El síndrome de la rana hervida: incapaces de reaccionar al maltrato sutil
Escrito y verificado por el psicólogo Bernardo Peña
El síndrome de la rana hervida hace referencia al desgaste emocional que se genera cuando nos encontramos encerrados en situaciones de las que creemos que es imposible escapar. Por ello, aguantamos y aguantamos hasta quemarnos.
Poco a poco, nos introducimos en una suerte de círculo vicioso que nos deteriora mental y emocionalmente, hasta el punto de dejarnos sin fuerzas.
Fue Olivier Clerc, escritor y filósofo francés, quien planteó, en un lenguaje sencillo e ilustrativo, la fábula de La rana hervida en la que se basa este trastorno. Veamos más detenidamente en qué consiste y cómo podemos aplicar sus enseñanzas.
La rana hervida, la rana que malgastó sus fuerzas
Pese a lo fantástico de la narración, la fábula se basa en una ley física real. Tal y como explicaba Olivier Clerc, si ponemos una rana en un recipiente de agua y comenzamos a calentar este poco a poco, la rana irá ajustando en paralelo su temperatura corporal de manera gradual.
Cuando el agua esté llegando a su punto de ebullición, la rana ya no podrá ajustar más su temperatura y, por lo tanto, intentará saltar.
Sin embargo, tristemente, ya no será capaz de hacerlo, porque habrá malgastado su fuerza en ajustar su temperatura y ya no gozará del ímpetu que le haría falta para escapar. Como consecuencia obvia, la rana morirá hervida sin hacer nada por saltar y salvarse.
Ahora bien, debemos plantearnos qué es lo que mató a la rana: ¿fue el agua hirviendo o fue su incapacidad para decidir adecuadamente en qué momento debía saltar?
Seguro que si se hubiese sumergido en una cazuela a 50 ºC, ella misma habría dado un gran salto con el objetivo de ponerse a salvo. Sin embargo, mientras toleraba la subida de la temperatura, no se planteó que podía y debía salir de ahí.
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El deterioro silencioso que nos lleva a fingir que estamos bien
Cuando el deterioro emocional es muy lento, pasa inadvertido para nosotros. Esto justifica que no reaccionemos, que no nos opongamos y que acabemos ahogándonos por respirar un aire tóxico que nos envenena poco a poco.
En este sentido, es habitual ser víctimas del síndrome de la rana hervida en ciertos tipos de relaciones de pareja, en el trabajo, en la familia, con los amigos e incluso a nivel macrosocial.
No solo existe el amor tóxico, cualquier relación puede abarcar estas características tan dañinas que cada vez son más normales en muchos ámbitos de la vida.
Así, cuando la dependencia, el orgullo, el egoísmo o las imposiciones se manifiestan con cuentagotas, nos resulta difícil darnos cuenta de lo perjudicial que puede resultar mantenernos en ese lugar.
Puede que, de hecho, incluso percibamos de forma agradable que nuestra pareja nos necesite en todo momento, que nuestro jefe confíe en nosotros para adjudicarnos ciertas tareas o que nuestro fiel amigo demande nuestra atención constantemente.
Sin embargo, a la larga, las exigencias van mermando nuestra capacidad de reacción y de respuesta, haciendo que agotemos nuestras fuerzas y nuestra habilidad para ver que realmente no se trata de una relación saludable.
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Abrir los ojos a tiempo es una victoria
El proceso de adaptación silenciosa al malestar nos deteriora y se hace con el control de nuestras vidas, poco a poco y de manera muy sutil. Esto nos impide ser conscientes y prepararnos para dar una respuesta que verdaderamente se ajuste a nuestras necesidades.
Por esta razón, es esencial que hagamos un esfuerzo consciente por mantener los ojos abiertos. Así, valoraremos aquello que deseamos. Solo de esta manera podremos restar valor a lo que deteriora nuestras facultades.
Para poder crecer necesitamos sentirnos incómodos durante un tiempo e incluso pasarlo mal. Durante este proceso, aprenderemos a conocernos mejor a nosotros mismos y hacer valer nuestros derechos, algo que muchas veces no gusta a los que tenemos alrededor, ya que viven acostumbrados a nuestro conformismo.
Recordemos que a veces un “¡basta!“ nos ayudará a garantizar nuestro bienestar emocional y salvaguardar nuestro amor propio, nuestra dignidad y nuestros intereses. Mantengamos muy presente la fábula de la rana hervida y evitemos consumirnos en un dolor que puede evitarse a tiempo.
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- Clerc, O. (2007). La rana que no sabía que estaba hervida… y otras lecciones de vida. Madrid: Maeva
- Savater, F. (1995). Ética Como Amor Propio. Libro de Mano.
- Smith, A., & Rodríguez Braun, C. (2004). La teoría de los sentimientos morales. El libro de bolsillo.
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