Superar el orgullo y pedir perdón
Revisado y aprobado por el psicólogo Bernardo Peña
Superar el orgullo a veces puede ser muy difícil, ya que consideramos que pedir perdón puede significar rebajarnos y perder nuestra dignidad. Sin embargo, lejos de todo esto, fortalece nuestras relaciones.
Las relaciones, sean estas de pareja, familiares, laborales o de amistad, requieren de una gran honestidad para saber reconocer cuando nos hemos equivocado. Es entonces cuando debemos pedir perdón, superar el orgullo y demostrar con actos verdadero arrepentimiento.
Muchas personas piden perdón, pero en realidad no lo sienten. El resultado es que, aunque se disculpen, no aprenden de sus equivocaciones. Seguramente esta sea una manera para no superar el orgullo y disculparse de verdad.
Para superar el orgullo, comprende que no eres perfecto
Para superar el orgullo y pedir perdón, es importante comprender que no eres una persona perfecta. En ocasiones cuesta admitirlo, ya que nuestro ego suele sentirse herido. No obstante, es maduro reconocerlo.Tenemos una autoimagen a veces bastante desdibujada de lo que es la realidad. Quizás porque la sociedad nos insta a ser perfectos, cuando eso es un imposible.
Reconocer que nos equivocamos, que cometemos errores, que podemos reconocerlos y disculparnos por ellos nos permitirá poner los pies en la tierra. Tener una imagen más realista de nosotros y menos idealizada mejorará nuestras relaciones.
Superar el orgullo en el aspecto relacional también nos puede ayudar en otras áreas de nuestra vida. Por ejemplo, toleraremos mucho mejor cualquier tropiezo en el trabajo y las críticas que puedan realizarnos los demás.
¿Verdad que nos hemos molestado cuando alguien nos ha señalado lo que no hacíamos bien? Pues es el momento de acoger todo lo que podemos aprender en una de las áreas de nuestra vida, para así aplicarlo en todas las demás.
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Conviértete en un observador
Algunas técnicas como el mindfulness nos instan a convertirnos en observadores. Eso sí, sin juzgar. El problema es que esta es una costumbre bastante arraigada y de la que nos cuesta mucho desprendernos.
Observar nuestras emociones en el momento de pedir perdón puede permitirnos hacernos una idea de por qué nos cuesta superar el orgullo. Quizás tengamos que mirar hacia nuestro pasado.
¿Qué experiencias vividas nos hicieron daño y con ellas sentimos que nuestra dignidad se vio mancillada? Aunque duela recuperarlas de entre nuestros recuerdos, es importante hacerlo. Ahí reside la clave de lo que nos está ocurriendo.
Es importante que no solo nos observemos a nosotros, sino también nuestro entorno. Sobre todo, a las personas a las que tendríamos que pedirles disculpas.
Observar cómo se sienten los demás y cómo actúan cuando los tratas te puede ayudar a mejorar tu empatía y quizás a recordar algún momento en el que te viste en su lugar.
¿Te gustaría que te hubiesen pedido perdón? ¿Qué tomasen la situación como una oportunidad para superar el orgullo? Cuanto más lo observes, más empatizarás y más te darás cuenta de lo que sientes que debes hacer. No olvides que el orgullo te hace sentir superior a los demás y eso no es así. Eso es ego.
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Si te cuesta, practícalo
Si te cuesta pedir perdón y superar el orgullo es el momento de que empieces a practicarlo. Lo normal es que te produzca ansiedad el hecho de hacerlo y, por eso, nunca te encuentres preparado para dar el paso.Precisamente por esa razón, al igual que cuando preparas un examen o una exposición oral, hazte un guion y practícalo. Reflexiona sobre esas frases o palabras que te hacen sentir más cómodo.
Cuanto más te familiarices con todo eso, menos te costará ponerlo en práctica. Eso sí, recuerda que, aunque te cueste, ¡tiene que hacerse realidad! Todo guión, esfuerzo, tiempo dedicado y preocupación por escoger frases y palabras que te hagan sentir cómodo tienen que tener su practicidad.
Supera los miedos y los temores. Supera el orgullo que te está impidiendo bajar de ese escalón en el que te encuentras subido por determinadas experiencias que en tu inconsciente crees que se repetirán.
El orgullo puede ser un medio de protección, pero no te olvides que tus relaciones están en juego. Tener buen trato con los que nos rodean forma parte de la felicidad.
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