Cómo enseñar a los hijos el valor del esfuerzo
Escrito y verificado por la psicóloga Elena Sanz
A lo largo de la vida, tus hijos tendrán que enfrentarse a numerosas tareas que no serán de su agrado. Estas actividades, si bien les ayudará a alcanzar metas y lograr lo que desean, no serán apetecibles ni despertarán su motivación de forma natural. Es en estos casos cuando el valor del esfuerzo les permitirá llegar hasta el final. Por ello, es importante inculcarlo desde los primeros años.
En las últimas décadas han incrementado los estilos de crianza laxos y permisivos, en los que no se otorga relevancia a la disciplina y a la constancia. Esto da como resultado niños incapaces de tolerar la frustración, con dificultades para perseverar y que tiran la toalla al primer contratiempo. Para evitar que esto suceda en tu familia, te ofrecemos algunos interesantes consejos.
¿Por qué hemos de inculcar el valor del esfuerzo?
En primer lugar, conviene recordar por qué es necesario rescatar el valor del esfuerzo como un pilar fundamental en la educación de los más pequeños. Es claro que ser capaces de perseverar es determinante en múltiples áreas de la vida; para aprender una nueva habilidad, para mejorar en un deporte, si se desea aprobar una materia o para terminar un proyecto.
Así pues, tanto en su vida académica como personal, tendrán que poner a prueba su esfuerzo para alcanzar ciertos objetivos. De hecho, esto repercutirá de manera positiva a nivel psicológico. Y es que un niño que sabe ser constante desarrolla una mayor confianza en sí mismo y en sus capacidades.
Por lo tanto, se convierte en una persona más autónoma y resuelta, y se atreve a perseguir sus propósitos sin miedo al fracaso. Ahora bien, ¿cómo puedes contribuir a que tus hijos adquieran el valor del esfuerzo? Te lo contamos a continuación.
¿Cómo enseñar el valor del esfuerzo desde el hogar?
El valor del esfuerzo parte de la educación en casa. Aunque en la escuela se pueden proponer proyectos y tareas que requieren perseverancia, la actitud se adopta en función de lo que se observa y se recibe en el hogar. Así, además de dar ejemplo, puedes implementar algunas de las siguientes pautas.
Premia el esfuerzo
Para un niño resulta mucho más positivo ser elogiado por su esfuerzo y su perseverancia que por sus cualidades. Por ejemplo, en lugar de decirle a tu hijo lo inteligente que es o lo bien que se le dan las matemáticas, comienza a enfocarte en valorar su constancia y su trabajo.
De este modo, será más capaz de asumir retos, pues sabrá que no se espera la excelencia desde el primer momento y que lo verdaderamente valioso es atreverse a intentarlo y a mejorar.
Asimismo, procura centrarte en el proceso en lugar del resultado. No priorices las calificaciones escolares sino el esfuerzo que el niño ha invertido en la materia. Con ello, verá que su trabajo y su implicación son vistos y valorados en lugar de ser pasados por alto.
Enséñales a aprender de los errores
El esfuerzo es un camino en el que inevitablemente se cometen errores. Este enseña que hay que volverse a levantar tras una caída. Es importante que tus hijos comprendan que fallar es parte del proceso de aprender; de lo contrario, se darán por vencidos ante el primer error por considerar que ya han fracasado.
De acuerdo con esto, cuando tu hijo realice una tarea de forma inapropiada, evita regañarle. En su lugar, ayúdale a hacerse las preguntas que le permitirán mejorar. «¿En qué crees que has fallado?», «¿cómo podrías hacerlo de una mejor manera?», «¿qué cambios crees que puedes realizar para lograr un mejor resultado?».
No sobreprotejas a tus hijos
Algunos niños no saben esforzarse porque en su hogar no se les permite. Hay padres que por tratar de facilitarles la vida a sus hijos, hacen todo por ellos; les recogen el cuarto, les hacen los trabajos escolares y les compran todo lo que piden.
De este modo, lo único que se consigue es crear en los niños la sensación de que solo tienen derechos y no deberes; comienzan a pensar que el mundo gira en torno a ellos y que pueden lograr todo lo que deseen sin trabajar. El problema surge cuando salen al mundo y se enfrentan a una realidad contraria.
Por ello, evita sobreproteger a tus hijos y no hagas por ellos lo que pueden hacer por sí mismos. Deja que intenten, que aprendan, que planifiquen y que perseveren. Es de esta forma que aprenderán a tolerar la frustración y a ser constantes.
Propón proyectos a medio y largo plazo
Para inculcar en los niños el valor del esfuerzo puedes proponerles realizar proyectos que requieran una perseverancia en el tiempo. Es importante que sean actividades que los motiven, que llamen su atención y que sean agradables. Además, resulta más positivo si se realizan en familia.
Por ejemplo, los puedes animar a crear un álbum con fotos de todo el verano, a plantar un pequeño huerto urbano o a realizar alguna manualidad que requiera de varias fases. Así, al comprometerse a sacar fotografías de cada evento importante, o al cuidar las plantas cada día, se estarán involucrando en un proyecto del que luego verán frutos.
En definitiva, el valor del esfuerzo se enseña en el día a día y requiere en primera instancia un compromiso por parte de los padres. Has de armarte de paciencia para permitir que tus hijos hagan cosas por sí mismos (aún cuando tú las harías mucho más rápido), que fallen (aunque luego haya que limpiar o arreglar su estropicio) y que dispongan de oportunidades reales en las que puedan aprender a perseverar.
La ventaja es que los valores y los hábitos adquiridos en la infancia se quedarán para toda la vida. Por lo mismo, un niño que ha comprendido el valor del trabajo y del esfuerzo estará más dispuesto a perseguir sus metas, será más capaz de asumir retos y de alcanzar logros. Así pues, se trata de una excelente inversión.
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