El maravilloso arte de ser uno mismo: 3 pasos para llevarlo a cabo
Escrito y verificado por el psicólogo Bernardo Peña
Ser uno mismo requiere altas dosis de valentía. Sin embargo, no siempre tenemos claro el compromiso que esto supone y lo importante que es asumirlo, por nuestro propio bienestar. Esto en parte se lo debemos a lo etiquetado como “correcto” por la sociedad.
De ahí que salirse de esos patrones preestablecidos implique, muchas veces, señalarse. Entonces, ser valiente no resulta tan fácil como se dice.
Al hilo de esta reflexión, te proponemos en este artículo 3 puntos a partir de los cuales pensar detenidamente sobre el arte de ser uno mismo.
Reflexiones previas
Durante la primera etapa de la vida nos guiamos por las pautas de conducta que dictan nuestros familiares y maestros. Así, desde niños, nos empezamos a formar una idea de lo que es bueno y lo que es malo.
Al llegar a la adolescencia y primera juventud, tiene mucho más peso la opinión de nuestros iguales. A esas edades, es imperativo ser aceptados y reconocidos, sobre todo, por nuestras amistades. La no atención del aspecto físico o de las modas establecidas supone sufrir el rechazo incluso de quienes dicen ser nuestros amigos.
Hasta ese momento, no somos nosotros mismos, sino lo que otros esperan. Todas estas son, sin embargo, etapas necesarias para poder responder más adelante a la pregunta: ¿Quién soy?
¿Quién soy realmente? ¿Cómo ser uno mismo?
Algunos se hacen esta pregunta antes; otros, más tarde. Pero, lo cierto es que todos nos la hacemos llegados a un punto de nuestra vida.
No se trata de una cuestión solo relevante para la Filosofía. Antes bien, su sola formulación marca para el ser humano el progresivo abandono de la adolescencia y el adentramiento en la adultez. De ahí que sea tan importante hacérsela. Por supuesto, no menos trascendental es la respuesta. Démosle, pues, la importancia que merece.
La superación de la crisis
Cuando uno se da cuenta de quién es en realidad descubre lo distinto que es con respecto a muchas de las personas con las que se relaciona a diario. Incluso, con relación a aquellas que han sido referencia para él. Tenemos la impresión, entonces, de que que son muchas más las cosas que nos separan que las que nos unen.
Son momentos que se viven con verdadera angustia. Mas, la crisis que el reconocimiento de estas verdades implica para todo ser humano no solo se supera. También salimos reforzados de ella. He aquí, pues, algunas certidumbres que conviene no perder de vista nunca.
1. Ser uno mismo es aceptar la propia identidad
Ser uno mismo es como llevar en el corazón a un ser muy hermoso y especial, a la vez que delicado. En el momento en que no le somos fieles, queda herido.
Ahora bien, hay un aspecto que debemos tener claro. La identidad no se forma a partir de actos casuales o temporales. Es decir, si yo ahora mismo no tengo trabajo no debo interiorizar la idea de que “soy un fracasado”.
Asimismo, si he vivido una ruptura reciente, tampoco significa que “no merezca ser amado”.
Ser uno mismo implica no solo asumir la realidad, por cruda que esta sea. Significa nutrirnos de nuestras raíces. Supone hacer balance regular de lo vivido hasta ese momento. Solo así, seremos capaces de formarnos nuestra propia perspectiva sobre lo que nos sucede a nosotros mismos y a nuestro alrededor. Está en nuestra mano, pues, intentar que el resultado final de ese examen detenido de la realidad sea tan global como positivo.
Conviene por tanto no olvidar que, una vez descubierta la propia identidad, se debe ser fiel a los principios que la definen.
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Por qué rompemos a veces este acuerdo con nosotros mismos
No hay una sola respuesta para esta pregunta. Probablemente, haya tantas como seres humanos han experimentado este conflicto. No obstante, he aquí a modo de ilustración, algunas de las más frecuentes:
- Porque priorizamos el satisfacer a los demás; es decir, lo que otros quieren que seamos.
- Por miedo. En ocasiones, tememos mostrarnos tal y como somos por temor a defraudar o a no satisfacer las expectativas de los demás.
- Existen también aquellas personas que se gustan a sí mismas. No aceptarnos física y emocionalmente es, sin duda, una fuente de frustración muy peligrosa.
2. Las etiquetas que otros nos pongan no sirven, no tienen valor
Vivir en sociedad conlleva el tener que lidiar con las sentencias, el juicio y el etiquetado de las personas con las que convivimos socialmente. Partamos, pues, del hecho de que esto es inevitable.
El ser humano siente la necesidad de etiquetar y juzgar a los demás. Esto es algo inherente a la condición humana si pensamos que el objetivo último de nuestra formación es diferenciar el bien del mal. Pongamos un ejemplo: Si etiqueto a esta persona de torpe y ridícula y ella se lo cree, quiere decir que, de hecho, tengo algún poder sobre ella.
Puede que, en un principio, nos dejemos llevar por juicios que, de modo arbitrario y siempre con algún malsano interés, vierten sobre nosotros ciertas personas malintencionadas. Como no podemos impedir que cosas como estas sucedan, nuestra respuesta debe ser la de ignorar este tipo de conducta. En modo alguno, hemos de dejar que tales calumnias nos afecten.
Lo que otros digan o piensen de ti es problema suyo. Es su universo particular. No debe afectarte, porque lo único que de verdad nos hará felices es sentirnos orgullosos de ser nosotros mismos, en libertad.
3. Ser uno mismo implica también hacer cambios
Asentar la propia identidad no significa crear raíces inamovibles. Quien se niega a cambiar algún aspecto de sí mismo no se permite crecer. Tampoco será capaz de adaptarse a su entorno. Y, esto en términos evolutivos, es sinónimo de “perecer”.
Carl Rogers fue uno de los psicólogos más influyentes del siglo XX. Su enfoque humanista de la Psicología partía del reconocimiento de estos ejes que él considera esenciales:
- Las personas desarrollamos nuestra personalidad para alcanzar nuestros objetivos vitales.
- En el momento en que nos aceptamos a nosotros mismos, nos permitimos cambiar para lograr nuestros sueños.
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Un ejemplo, a modo de ilustración
- Estás viviendo una relación de pareja muy complicada. Al final, decides dar el paso y romper ese vínculo.
- Lo haces porque sabes lo que quieres y lo que no, porque deseas “ser tú mismo” y no mantener un sucedáneo de felicidad en el que ambos os estáis dañando.
- Para dejar atrás esa relación, has tenido que hacer un cambio en tu ser interno. Tomar responsablemente esa decisión implica no solo haber sopesado las consecuencias de ese acto. Has tenido también la entereza como para enfrentar los inconvenientes en el orden emocional y práctico, que supone cortar vínculos con una persona que ha sido central en tu vida.
Cambiar, en realidad, es permitirnos crecer, para seguir siendo nosotros mismos.
Reflexión final o coda
Para concluir, el arte de ser quien deseamos ser de verdad requiere, en primer lugar, aceptarnos. Más tarde, avanzaremos con cada triunfo para seguir construyendo nuestra identidad. Y, no te deprimas si te equivocas. Recuerda que de los errores aprendemos particularmente. Eso sí, siempre debe guiarnos la necesidad de ser mejor persona cada día. Créenos: Vale la pena intentarlo.
Este texto se ofrece únicamente con propósitos informativos y no reemplaza la consulta con un profesional. Ante dudas, consulta a tu especialista.