Hoy elijo que el resto de mi vida sea lo mejor de mi existencia
Escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater
Hoy elijo ser feliz. He decidido centrar la atención en aquello que valoro, en lo que de verdad considero importante. He pensado en hacer de la vida una mejor experiencia.
Tal vez estas palabras nos resulten familiares. De hecho, esta es una ilusión que con frecuencia uno llega a plantearse. Lo que ocurre es que dar prioridad a lo que queremos no siempre es compatible con ciertas obligaciones y compromisos cotidianos.
A continuación reflexionamos sobre este asunto con unas estrategias básicas que pueden aplicarse en el día a día.
Hoy elijo ser feliz y hacer de la vida una mejor experiencia
Como señala el psicólogo Paul Watzlawick en su libro El arte de amargarse la vida, las personas tenemos una habilidad especial para complicarnos la existencia de una manera casi asombrosa.
No es fácil admitirlo, pero a menudo nos cuesta aceptar que de hechos sencillos acabamos creando auténticos laberintos. Además, esas ideas enrevesadas con frecuencia solo traen insatisfacción y preocupaciones gratuitas.
Sin embargo, poniendo en práctica ciertas claves es posible allanar el camino. ¿Quieres conocerlas? Si es así, sigue leyendo.
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Voy a pensar de forma distinta para ver el mundo de otro modo
¿Lo habías imaginado alguna vez? Los pensamientos que tenemos van de la mano de las emociones que sentimos. Es decir, la adopción de una determinada actitud o perspectiva orienta las consiguientes acciones que ejecutamos.
Por ejemplo, en ocasiones nos quejamos de las demás o de lo difícil que nos parece todo: “El compañero de trabajo me pone de los nervios”. “Está claro que ya no voy a tener más oportunidades”…
Pero, en realidad, este tipo de razonamientos lo que hace es generar sensaciones negativas en quien los formula. Por el contrario, si cambiamos esa clase de comentarios, es probable que afrontemos las circunstancias con otro talante.
Así, si decimos: “Hoy decido que esa persona no va a molestarme más, no voy a hacerle caso”, nos será más fácil dirigir la atención hacia estímulos más agradables. En el momento en que modificamos el enunciado del problema, alejamos el malestar y nos abrimos a las emociones positivas.
Hoy elijo dejar de aferrarme al pasado
Parece que el ser humano pasa gran parte del día recordando, evocando aspectos del pasado. Y aunque toda experiencia origina un aprendizaje, tampoco se trata de edificar muros ante lo que sucede en el presente.
Ese freno representaría las situaciones en las que nos aferramos a los errores o fracasos del ayer. Pero, a pesar de las decepciones y las piedras que hemos ido encontrando, asumirlas como una vivencia más es posible. Solo así se aceptan y superan esos baches. Centrarse en ellos no ayuda, sino todo lo contrario.
Si nos sobreponemos a rencores, odios o tristezas de antaño, dejaremos espacio para las historias bonitas, esas que nos dan fuerza cuando la necesitamos. Además, el simple acto de perdonar y dejar ir nos hace más llevadero y alegre el día a día.
También opto por un diálogo interno más constructivo
Otra condición esencial es generar un diálogo interno que sea constructivo y no negativo. Las posturas fatalistas solo aportan zancadillas y límites al propio bienestar.
Retrasamos diversos planes porque creemos que no es el momento, que vamos a fracasar, que quedaremos en ridículo o, incluso, heridos. Expresiones como “no puedo”, “no me va a salir bien”, “no soy bueno para esto” o “voy a fallar” lo único que aportan son obstáculos en el camino.
No obstante, si probamos a darnos autoinstrucciones con un tono más positivo, los resultados serán, sin duda, diferentes. Hacer el esfuerzo de verse capaz de lograr algo es ya el primer paso para acercarse a la meta deseada.
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¿Qué voy a elegir hoy?
“Hoy elijo ser feliz y que el resto de mi vida sea lo mejor de mi existencia”. Si recordamos esta frase de vez en cuando, estaremos en una posición adecuada para generar una visión optimista y más entusiasta con lo que nos rodea.
Tampoco hace falta obsesionarse con estar contentos de forma constante. Pero lo que sí merece la pena es buscar la armonía con uno mismo, disipando esos pensamientos destructivos que paralizan la satisfacción de cada instante. ¿Empezamos?
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