¿Debemos educar de modo diferente a los niños y las niñas?
Escrito y verificado por el psicólogo Bernardo Peña
Son muchos quienes piensan que es mejor educar a los niños de un modo diferente al de las niñas. Les damos juguetes distintos e, incluso, les inculcamos valores típicos de su género. ¿Estaremos haciendo lo correcto? ¿Qué resultados obtendremos? Te lo explicamos a continuación.
Las consecuencias de educar de forma diferente según el género
A día de hoy es una idea que sigue estando extendida entre las familias. Se espera de las niñas que sean dóciles y obedientes, que adquieran “roles adecuados” a lo que se supone que les espera el día de mañana, es decir, ocuparse de la casa y una familia.
Mientras tanto, a los niños se les permite cierta rudeza en sus actos, se les acostumbra a jugar con objetos bélicos o típicamente masculinos. Todo de acuerdo a un pensamiento tradicional que se ha ido consolidando, como si fuera parte de nuestra genética, a través de generaciones y generaciones.
Como vemos, docilidad y autoridad representan dos polos opuestos en esta forma de educar tan diferente a los niños y a las niñas. ¿Cuáles pueden ser los riesgos de esta práctica?
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Coeducación: más allá de educar con un estilo diferente
Por un lado, no deja de ser cierto que existen muchos colegios que o bien admiten solo a niños o bien en exclusiva a niñas. También hay centros a los que acuden tanto alumnos como alumnas, pero se les sigue atendiendo de manera independiente y no comparten aula ni tiempo de recreo.
Bajo esta praxis educativa subyace la idea de que potenciando las actitudes particulares de cada sexo, la calidad educativa aumentará. Además, se evitan así las “posibles” distracciones que pueda ocasionar la convivencia escolar, especialmente a partir de la adolescencia.
Por otra parte, revisiones como la elaborada por el Departamento de Psicología de la Universidad de Wisconsin-Madison demuestran que no existen diferencias significativas en el rendimiento académico en función de la separación por sexos (modelo segregado versus mixto).
Por tanto, no es posible afirmar que sea más beneficioso que niños y niñas cursen sus estudios sin coincidir con el otro sexo.
A su vez, cabe considerar aquella educación más íntima, la que ejercen las familias en casa y desde la que se ponen en evidencia diversos valores. Tales contenidos constituyen todo un conjunto de conceptos para educar en felicidad y en igualdad.
Educar a niños y niñas en igualdad para conseguir la felicidad
1. Mismas reglas, mismos valores
Nuestra finalidad como padres y madres, no es educar “niños” o “niñas” felices, sino educar “personas” felices. Si tienes varios hijos seguro que te habrás dado cuenta de que cada uno tiene unas necesidades, que no todos tienen la misma personalidad ni un comportamiento idéntico.
Es decir, no por ser niñas las vamos a educar de modo diferente. Queremos que todos desarrollen una autoestima positiva, se comuniquen con asertividad y puedan hacer frente a los retos de la vida. Y eso es algo que harán igual hombres y mujeres.
Así que, si estableces reglas en casa, que estas sean para todos las mismas. Todos deberán hacer su cama, recoger la mesa y volver a casa a la misma hora. Si uno es más rebelde que otro, entonces, se tomarán medidas.
Pero ¿por qué darles más concesiones a los chicos? ¿solo por ser hombres, pensando que son más independientes? O ¿por qué prohibir a tus hijas que salgan? ¿solo porque son niñas?
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2. Autoestima y respeto en ambos géneros
Si tanto los niños como las niñas tienen la oportunidad de aprender a construir su autoestima, será más fácil que en un futuro dispongan de los recursos apropiados para valorarse a sí mismos y sobreponerse ante los fracasos.
Si, además, les enseñamos que nadie tiene derecho a dañar física o emocionalmente a otras personas solo por ser hombre o mujer, se impulsará la tolerancia y el respeto mutuo.
Por ejemplo, si cultivas la empatía en tus hijos varones, estarás trabajando para que el día de mañana sean más sensibles a los sentimientos ajenos y gocen de relaciones más cercanas.
Dejemos, pues, que niños y niñas crezcan en igualdad en la familia, promoviendo los mismos derechos y los mismos deberes.
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3. Libertad de elección
Hoy en día ha quedado atrás el clásico estereotipo femenino en que “ella” se queda en casa para cuidar de su familia. En la actualidad las mujeres son independientes, ocupan puestos importantes en el ámbito laboral y toman decisiones sobre su maternidad.
También hay hombres que eligen ser padres en soledad o que optan por permanecer en el hogar mientras es su pareja quien acude a su empleo.
Si aceptamos que cada cual puede elegir libremente su camino, el espacio para los prejuicios será cada vez más pequeño.
¿Qué claves seguir, entonces?
Como vemos, si deseamos futuros jóvenes y adultos con la capacidad de escuchar y compartir con los demás, será necesario apostar por pautas flexibles y equitativas para los infantes.
Recordemos que antes que intentar educar con un modelo diferente a niños y niñas, valores como la igualdad, el respeto y la libertad nos ayudarán a guiar a personas felices hacia sus proyectos e ilusiones.
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