¿Qué son las emociones aflictivas y cómo nos afectan?
Escrito y verificado por la psicóloga Maria Fatima Seppi Vinuales
Muchas veces denostadas, otras tantas subestimadas. Hoy un poco más entendidas y aceptadas. Las emociones aflictivas, en particular, suelen ser evitadas y negadas por las personas.
Lo que sucede es que nos quedamos con una primera evaluación de ellas: causan malestar y angustia. Incluso, en ocasiones, nos superan y nos llevan a actuar desde el impulso.
Sin embargo, desde una lectura más profunda y con conocimiento, las emociones cumplen la función de alertarnos sobre nuestros estados internos para que podamos ser promotores de un cambio. Veamos de qué se trata y por qué es tan importante no desoírlas.
¿Qué son las emociones aflictivas?
Pensar en las emociones aflictivas nos invita a reflexionar sobre la doble cara de una moneda. Sabemos que existe la alegría porque también conocemos la tristeza. Comprendemos el desengaño porque también conocimos la confianza.
Así, las emociones aflictivas se caracterizan porque afectan la relación con nosotros mismos y con el entorno, poniendo un énfasis excesivo en lo malo y lo negativo. Además de la sensación psicológica de malestar, también pueden tener un correlato físico: sentir que nos sube la rabia por la cara o que empezamos a sudar.
Las emociones se encadenan con los pensamientos y nuestra conducta. Es decir, el modo en que nos sentimos influye en cómo interpretamos una situación y lo que decidimos hacer después.
Las emociones no tienen una valencia por sí mismas. No son ni buenas ni malas. Es lo que hacemos con ellas lo que determina su significado o sentido.
Por ejemplo, puedo sentir enojo porque alguien hizo un comentario ofensivo sobre mí. Ahora bien, ¿qué voy a hacer con ese enojo? Marcar los límites a esa persona de manera asertiva o estallar de furia y comportarme con mayor violencia.
¿Cómo aparecen y cuáles son?
A su vez, como todas las emociones, las aflictivas se caracterizan por ser inevitables. Es decir, ante una situación determinada, aparecen.
Esto no quiere decir que no podamos controlarlas. Para lograrlo, es muy importante trabajar sobre el autoconocimiento para identificar cuáles son los escenarios o estímulos que estimulan determinadas emociones. Este es un primer paso necesario para volvernos dueños de nosotros mismos y para respetar a los demás.
Algunos de los ejemplos más comunes de las emociones aflictivas son los siguientes:
¿Cuál es la diferencia entre las emociones aflictivas y las constructivas?
Aunque la inteligencia emocional no sea un tema sencillo, podemos decir que la gran diferencia entre las emociones aflictivas y las emociones constructivas es que las primeras nos paralizan y las otras nos permiten aprender.
Cuando nos quedamos estancados en las emociones aflictivas, nuestros pensamientos se vuelven negativos. Tendemos a pensar de manera sesgada.
Por ejemplo, vemos todo en extremos, en «todo o nada». Solo captamos un detalle en lugar de toda la complejidad o nos tomamos algunos asuntos de manera personal. De esta manera, nos enfermamos, nos estresamos, nos distanciamos de las personas que más queremos y nuestro rendimiento se ve afectado.
Por su parte, las emociones constructivas son aquellas que nos permiten dar un paso más allá y pensar en cómo resolver una situación. Son una fuente de autoaprendizaje muy importante. Mientras las emociones aflictivas pueden encerrarnos en un laberinto sin salida, con pensamientos negativos recurrentes; las constructivas nos hacen desarrollar la resiliencia.
Importancia de las emociones aflictivas
Como las emociones en general, las aflictivas son importantes porque funcionan como señales. Son el faro que nos guía.
Quizás, no podemos entender qué nos pasa, pero sí podemos sentirlo. Es decir, las emociones nos proveen de información sobre nosotros mismos y nos permiten orientarnos en la toma de decisiones sobre lo que queremos.
Por otro lado, al tomarnos en serio a nuestras emociones, estamos cuidando la salud. Si pasamos mucho tiempo angustiados, enojados o tristes, sin ocuparnos de ello, podemos terminar con ansiedad, depresión o cuadros psicosomáticos.
Consejos para controlar las emociones aflictivas
Algunas de las recomendaciones para afrontar las emociones aflictivas son las siguientes:
- Aceptar que existen: la vida tiene sus altibajos. Sin embargo, incluso aquellos golpes que recibimos, pueden convertirse en una circunstancia de aprendizaje.
- Encontrarles su utilidad: como todas las emociones, las aflictivas tienen un mensaje valioso para darnos.
- Analizar nuestro autodiálogo: a nivel fisiológico, las emociones tienen una duración determinada de alrededor de 90 segundos. En ese plazo, alcanzan su intensidad y luego decrecen. Sin embargo, pueden renovarse. La renovación depende de la idea a la cual se asocian. Esa idea es sostenida por el autodiálogo, o sea, lo que nos decimos a nosotros mismos. Por eso es importante escuchar cómo nos hablemos y cómo nos etiquetamos.
El componente social y cultural de las emociones
No hay que olvidar que las emociones también tienen un componente social o cultural. Es decir, hay algunas que son «bien vistas», mientras que hay otras que son rechazadas. Sin embargo, es preciso aprender a convivir con nuestros distintos estados emocionales.
No hay que caer en la idea de que todo es para siempre. La neurofisiología de las emociones nos demuestra que no es así. Hay días mejores y peores; aprendamos a lidiar con ellos.
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