Logo image

La teoría de los tres grandes amores en la vida, ¿te identificas?

6 minutos
Dicen que vivimos tres amores en la vida: uno que idealizamos, otro que nos rompe y uno que, sin ruido, se siente como hogar. Y tú, ¿ya los has experimentado?
La teoría de los tres grandes amores en la vida, ¿te identificas?
Escrito por Gabriela Matamoros
Última actualización: 25 junio, 2025

Dicen que la tercera es la vencida. Y, al parecer, esa frase también aplica en el amor. Aunque no es una teoría científica, en redes sociales circula una idea muy popular: a lo largo de la vida vivimos tres grandes amores. Uno que idealizamos, otro que nos rompe por dentro, y uno que, sin drama ni caos, se siente como hogar. Curioso, ¿no?

Lo interesante no es contar cuántas veces te enamoraste o cuántas parejas hayas tenido, sino cómo te marcaron esas historias. Porque cada relación deja una huella en el corazón: te muestra cómo amas, qué toleras, qué buscas… y qué ya no volverías a permitir. Sin duda, esta forma de ver el amor invita a hacer una pausa, mirar hacia atrás y preguntarte si ya has pasado por alguna de estas etapas.

1. El primer amor

Suele aparecer en la adolescencia o en los primeros años de juventud. Es esa historia que se vive con intensidad, como si fuera irrompible. Todo es nuevo, emocionante, y se siente como si fuera para siempre. Pensamos que con solo amar basta, y que nada podría salir mal.

Este tipo de vínculo se caracteriza por la idealización. No solo ponemos al otro en un pedestal, sino que también nos convencemos de que lo que sentimos es perfecto. Se hacen planes a futuro, se repiten frases como «esto que vivimos es único e irrompible», y hay una fuerte necesidad de validación, incluso por parte del entorno.

Pero muchas veces, lo que más pesa no es la ruptura, sino el golpe de realidad. Cuando termina —porque en la mayoría de casos lo hace—, no solo se va la persona, sino también la fantasía. Es un quiebre que duele porque marca el primer choque entre lo que imaginamos y lo que realmente sucede.

Un ejemplo claro lo tenemos en la película 500 días con ella. Tom cree haber encontrado al amor de su vida en Summer. Proyecta sobre ella una historia perfecta, sin ver las señales de que no están en la misma página. Él se aferra a la idea del «para siempre», mientras ella nunca promete nada. El final no es trágico, pero sí real: no terminan juntos, y eso lo obliga a continuar con su vida.

¿Qué lección nos deja? Este primer amor nos enseña cómo se siente el apego, cuánta fuerza tienen las emociones y qué tan frágil puede ser la ilusión cuando la realidad aparece. Aunque con el tiempo lo recordamos con cariño, también nos muestra que amar no siempre basta para que una relación funcione.

2. El amor intenso

Llega cuando ya no somos los mismos del primer amor, pero todavía nos queda mucho por descubrir. Se siente profundo, envolvente, incluso urgente. Lo vivimos con entrega total, convencidos de que esta vez sí entendemos lo que significa estar con alguien de verdad.

Pero lejos de ser sereno, este vínculo suele estar marcado por altibajos, contradicciones y una constante necesidad de validación. Es el tipo de conexión que desafía todo lo que creíamos saber sobre nosotros mismos: nos confronta con nuestras inseguridades, saca a flote viejas heridas, y nos obliga a ver los patrones que arrastramos sin darnos cuenta.

Se convierte en una especie de montaña rusa emocional. Hay momentos de euforia y conexión, seguidos de distancias, conflictos o rupturas intermitentes. En este punto, es común intentar forzar el encaje: moldear al otro para ajustarlo a nuestras expectativas o adaptarnos nosotros para no perderlo. La intensidad puede confundirse con compatibilidad, y el deseo de que funcione a toda costa nos lleva a ignorar señales de alerta.

El final de este tipo de historia suele doler mucho. Pero es en ese quiebre donde ocurre el mayor aprendizaje. Nos obliga a preguntarnos qué estábamos buscando en el otro y por qué. Nos deja con una claridad brutal sobre lo que ya no queremos repetir.

Un ejemplo poderoso está en el libro Cumbres Borrascosas, de Emily Brontë. La historia de amor entre Heathcliff y Catherine es absorbente, caótica, marcado por el deseo, el orgullo y el resentimiento. Se atraen con fuerza, pero no logran construir nada estable. Su vínculo está lleno de pasión, pero también de destrucción

3. El amor incondicional

Después de haber amado desde la ilusión y el caos, aparece una tercera forma de amar. Ya no irrumpe con intensidad ni promesas de amor grandilocuentes. Llega sin hacer ruido, sin expectativas exageradas, y por eso mismo sorprende.

Este amor surge cuando el dolor del pasado ya no gobierna nuestras decisiones. Es fruto de la sanación, del trabajo personal, del aprendizaje acumulado. No depende del deseo de ser salvado, ni de la necesidad de encajar. Aquí no hay juegos, pérdida de tiempo ni máscaras: hay calma y aceptación.

Se trata de una conexión madura, donde ambas partes se eligen sin urgencia. No hay que demostrar nada. Cada quien puede ser tal cual es, sin temor a ser juzgado o abandonado. Se acepta al otro con sus matices, sus heridas y sus rarezas, porque ya no se busca una versión idealizada de la pareja, sino una relación real y honesta.

No es un vínculo perfecto, pero sí comprometido. Cuando llegan los desafíos se enfrentan juntos, desde la disposición a construir y no desde el miedo a perder. Este amor impulsa, sostiene y, sobre todo, da paz.

Te planteamos un ejemplo: Claudia y Martín se conocieron sin buscarlo, después de varias relaciones que no funcionaron. Cuando decidieron dar un paso más, no hubo drama ni promesas eternas, solo algo que, sin prisa, empezó a sentirse bien. Aprendieron a quererse sin exigencias, a respetar sus espacios y a apoyarse sin depender. Hoy comparten una relación serena, donde ambos pueden ser ellos mismos. No se completan: se acompañan.

Este tipo de amor no busca enseñarnos a través del sufrimiento, sino desde el equilibrio. Es el que muchos anhelan, pero que solo puede vivirse cuando ya no buscamos completar lo que nos falta, sino compartir lo que ya somos.

¿Y si no he vivido los tres?

No todos recorremos el mismo camino. Hay quienes reconocen estas etapas con claridad, otros las viven en distinto orden, y algunos no se identifican con ninguna. Y está bien. El amor no sigue un guion fijo ni tiene una cantidad predeterminada de intentos.

Si sientes que todavía no encuentras a alguien con quien construir una relación duradera, no lo tomes como un error de tu parte. No todos los vínculos llegan al mismo tiempo ni de la misma forma. A veces, el que más sentido tiene es el que aparece cuando ya dejaste de buscar con ansiedad y empezaste a estar bien contigo.

Todo lo que has vivido hasta ahora importa. Incluso aquello que no terminó como esperabas. Porque nos nutrimos de todas esas aprendiste, lo que soltaste y lo que ahora sabes que mereces.

Este texto se ofrece únicamente con propósitos informativos y no reemplaza la consulta con un profesional. Ante dudas, consulta a tu especialista.