¿Qué son los linfocitos B y qué función cumplen?
Escrito y verificado por la médico Maricela Jiménez López
Los linfocitos B son un tipo de células inmunes cuya función principal es la producción de anticuerpos dirigidos contra diversos patógenos. Estos forman parte de una población celular denominada leucocitos o glóbulos blancos, que son precisamente las células inmunitarias del organismo. Es decir, se trata de aquellas que nos defienden de infecciones microbianas. Son células móviles que se encuentran en la sangre.
Dentro de este grupo celular se encuentran los linfocitos, que pueden ser del tipo T o tipo B. En este artículo nos centraremos en los linfocitos B, que constituyen entre un 5 y un 15 % del total de linfocitos.
Los linfocitos B se forman a partir de un precursor llamado precursor linfoide común o CLP, que también se encarga de formar los linfocitos T y las células NK.
Durante el desarrollo fetal, se generan y maduran en el hígado. Después, en el adulto, lo harán en la médula ósea. Luego, tras esta maduración, se acumularán en los ganglios linfáticos y en el bazo donde entrarán en contacto con los antígenos hacia los que van dirigidos.
Sigue leyendo y conoce más sobre su función.
Principales funciones de los linfocitos B
Los linfocitos B son los encargados de la inmunidad humoral del organismo. Llevan a cabo diferentes funciones como la activación del complemento o respuestas celulares mediadas por receptores para anticuerpos. Entre ellas están, por ejemplo, la fagocitosis de microorganismos o la exocitosis de citotoxinas.
Su función principal es la producción de anticuerpos contra antígenos específicos. Los antígenos son moléculas ajenas o tóxicas, normalmente encontradas en los microorganismos, que desencadenan una respuesta inmune en el organismo.
Los linfocitos B pueden reconocer a los antígenos gracias a unas moléculas de superficie, llamadas receptores BCR (receptor de células B). Estas presentan gran variabilidad, por lo que permiten reconocer gran cantidad de moléculas invasoras.
Para que sean capaces de reconocer a estos antígenos deben ser “entrenados” en su proceso de maduración. Este entrenamiento consiste precisamente en exponer a los linfocitos B a los antígenos en cuestión, para que se activen y den lugar a distintas células inmunes.
Células plasmáticas
Cuando los linfocitos B reconocen la presencia de un antígeno, se activan y se diferencian hacia células plasmáticas. A continuación, la célula plasmática original se divide activamente.
Como resultado se produce un conjunto de clones de células plasmáticas productoras de anticuerpos contra ese antígeno específico. Estas células plasmáticas pueden unirse, por medio de sus anticuerpos, al germen contra el que van dirigidas.
Dicha unión facilita el reconocimiento del microorganismo por parte de otras células: los linfocitos T, capaces de fagocitarlo y eliminarlo. Además, gracias al “entrenamiento” de los linfocitos B antes mencionado, estas células inmunes pueden mejorar su afinidad por el antígeno. Varían progresivamente sus receptores y sobreviven solo las células con mayor afinidad.
Células de memoria
La activación de los linfocitos B y la consiguiente producción de anticuerpos es un proceso que lleva tiempo. Hacen falta varios días para que los linfocitos produzcan la suficiente cantidad de anticuerpos necesaria para combatir una infección.
Sin embargo, una vez lo consiguen, existe una pequeña cantidad de linfocitos B activos que se convierten en células de memoria. Estas células, como su nombre indica, son capaces de recordar el agente infeccioso al que combatieron. De modo que, si se vuelven a exponer a él, pueden producir una gran cantidad de anticuerpos en menos tiempo.
Esta es precisamente la base de la llamada respuesta inmune adaptativa. La finalidad de este mecanismo es inmunizarnos a ciertos patógenos, como los virus. Entonces, si un virus determinado nos infecta por segunda vez, podremos combatirlo y eliminarlo mucho más rápidamente que la primera vez que lo hizo.
De hecho, gracias a este fenómeno son efectivas las vacunas. Estas no son más que virus atenuados que se introducen en el organismo a fin de que se produzcan células de memoria contra ellos. Así, si ese virus nos infecta, a lo largo de nuestra vida, podremos defendernos de forma más efectiva.
Otras funciones
Veamos a continuación otras funciones que pueden tener los linfocitos B en el organismo.
Células presentadoras de antígenos
Los linfocitos B pueden actuar como células presentadoras de antígenos (APC por sus siglas en inglés). Esto implica que pueden captar y procesar al agente invasor y a continuación, presentar ellas mismas antígenos en su superficie. De este modo pueden ser reconocidas por otras células inmunes que ataquen al microorganismo infectivo.
Funciones reguladoras
Por último, una función muy importante de los linfocitos B es modular la respuesta inmune. Los linfocitos B pueden producir ciertas sustancias capaces de inhibir la respuesta inflamatoria producida tras una infección.
De esta forma se reduce la toxicidad de la respuesta inmune y ayuda a frenarla cuando ya se ha detenido la infección.
Este aspecto es especialmente importante en las enfermedades autoinmunes, en las que se genera una respuesta inflamatoria desmedida que provoca diversos daños en el organismo.
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