9 claves para educar en inteligencia emocional
Escrito y verificado por el psicólogo Bernardo Peña
Hoy en día se habla mucho acerca de la importancia de educar en inteligencia emocional a los más pequeños. Sin embargo, ¿realmente entendemos a qué se refiere esto o solo tenemos una idea vaga y general?
A la hora de educar a los niños es importante informarse bien y, ante todo, mantener una actitud crítica y dispuesta a introducir mejoras en el momento en que sea necesario. Después de todo, la educación implica un largo recorrido y no siempre se puede mantener la misma línea.
A continuación profundizaremos en 9 claves para educar en inteligencia emocional y otros aspectos de interés sobre los que vale la pena reflexionar.
Acerca de la inteligencia emocional
A pesar de que la mayoría de nosotros conocemos los conceptos que definen la inteligencia emocional gracias a Daniel Goleman, el enfoque ya existía en los años 40.
Autores como Edward L. Thorndike o David Wechsler se dieron cuenta de que la inteligencia era algo más que nuestra capacidad de razonamiento o retención. Mucho más que el área matemática o el área del lenguaje.
Hay dimensiones psicológicas en una persona que no se pueden medir en un test, y que, sin embargo, pueden llegar a ser mucho más importantes en la vida cotidiana.
Saber gestionar nuestra ira, entender nuestras tristezas, conectar mejor con quienes nos rodean para establecer relaciones más efectivas, más íntegras, más felices… Todo ello configura lo que conocemos como: inteligencia emocional.
Sería, sin duda, muy acertado que todos los currículums educativos tuvieran en sus programas mecanismos para enseñar a los niños a ser competentes emocionalmente.
Hasta que ello ocurra, hasta que la inteligencia emocional sea tan importante como las matemáticas, vale la pena que, en casa, enseñemos a los niños cómo funciona este arte, este comportamiento, esta sabiduría del corazón que todos deberíamos practicar.
A continuación te ofrecemos 9 claves maravillosas para que las pongas en práctica con tus hijos.
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Claves para educar en inteligencia emocional
La inteligencia emocional se aprende. Y no importa que tengamos 4 o 70 años. Los pilares que la definen y la construyen pueden entrenarse, cada día, para permitirnos ser más capaces y, por supuesto, más felices.
En lo que respecta a nuestros hijos es muy adecuado iniciar esta enseñanza desde bien temprano. De este modo, interiorizan conceptos y habilidades de forma natural, para adaptarse mejor a todas las situaciones sociales y personales que van a experimentar en los años venideros.
Pensemos por ejemplo, que un modo muy acertado de prevenir el que nuestros hijos sean víctimas –o incluso inductores– del bullying, es educándolos en inteligencia emocional. Veamos algunas estrategias básicas.
1. Mis emociones tienen nombre, ayúdame a conocerlas
Cada sensación, cada “tormenta”, rabieta, risa o bienestar que el niño experimente tiene nombre, y ello es algo que deben aprender lo antes posible.
Tus niños pueden aprender a poner nombres a sus emociones. Para ello, es importante actuar como sus guías emocionales.
- Acostumbra a tus niños a expresar frases como “yo me siento… porque…”. Esta estrategia le permitirá decir cosas como, por ejemplo: “yo me siento triste porque en el cole un amigo me ha insultado”.
- El hecho de darles libertad y confianza para que puedan hablar de sus emociones y pensamientos, de lo que les ha pasado durante el día, sin sentirse juzgados por nuestra parte, es algo esencial.
Descubre: Mientras nosotros posponemos la vida pasa deprisa
2. Lo que tú sientes y lo que yo siento no siempre es lo mismo
Una pieza clave para educar en inteligencia emocional es la empatía. Esta dimensión psicológica es algo que irán adquiriendo con el tiempo.
- De hecho, sobre los 7 u 8 años ya se habrán alejado totalmente de ese “individualismo” tan típico de los niños pequeños, algo egoístas, en ocasiones.
- Poco a poco empezarán a defender a sus amigos (sus iguales), y entenderán los puntos de vista de los demás para sensibilizarse por el bienestar ajeno.
Hasta el momento, es obligación nuestra el propiciar cada día que se vayan dando cuenta de qué es eso llamado empatía. Puedes conseguirlo a través de estas estrategias:
- Haz preguntas a tus hijos: ¿cómo crees que estaba hoy el abuelo? ¿Lo has visto feliz, triste, preocupado? ¿Cómo crees que se habrá sentido ese niño del parque cuando lo has empujado?
- Sé un modelo para tus hijos: permite que cada día vean en ti a esa persona que se preocupa por los demás, que es capaz de atender, de intuir, de ponerse en su lugar para entender su punto de vista. Si lo ven en ti, poco a poco, lo integrarán en su propio comportamiento, sin darse cuenta.
3. Ayúdame a defenderme, ayúdame a ser asertivo
Para educar en inteligencia emocional es necesario mantener una comunicación segura y madura, en la cual el niño pueda aplicar la empatía y hablar de sus propios sentimientos para defenderse.
- Es vital que nuestros hijos aprendan a ser asertivos. La asertividad nos permite defender nuestros derechos, proteger nuestros límites, nuestra integridad y, a su vez, respetar la de los demás.
- Es bueno que los niños sean capaces de hablar en primera persona con total libertad y sin miedo; reclamando sus necesidades pero, a su vez, conociendo qué es el respeto hacia los demás.
- Un niño que se siente escuchado es un niño que sabe escuchar y, a la vez, comunicar.
4. Aprender a motivarse
La motivación es el entusiasmo del movimiento. Un niño motivado se esfuerza, tiene una actitud positiva para aprender, enfrentar y afrontar problemas, y buscará resolverlos.
En una investigación leemos que “los patrones de motivación se establecen en una fase temprana de edad y los primeros años de vida son cruciales para el establecimiento de sólidas orientaciones motivacionales intrínsecas que durará toda la vida”
Para educarlo en la motivación, enseñémosle a trazarse expectativas adecuadas, hablando con él sobre sus talentos, expectativas, sueños y deseos. Y reevaluando los avances, de modo de ir ajustando las expectativas a los logros.
He aquí la importancia de las metas, las cuales ameritan ser escritas o en todo caso bien establecidas, claramente expresadas y específicas. Y sobre todo, que ofrezcan indicadores que permitan medirlas.
5. Demorar la gratificación
Para poder establecer metas es preciso planificar, situar acciones futuras en un espacio y tiempo imaginario en el mejor sentido del término. Mas lo puntual de esto es que son objetivos que parten de una conducta humana aprendida: la inhibición de los impulsos.
Es a esto a lo que se refiere demorar la gratificación. Enseñar a los niños por ejemplo, a no dejarse llevar por el deseo de comer los dulces de la fiesta, sino dejar que permanezcan en la mesa hasta tanto lleguen los invitados y la fiesta comience.
O que aprenda a esperar su turno y hacer los deberes para poder salir a jugar afuera, en fin, infinidad de momentos en los que se pone a prueba la capacidad de esperar, de reservar las ganas y conquistar con paciencia el helado, la película, el paseo; la gratificación tan anhelada.
Cultivar la mesura, la paciencia, construir el sentido de la oportunidad, es otra clave de la educación emocional.
6. Afrontar la frustración
Para iniciar esta clave, evita la sobreprotección. No le des todo hecho ni le evites los problemas. Y en especial, permite que conozca el fracaso. Solo así sabrá levantarse y recomponerse.
Solo lo dificil es en verdad estimulante, lo fácil ablanda el espíritu. En esa dirección, bríndale oportunidades para que se esfuerce y se pruebe. Si persevera y vence lo seguirá intentando. Si no lo logra en los primeros intentos, aúpalo para que insista. Cuando aprenda a reconocer de lo que es capaz, ganará en independencia.
7. Enseñarlo a controlar la ira
Educarlo en el control de la ira pasa porque los padres sepan mantener la calma. Para evitar la espiral de violencia, introduce poco a poco palabras que intenten explicar lo sucedido. No será fácil ni querrá escuchar, pero es la opción frente al desborde.
Cuando el niño logre o quiera explicar, escúchalo. Otra forma de alcanzar más rápidamente la calma, es cambiar el foco de la atención. Cambiar de espacio y de tema. Ir hacia otro lugar, no sólo físico sino mental y respirar.
Siempre ante escenas de este tipo, pregúntate si el niño está durmiendo lo suficiente, si no se ha retrasado la comida o la merienda, está aburrido o hiperestimulado.
8. Desarrollar el sentido del humor
El humor es un signo de inteligencia. Reír es encontrar el lado inesperado de las cosas, lo que está más allá de lo convencional o lo habitual. El humor descubre y revela lo insospechado. Educar a los niños en el humor es darle herramientas para que descubran el mundo por medio de la sorpresa, la creación, la aventura.
Jugar con palabras, con chistes e ironías, desplegará recursos propios del ingenio. Como lo afirma Anna María Fernández: “La vida no son las cosas que pasan, sino cómo te tomas aquello que te pasa. El sentido del humor y la risa sin duda ayudan en lo segundo como ninguna otra actitud humana lo hace.
La risa es vida, el humor y la risa son una de las actitudes más humanas y también menos valoradas de forma consciente.”
Toca a los padres valorar y hacer consciente la risa como una de las claves fundamentales de la educación emocional.
9. Generar y autogenerar emociones positivas
En las emociones positivas predominan el placer o el bienestar y tienen la función de ampliar los recursos intelectuales, físicos y sociales de los individuos. Alegría, amor, interés y satisfacción se conjugan para mover al niño a cumplir sus tareas y alcanzar los objetivos prefigurados.
Lograr que nuestros hijos conozcan la agradable sensación de la fluidez, ese arrobamiento que produce hacer algo que nos gusta mientras el tiempo pasa sin que apenas nos demos cuenta, es una de las enseñanza para la inteligencia emocional. Porque en efecto, las emociones negativas limitan el repertorio de pensamiento-acción de una persona, mientras que las positivas lo amplían.
«La serenidad, la curiosidad, la vitalidad, el entusiasmo, la satisfacción, el vigor, la alegría o el orgullo (entre muchas otras más), son rasgos distintivos y características de otro constructo psicológico que se conoce como felicidad»
Ahmad Barragán
He aquí la importancia de trabajar con los niños las claves de la inteligencia emocional; es su felicidad la que está en juego.
Además, nuestros hijos no siempre van a tenernos a su lado para defenderlos, para guiarles en cada dificultad. Por ello, es conveniente que les ofrezcamos adecuadas estrategias personales con las que sentirse fuertes, capaces y seguros en sus contextos cotidianos.
A su vez, no dudes en atender cada día toda necesidad y preocupación que puedan tener sus niños. Permite que tengan en ti a esa persona en quien apoyarse, a quien pedir consejo y a quien revelar con tranquilidad sus emociones. Vale la pena educar en inteligencia emocional.
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