Cómo cambian los hábitos sexuales de las mujeres durante su vida
Revisado y aprobado por el médico Leonardo Biolatto
La sexualidad es un componente esencial para la salud física y mental de cualquier ser humano. Está presente desde el nacimiento hasta la muerte, se expresa de múltiples maneras y está influenciada por factores fisiológicos, psicológicos, sociales y religiosos. En esta oportunidad, queremos hacer hincapié en los hábitos sexuales de las mujeres y cómo cambian en cada etapa de su vida.
Ahora bien, dada la complejidad del tema —y los muchos factores que involucra—, nos vamos a centrar principalmente en los cambios relacionados con la actividad hormonal, que presenta fluctuaciones en las diferentes edades.
Hábitos sexuales de las mujeres y sus cambios en cada etapa
Para adentrarnos como tal en los hábitos sexuales de las mujeres, es conveniente hacer un breve repaso sobre la definición de la sexualidad y los factores que abarca. La Organización Mundial de la Salud (OMS) la define como:
Un aspecto central del ser humano, presente a lo largo de su vida. Abarca al sexo, las identidades y los papeles de género, el erotismo, el placer, la intimidad, la reproducción y la orientación sexual. Se vivencia y se expresa a través de pensamientos, fantasías, deseos, creencias, actitudes, valores, conductas, prácticas, papeles y relaciones interpersonales.
Partiendo de allí, hay que considerar que el concepto de sexualidad femenina es bastante amplio, ya que aborda un conjunto de procesos y comportamientos en los que se ven involucrados tanto cuestiones biológicas como aspectos psicológicos, roles de género, creencias religiosas y políticas, principios éticos, entre otros.
En este caso, nos vamos a enfocar en las cuestiones fisiológicas y psicológicas. Sobre todo, en aquellos cambios ligados a la actividad hormonal.
El estrógeno, la progesterona y la testosterona son las hormonas asociadas al impulso sexual femenino y a su salud reproductiva. Cada una interviene de diferentes formas:
- Estrógenos: la principal hormona femenina, involucrada en la regularidad del ciclo menstrual, el desarrollo de los órganos sexuales femeninos y el engrosamiento del revestimiento del útero durante el embarazo. Sus niveles bajos impactan de manera negativa en el deseo sexual y pueden causar sequedad vaginal, relaciones sexuales dolorosas y alteraciones en el estado de ánimo. Esto último es frecuente tras la menopausia.
- Progesterona: interviene en el ciclo menstrual y favorece el embarazo. Sus fluctuaciones inciden en la conducta sexual de la mujer. Sus niveles tienden a bajar durante la menopausia.
- Testosterona: aunque es una hormona masculina, también la produce la mujer. Su función es ayudar a producir suficiente estrógeno. Además, está relacionada con el deseo sexual, la excitación y la respuesta sexual. De ahí que sus niveles bajos estén asociados a la falta de libido, sobre todo en las mujeres mayores.
La fluctuación de los niveles de estas hormonas a lo largo de la vida de las mujeres explica gran parte de los hábitos sexuales que se dan en cada etapa. A continuación, lo explicamos de manera más detallada.
Pubertad y adolescencia
La pubertad y la adolescencia representan una etapa bastante importante para la sexualidad de la mujer. A partir de los 10 años, los niveles de hormonas luteinizante y foliculoestimulante provocan un aumento en la producción de hormonas sexuales, lo que se ve reflejado tanto a nivel físico como a nivel emocional y mental.
La estimulación de la actividad de las hormonas sexuales, en especial del estrógeno, posibilita la maduración de las mamas, los ovarios, el útero y la vagina, en un proceso que se extiende hasta alcanzar la madurez sexual. A la par, se producen cambios psicoafectivos que indicen en el comportamiento y las relaciones.
Respecto a los hábitos sexuales, es frecuente y normal la masturbación. Entre los 11 y los 12 años surgen las primeras fantasías sexuales y se empieza a manifestar la orientación del deseo sexual. También aumenta la necesidad de privacidad e intimidad, que son determinantes en la construcción de la identidad sexual.
Entre los 13 y los 15 años se dan los primeros juegos de seducción con besos, caricias y toqueteos. Ciertas veces, esto acaba en una primera experiencia coital. No obstante, esta última suele ser más frecuente entre los 15 y los 19 años.
En esta etapa, tras las primeras experiencias sexuales, surge con fuerza el enamoramiento. Asimismo, aumenta la preocupación por el aspecto físico y por tener una identidad. Todo esto supone retos tanto para los adolescentes como para sus padres.
Cobra gran relevancia la educación afectivo-sexual, pues es la que orientará sobre cómo tener experiencias sexuales saludables y positivas. En este sentido, la comunicación con los padres, los familiares y otros educadores es determinante.
Es primordial resolver toda duda sobre la anticoncepción, el sexo, las relaciones afectivas, el respeto en pareja, las enfermedades de transmisión sexual y demás temas relacionados.
El tabú frente puede hacer que los jóvenes se informen de fuentes como internet, amigos, televisión, entre otros, que no siempre precisan respuestas acertadas.
Adultez temprana
En la adultez temprana —que comprende edades entre los 20 y los 40 años—, los hábitos sexuales de las mujeres atraviesan distintos cambios. Tras culminar la etapa de la adolescencia, la vida sexual empieza a ser más activa, ya que se toman decisiones independientes y disminuyen los límites paternos.
Asimismo, la producción de hormonas sexuales aumenta, lo que mantiene el deseo sexual a tope. Se conoce como una etapa de «esplendor sexual», pues la libido y el nivel de energía están en auge.
El estradiol y la progesterona, que además regulan el ciclo menstrual, son fundamentales en la conducta sexual femenina. En la etapa ovulatoria, cuando sus niveles son más altos, la mujer suele tener más manifestaciones de deseo sexual.
Un determinante clave para los hábitos sexuales de las mujeres tiene que ver con la toma de decisiones. Es una etapa en la que se define la identidad sexual y en la que se decide formalizar relaciones amorosas, formar o no una familia, estudiar, trabajar, casarse y ejecutar planes de vida.
La satisfacción generada por estas decisiones no solo cubre necesidades psicológicas, sino que se integra con las experiencias sexuales. Además, todo esto proporciona los recursos necesarios para un desarrollo erótico sano.
Tanto con las conductas autoeróticas como con las experiencias sexuales en pareja, la mujer aprende a conocer su cuerpo y sus respuestas sexuales. Entre los 28 y los 30 años ya suele comunicar sin problema sus deseos, fantasías y sentimientos.
Reproductividad
La edad reproductiva de la mujer se inicia con la menstruación y acaba en la menopausia. Sin embargo, suele ser en la adultez cuando se decide concebir o no. Según los planes de vida y el deseo de cada una, el embarazo y la crianza de un hijo se puede percibir como una experiencia positiva o negativa.
Ahora bien, la gestación impacta en varios aspectos los hábitos sexuales de las mujeres y su pareja. El sexo es menos frecuente y menos satisfactorio. Esto puede ser por una disminución del deseo sexual y por las creencias sociales respecto al sexo en el embarazo.
Hay quienes piensan que las relaciones coitales hacen daño al feto o elevan el riesgo de aborto. No obstante, esto es meramente un mito. Como lo explica un artículo de la Clínica Mayo, la actividad sexual no afecta al bebé, siempre y cuando no haya complicaciones como problemas con la placenta o riesgo de parto prematuro.
De hecho, son posibles la mayoría de las posiciones sexuales y el sexo oral. Lo importante en este sentido es la comodidad propia y de la pareja. Ambos pueden experimentar hasta encontrar aquello que les hace sentir placer y plenitud mutua.
Adultez intermedia
La adultez intermedia (entre los 40 y los 60 años) abarca la etapa de la perimenopausia y la menopausia. En este periodo se genera un declive en los niveles de las hormonas sexuales, sobre todo de estrógenos, que se manifiesta tanto en las conductas sexuales como a nivel físico, emocional y psicológico.
Durante la perimenopausia, la disminución de estrógenos provoca un adelgazamiento de la vagina y un aumento de la sequedad en esta zona. Esto puede causar molestias al momento de tener relaciones sexuales. Sin embargo, el uso de cremas óvulos y otros tratamientos permite llevar una buena calidad de vida sexual.
Es frecuente pensar que la mujer pierde el interés sexual al llegar a esta etapa, al igual que su capacidad para experimentar placer. Sin embargo, esto no es cierto. Si bien la disminución de los niveles de hormonas sexuales reduce el deseo, la intensidad y la frecuencia del sexo, no es su fin.
De acuerdo con información de la Clínica Sanabria, es precisamente a partir de los 40 años cuando más del 70 % de las mujeres reconocen que sus relaciones sexuales son más placenteras y sus orgasmos de mayor calidad.
El conocimiento pleno del cuerpo, el desarrollo de la autoconfianza y la capacidad para comunicar mejor a la pareja los deseos son la razón por la que muchas disfrutan plenamente del sexo en esta fase. Eso sí, suelen ser necesarias más visitas al ginecólogo para solucionar cualquier molestia o cambio que pueda dificultar el sexo.
En la menopausia, cuando ya se produce el cese total de la menstruación, el descenso hormonal tiende a causar atrofia vaginal, al igual que cambios a nivel mental y emocional. La sequedad y la falta de lubricación pueden causar incomodidad y dolor durante el sexo. Al no ser placentero, es normal que reduzca el interés.
También son más frecuentes las disfunciones sexuales. Aun así, al igual que en la perimenopausia, el ginecólogo puede orientar hacia tratamientos para controlar estos síntomas y estimular el placer.
Adultez tardía
Los cambios físicos y psicológicos que se dan con el envejecimiento (a partir de los 60 años), al igual que la disminución marcada de hormonas sexuales, generan cambios evidentes en los hábitos sexuales de las mujeres. Los pensamientos y las fantasías sexuales disminuyen de manera notoria, tanto como la satisfacción sexual.
La falta de lubricación vaginal, las incomodidades durante el sexo y la impotencia o enfermedad sexual de la pareja son motivos frecuentes por los que las mujeres mayores reducen su actividad sexual. Esto, sumado al hecho de que es una etapa en la que cobra mayor relevancia el cuidado de la salud.
Y es que además de la disminución de hormonas, también hay una reducción en la actividad del sistema nervioso y del sistema vascular. A nivel físico, el coito se puede convertir en una actividad extenuante. Además, la presencia de enfermedades como la diabetes, las enfermedades cardiovasculares y el cáncer tienen repercusiones negativas en este ámbito.
Por supuesto que ello no quiere decir que haya nula actividad sexual; aunque se reduce en comparación con otras etapas —y suele ser un tema tabú—, muchas mujeres siguen teniendo experiencias sexuales durante la vejez.
Las consultas con el médico y el ginecólogo permiten resolver las dudas que puedan surgir al respecto. Además, son determinantes para controlar aquellos síntomas y condiciones de salud que puedan interferir en el sexo.
Una sexualidad plena es determinante para el bienestar de la mujer
Para toda persona, la sexualidad es tan importante como la nutrición o el ejercicio. Es un componente esencial para el bienestar integral. En el caso de la mujer, muchos factores condicionan que tenga o no plenitud en este aspecto.
La actividad de las hormonas sexuales, que fluctúa en cada etapa, influye de manera notoria tanto en los comportamientos sexuales, como en la salud reproductiva y demás cuestiones relacionadas. Aun así, no se pueden dejar de lado otros factores psicológicos, sociales, culturales y religiosos que tienen un impacto en esto.
De cualquier modo, hablar de este tema sin tabúes es clave para que la mujer pueda vivir su sexualidad de una manera saludable, sin prejuicios y con los recursos necesarios para afrontar los cambios que acarrea en cada etapa.
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