Amiloidosis: síntomas, tratamiento y pronóstico
Escrito y verificado por el biólogo Samuel Antonio Sánchez Amador
Amiloidosis es un término genérico utilizado para describir a un grupo de enfermedades de etiología diversa y pronóstico y tratamiento muy variables. Este conjunto de condiciones graves tiene una característica en común, el depósito de una proteína anormal (amiloide) en diversos órganos, lo que causa interferencias en su funcionamiento normal.
Su epidemiología es difícil de precisar, pero se estima que la sufren entre 5,1 y 12,8 pacientes por cada millón de personas al año. Debido a su baja incidencia, se considera un conjunto heterogéneo de enfermedades raras. ¿Cómo se manifiesta? ¿Cuáles son los tratamientos disponibles? En el siguiente espacio te contamos todo al respecto.
¿Qué es la amiloidosis y cuáles son sus causas?
La amiloidosis hace referencia a un conjunto de enfermedades raras y no solo a una patología concreta. De todas formas, en todas las variantes se produce el acúmulo de una proteína propia con plegamiento anormal en distintos órganos y sistemas, lo que provoca una alteración de su funcionamiento.
Tal y como indica el Hospital Puerta del Hierro, existen muchas proteínas en el cuerpo que pueden plegarse mal y provocar esta condición. La predisposición a este fallo metabólico puede ser heredada, pero existen casos en los que se produce por mutaciones de ADN espontáneas sin antecedentes familiares. Te contamos los tipos principales.
Amiloidosis primaria (AL)
La amiloidosis primaria (AL) es la forma más común de la enfermedad, pues representa el 85 % de los casos diagnosticados en los países de ingreso alto. No se conoce la causa de la producción de la proteína amiloide, pero se sabe que está relacionada con una síntesis anormal de anticuerpos por parte de un tipo de cuerpos inmunes, conocidos como «células plasmáticas».
En una situación normal, las células plasmáticas (o plasmocitos) producen anticuerpos (glucoproteínas) enteros, y el cuerpo los degrada y recicla después de un lapso concreto. Estas glucoproteínas, cuando funcionan de forma correcta, protegen frente a infecciones patógenas.
Cuando las cadenas de los anticuerpos se producen de forma atípica, no pueden ser degradadas. En consecuencia, se forman fibras que se acumulan en órganos y tejidos. La mayor densidad de amiloides se encuentra en el corazón, los riñones, el hígado, el bazo, los nervios, los intestinos y la piel.
Amiloidosis secundaria (AA)
La amiloidosis secundaria aparece relacionada con un proceso inflamatorio crónico. En este caso, esto se debe a que la proteína que se acumula es la amiloide sérica A circulante, que se eleva en respuesta natural a la inflamación e infección del organismo. La osteomielitis crónica, el síndrome del intestino irritable y otras condiciones pueden propiciarla.
Otros tipos
Como hemos dicho previamente, existen otros tipos de amiloidosis. Te resumimos 2 variantes más de forma breve en la siguiente lista:
- Familiar: es la forma hereditaria de amiloidosis. Suele estar relacionada con la mutación genética en genes que codifican a una proteína que se produce en el hígado, la transtiretina. Esta proteína mal sintetizada se acumula con el tiempo en el corazón. Estudios calculan que el 4 % de los afroamericanos son portadores de alguna de estas mutaciones.
- Sistémica senil: se adquiere, no se hereda. Suele producirse una acumulación proteica en el corazón, sobre todo en pacientes ancianos. La transtiretina vuelve a ser la protagonista, pero en este caso no tiene por qué asociarse su acúmulo a una herencia familiar.
Como puedes ver, existen muchos tipos de amiloidosis, en base al tipo de proteína que se acumula en cualquier órgano dado. De todas formas, recalcamos que la variante más común es la primaria, desencadenada por una producción incorrecta de anticuerpos inmunes.
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¿Cuáles son sus síntomas?
La Clínica Mayo recopila las principales manifestaciones clínicas de la amiloidosis. Estas abarcan lo siguiente:
- Hinchazón en tobillos y piernas: esto puede deberse, en parte, a un mal funcionamiento hepático o renal, que provoca un desajuste en la cantidad de líquidos y sustancias que se almacenan en el organismo.
- Fatiga, debilidad y falta de aire con el mínimo esfuerzo: estos son síntomas generales de amiloidosis, independientemente del lugar donde se acumulen las proteínas anormales.
- Ritmos cardíacos anormales e insuficiencia cardíaca: esto es característico en la amiloidosis sistémica senil. Se debe a la acumulación natural de transtiretina (TTR) en el corazón de forma lenta y progresiva, a medida que el paciente envejece.
- Hormigueo o entumecimiento de manos y pies: debido a la acumulación de amiloides en terminaciones nerviosas.
- Moretones y lengua más voluminosa (macroglosia): estas son las manifestaciones epidérmicas de la acumulación de amiloides.
Los síntomas son inespecíficos y, aunque estos dependen del órgano afectado, muchas veces permanecen enmascarados por la patología previa que determina la aparición de la amiloidosis.
Los daños renales son los más frecuentes en muchos casos, pues hasta el 66 % de los pacientes con amiloidosis primaria sufren disfuncionalidades de gravedad variable en los riñones, tal y como indica la Revista Mexicana de Dermatología. Así pues, la hinchazón de las extremidades y la presencia de proteínas en la orina son los signos más iniciales más comunes.
Factores de riesgo
Hablar de factores de riesgo en un conjunto de enfermedades tan heterogéneo es algo complejo, pero existen ciertas condiciones que podrían llegar a predisponer a un paciente a sufrir amiloidosis. Entre ellas, encontramos las siguientes:
- Edad: según estudios, la edad media de presentación de la condición es de 65 años. Se cree que la amiloidosis sistémica senil está infradiagnosticada, y que se presenta con el proceso de envejecimiento.
- Sexo: dos tercios de los pacientes con amiloidosis son hombres.
- Otras enfermedades: las patologías inflamatorias crónicas (como el síndrome del intestino irritable, la osteomielitis crónica, la espondilitis anquilosante, entre otras) y ciertas enfermedades infecciosas pueden propiciar la aparición de una amiloidosis secundaria.
- Familiares enfermos: como hemos comentado, algunas variantes de estas patologías son de naturaleza hereditaria.
- Etnia: las personas afroamericanas son más proclives a presentar amiloidosis, ya que acarrean a nivel genómico ciertas mutaciones genéticas en mayor proporción al resto de etnias.
¿Cómo se diagnostica?
Tal y como indica National Health Service (NHS), diagnosticar una amiloidosis es bastante difícil, pues los síntomas son muy vagos y tienden a confundirse con los provocados por otras enfermedades.
Después de una exploración física, analíticas rutinarias (muestras de orina, análisis de sangre, entre otros), pruebas de tomografía computarizada y de función tiroidea y hepática, el diagnóstico final solo se puede realizar con una biopsia.
Tras obtener una muestra del tejido dañado, esta se tiñe con la sal de tinción rojo Congo. Este método permite observar al microscopio la birrefringencia verde característica de la proteína amiloide. Los lugares más adecuados para realizar la prueba son la grasa del panículo abdominal, la mucosa rectal, las encías, la piel, el riñón y el hígado.
Tratamientos disponibles
Por desgracia, estamos ante una serie de enfermedades que no cursan con un buen pronóstico. Su tasa de supervivencia tras el diagnóstico oscila entre 1 y 4 años. Las causas de muerte más comunes son la insuficiencia renal y la afectación cardiológica. Solo se concibe la remisión cuando el agente causal es localizado, como un tumor.
De todas formas, esto no significa que no haya que luchar por la vida del paciente. El
Manual MSD detalla los tratamientos más eficaces en base al tipo de amiloidosis presentado.
Amiloidosis primaria
La acción conjunta de la quimioterapia, ciertos fármacos y el trasplante de células madre periférico puede detener el depósito de amiloides. La radioterapia puede ser la opción más apropiada cuando la acumulación de amiloides solo se produce en una zona del organismo concreto.
Amiloidosis secundaria
Se requiere el tratamiento urgente de la enfermedad subyacente. Si la causa es una infección o un tumor curable, se concibe una posible remisión. Esto no sucede en todos los casos, pues recordemos que el pronóstico es muy pobre.
Amiloidosis hereditaria y senil
Cabe recordar que ambas condiciones se producen por el acúmulo de la proteína transtiretina (TTR) en el corazón. Los medicamentos como diflunisal y tafamidis pueden estabilizar esta molécula proteica, lo que ralentiza la progresión de la enfermedad. Esto demora el inevitable final, pero no supone una cura total de la patología en ningún momento.
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Pronóstico
Nos resulta difícil terminar en una nota positiva, pues el pronóstico general de la mayoría de tipos de amiloidosis es muy pobre. Si bien la esperanza media de vida es de 1-4 años, aquellos pacientes con una afectación localizada o amiloidosis senil pueden vivir hasta por 5-15 años, con una calidad de vida variable.
En muchos casos no se puede curar la enfermedad, pero sí retrasar su progresión. Esperemos que con los avances médicos – y un mayor entendimiento del cuerpo humano – la amiloidosis primaria y sus variantes puedan curarse de forma eficaz en el futuro.
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