitalistas, los bienes materiales se transforman en bienes ostentables. Por ejemplo, una casa impactante, un coche de lujo, o la ropa de marca son elementos adquiridos comúnmente para mostrar cierto status.
El dicho “el dinero no da la felicidad” es una frase que se usa para contrarrestar la fuerza que tiene el mito de la importancia del dinero (el dinero como pasaporte a la adquisición de bienes materiales que reportan supuesta felicidad).
Vivimos (o hemos construido) una sociedad cuyas variables del éxito son, entre otras, la fama y el reconocimiento social. Somos biológicamente seres relacionales que establecen vínculos y que buscan ser aceptados e incluidos en grupos.
La cuestión es, ¿bajo qué parámetros edificamos la inclusión y la aceptación? Si un pilar fuerte está colocado en lo material, estamos equivocándonos fuertemente y apartándonos de la dirección correcta.
Necesitar y desear: la gran diferencia
Lo que no se pone en evaluación en esa carrera loca por generar dinero y prestigio es que lo que no se puede comprar es el tiempo, ese que se destina a producir el dinero para sustentar un placer idealizado. Un placer que no se alcanza porque falta tiempo y por el ritmo enfermizo al que se somete el ser humano para producir. Una hermosa y sádica paradoja.
En este sentido, podemos pensar que puede ser mucho más feliz una familia de clase media o baja que tenga proyectos, antes que una pareja adinerada sin perspectivas vitales. Socialmente, uno de los grandes motores aspiracionales es el deseo y es la falta de algo lo que produce que se instaure este.
Tanto las clases medias (principalmente la media media y media baja), como las clases bajas altas, suelen ser clases deseantes a corto plazo. Se preocupan, por ejemplo, por cambiar el coche por otro en mejor estado, pintar la casa o adquirir un préstamo para comprar una propia y dejar de alquilar.
No son aspiraciones aparentemente ostentosas, pero son grandes metas para estas clases sociales.
Fama, belleza y dinero: bad destiny
Como vemos, la felicidad es un concepto absolutamente subjetivo. No obstante, cuanto más elevada sea la clase social, mayor será el nivel de exitismo y, por ende, de banalidad. Cuando se tiene el poder económico se suprime el deseo, se pierde naturalmente la aspiración porque no hay lucha para obtener. Además, la atención se focaliza en el reconocimiento que hace el entorno, anulándose los valores personales. Un buen ejemplo son las estrellas de Hollywood que, a pesar de haber alcanzado la fama, la belleza y la fortuna, terminan sufriendo adicciones y depresiones graves. Esto ya fue demostrado en una investigación realizada por un equipo de la Universidad de Harvard desde finales de los años 30, en la que se utilizó una muestra de 268 personas a las que se investigó y siguió durante un lapso de 75 años. La conclusión a la que llegaron fue que los vínculos afectivos (como la paternidad, la pareja, los hijos y los amigos) son los que proporcionan la verdadera felicidad. El dinero siempre queda a un segundo plano.Lee también: Los abrazos benefician tu salud emocional
Lo importante es lo que no se ve
Como se deduce de este planteamiento, lo que verdaderamente provoca una existencia feliz y satisfactoria son unas buenas relaciones personales. Esto no implica que la fama o el prestigio sean algo malo, pero es importante no darles una importancia que no tienen.
Ser felices va más allá, es una filosofía de vida, es saber que hay un lado bueno de la vida a pesar de la catástrofe y que siempre habrá personas afectivamente cercanas que nos sostendrán en los momentos difíciles. El amor es uno de los componentes profundos de la felicidad.
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- VV.AA. Harvard Study of Adult Development. https://www.adultdevelopmentstudy.org
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