Bola o bulto en la espalda: 9 posibles causas

La presencia de un bulto en cualquier parte del cuerpo es motivo de alarma para muchas personas. Sin embargo, en la espalda, la mayoría de las veces es un problema benigno.
Bola o bulto en la espalda: 9 posibles causas
Leonardo Biolatto

Revisado y aprobado por el médico Leonardo Biolatto.

Escrito por Edith Sánchez

Última actualización: 03 mayo, 2024

Un bulto que aparece en la espalda no suele ser señal de un problema de salud grave. No obstante, hay que prestarles la atención adecuada, ya que amerita un diagnóstico por parte de un profesional.

Denominamos como bola o bulto a una formación o protuberancia que tiene volumen, es decir, que sobresale. A veces presenta el mismo color de la piel, pero también podría ser pigmentado o estar enrojecido.

Es muy fácil que una bola en la espalda pase desapercibida cuando es pequeña. En general, la mayoría de sus causas no suelen ser dolorosas. No obstante, hay casos puntuales en los que el bulto toma dimensiones notorias o se acompaña de otros síntomas, como picazón, dolor o infección de la zona.

A continuación, te mostramos las causas más frecuentes de un bulto en la espalda. Toma esta guía solo como orientación, ya que el diagnóstico final lo hará un médico.

1. Lipoma

Esta es, quizás, la causa más común de aparición de un bulto en la espalda. Los lipomas son tumores compuestos por células grasas que se acumulan y crecen debajo de la piel.

Su principal característica es que son blandos y móviles. Es muy raro que los lipomas se conviertan en cáncer. Tienen el mismo color de la piel y casi siempre son pequeños.

Rara vez sobrepasan los 5 centímetros. Crecen con lentitud y no provocan molestias, a menos que su expansión sea desmedida.

Es la situación que ocurre con el cuadro conocido como lipoma gigante. La presencia de esta masa voluminosa en la espalda puede afectar la calidad de vida, interrumpiendo el descanso adecuado en posición supina, por ejemplo.

Lo habitual es que no requieran tratamiento, a menos que causen mucha molestia o tengan un tamaño que afecte la comodidad. En dicho caso, se extirpan a través de una cirugía mínima con anestesia local.



2. Angioma o hemangioma cavernoso

El angioma es una lesión superficial de color rojizo. Se trata de una agrupación de pequeños vasos sanguíneos en forma de tumor benigno. Su tamaño es muy variable, ya sea que aparezca en la espalda o en otra región anatómica.

Cuando se agrupan vasos grandes, se habla de hemangioma cavernoso. La diferencia está dada por el tamaño y por la forma que toma la tumoración.

Se suele ver al angioma de color azulado, sin márgenes del todo definidos. Casi nunca mide más de 6 centímetros. Y aunque remite por sí solo, puede dejar una cicatriz o marca pálida donde estuvo.

El tratamiento depende del tamaño y la ubicación. Puede no ser necesario intervenirlo. En caso de definirse el abordaje, se optará por cirugía, embolización o terapia con láser.

3. Quiste sebáceo

Un quiste sebáceo es una acumulación anormal de células de piel y de grasa dentro de un folículo piloso. La lesión está llena de un material semisólido, tipo sebo, que puede ser maloliente.

En la espalda, este bulto puede ser redondo u ovalado. Es móvil y se desplaza con facilidad al tacto. Se localiza en zonas donde hay folículos pilosos, por lo que suele ser más frecuente su aparición en la región superior del torso trasero, cerca de los hombros.

Corren riesgo de infección. En dicho escenario, la bola en la espalda presenta dolor, enrojecimiento e hinchazón, así como hay salida de pus.

La mayoría de los quistes sebáceos se ignoran desde el punto de vista médico y no se los trata. Pero, en casos de infección, se pueden drenar para eliminar el pus. Y si el tamaño es notorio, se optará por una extirpación quirúrgica.

4. Forúnculo

Un forúnculo puede aparecer como un bulto en la espalda porque se trata de una infección que acumula pus. En general, el origen es bacteriano y lo que se infecta es un folículo piloso o una glándula sebácea. El agente causal más frecuente es Staphylococcus aureus.

La apariencia es similar a la de los quistes sebáceos, pero en este caso hay más dolor y también enrojecimiento. Por tratarse de una infección, la inflamación es significativa.

A menudo, esta lesión se producen en áreas del cuerpo con mayor fricción o sudoración. Allí se forma un ambiente propicio para el crecimiento bacteriano. Las complicaciones no son frecuentes, pero hay cuadros clínicos de cuidado. Por ejemplo, la forunculosis, que es la repetición y aparición simultánea de forúnculos varias veces en la vida.

Otro problema es el ántrax. Esta denominación define a la infección de varios folículos pilosos a la vez por parte de bacterias muy agresivas.

Si se diagnostica un forúnculo simple, el médico indicará compresas calientes en la zona para promover la maduración y el drenaje del pus. También es posible que se receten antibióticos.

El drenaje quirúrgico se reservará para situaciones más severas o recurrencias. También para personas que vean afectada su calidad de vida por la lesión.

5. Dermatofibroma

El dermatofibroma es un tumor en la piel causado por la acumulación de colágeno. También se le conoce como histiocitoma fibroso benigno.

Suele ser de color rojo o marrón en su presentación típica, aunque no ofrece un diagnóstico claro en sus formas atípicas. En general, no mide más de 1,25 centímetros de diámetro. La consistencia es dura al tacto y solo es móvil cuando se le ejerce presión. Rara vez se acompaña de picor o de dolor.

Lo más habitual es que no requieran un tratamiento puntual. Se los observa y se los deja en su lugar sin intervenirlos.

Se pueden remover mediante cirugía. El abordaje quedará a criterio de la estética y la incomodidad que pueda referir el paciente.

6. Quistes epidermoides

Los quistes epidermoides son similares a los quistes sebáceos y pueden confundirse con ellos. Ambos se originan a partir de los folículos pilosos. Sin embargo, los epidermoides consisten en la acumulación de células de la piel, sin grasa ni sebo.

Crecen lento, no tienen vasos y pueden presentar un punto central oscuro, que es el folículo, según describe una publicación en el European Journal of Radiology Open. No cursan con dolor, aunque, si se infectan, podrán molestar y secretar pus.

El tratamiento de elección es la observación. Si el quiste no causa síntomas, solo se vigila su evolución. La extirpación quirúrgica se reserva para quistes grandes y recurrentes. Se hará un drenaje en caso de acumulación de pus.



7. Cáncer de piel

Solo en muy raras ocasiones, un bulto en la espalda será una manifestación de cáncer dérmico. De acuerdo a las estadísticas mundiales, la incidencia de esta patología está en aumento.

La exposición excesiva a la radiación ultravioleta del sol es una de las principales causas y, por ello, la espalda no es una localización habitual. No suele ser una zona demasiado expuesta durante gran parte del año.

Existen varios tipos de cáncer de piel, siendo los más comunes el carcinoma de células basales, el carcinoma de células escamosas y el melanoma. Cada uno puede manifestarse de manera diferente.

Los signos clásicos de una bola maligna en la espalda serán el cambio de tamaño del bulto, el cambio de forma o de color. También es sospechosa una llaga que no cicatriza o una herida que nunca se cierra por completo.

El tratamiento para el cáncer de piel en la espalda puede incluir la extirpación quirúrgica, la radioterapia o la inmunoterapia. De todos modos, se puede prevenir, sobre todo, limitando la exposición al sol, usando protector solar y evitando las camas de bronceado.



8. Verrugas

Las verrugas en la espalda pueden aparecer como consecuencia del virus del papiloma humano (VPH). Estas protuberancias tienen su formar particular, ya que casi siempre adquieren la apariencia de una coliflor.

El VPH se transmite a través del contacto directo con la piel infectada o a través de superficies contaminadas. La cuestión es que, una vez que ingresó el virus al organismo, pueden pasar semanas, meses, o incluso años hasta que se desarrollen los bultos y las lesiones.

En general, no causan dolor, aunque pueden ser molestas por el roce con la ropa. Pican en ocasiones muy puntuales y sangran solo si se lastiman, con el rascado, por ejemplo.

Las opciones de tratamiento son variadas. Existen medicamentos tópicos que contienen ácido salicílico, en formas de parches, líquidos o geles. La crioterapia y la electrocauterización se aplican en sesiones sucesivas en el consultorio médico.

Finalmente, la escisión quirúrgica es poco frecuente. Sin embargo, puede ser útil para verrugas grandes.

9. Contractura muscular

Una contractura muscular puede formar un bulto en la espalda. La situación ocurre cuando las fibras musculares se contraen de manera prolongada, sin relajación, lo que provoca dolor y endurecimiento del área afectada.

El bulto por una contractura puede ser doloroso y grande. Molestará al palparlo y al realizar determinados movimientos que lo involucren. Las causas de la contractura son varias. Puede aparecer por las siguientes razones:

  • Traumatismos como golpes directos o caídas sobre la espalda.
  • Situaciones prolongadas de estrés y ansiedad con síntomas físicos.
  • Sobrecarga muscular al levantar objetos pesados, realizar movimientos repetitivos o mantener una postura incorrecta.
  • Síndrome del músculo piramidal, una condición en la que el músculo piriforme (ubicado en la parte inferior de la espalda) se contrae o se inflama y presiona al nervio ciático.

El tratamiento para las contracturas musculares en la espalda incluye reposo relativo, terapia de calor o frío (de acuerdo a la causa subyacente), masajes y rehabilitación con kinesioterapia. En caso de ser necesario, el médico prescribirá un antiinflamatorio no esteroideo.

¿Cuándo preocuparse por un bulto en la espalda?

Es comprensible sentir preocupación cuando se descubre una bola en la espalda, ya sea blanda o dura. Ciertas señales de alarma pueden indicar la necesidad de un diagnóstico más preciso, como las siguientes:

  1. Hay sangrado de la lesión o secreción.
  2. El bulto cambia de tamaño con relativa velocidad.
  3. Los bultos se multiplican a partir de uno solo inicial.
  4. Hay dolor persistente en el área de la bola en la espalda.
  5. La piel de la zona cambia de color o presenta un moteado con diferentes tonalidades.
  6. Se acompaña de síntomas sistémicos, como pérdida de peso, fiebre, fatiga o sudores nocturnos.
Si se experimentan cualquiera de estas señales de alarma, es importante consultar a un médico lo antes posible.

¿Qué hago si descubro un bulto en mi espalda?

Descubrir un bulto en tu espalda puede ser preocupante, pero lo primero será mantener la calma y determinar con cuidado el tamaño, la forma y la coloración de la lesión. Puedes usar un espejo o pedirle a alguien que te ayude a visualizarlo mejor.

En primera instancia, realiza un análisis tranquilo en tu hogar. Si la bola es blanda y se mueve, sin dolor, es muy probable que sea un lipoma. En cambio, una bola dura, que no se mueve y es indolora, podría ser algo más grave. La salida de pus indicará una infección.

Agenda una cita con un médico general o un dermatólogo. Además del examen físico, el profesional podrá solicitarte imágenes, como ecografías, o biopsias de la lesión.

Siempre que aparezca una bola en la espalda es importante hacerle seguimiento.

¿Qué recordar sobre los bultos en la espalda?

La mayoría de los bultos son benignos. Podrá tratarse de quistes sebáceos, lipomas o incluso contracturas musculares. Así que no te alarmes de inmediato

Recuerda realizar un autoexamen regular de tu cuerpo. Acostúmbrate a revisar tu espalda y otras áreas menos accesibles en busca de alteraciones. Esto puede ayudarte a detectar cualquier cambio o anomalía de modo temprano.

Y si tienes un bulto sin diagnosticar, no demores la consulta médica. Con un profesional de la salud podrás despejar dudas y obtener una opinión certera, con un plan de abordaje.


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Este texto se ofrece únicamente con propósitos informativos y no reemplaza la consulta con un profesional. Ante dudas, consulta a tu especialista.