El cerebro emocional: la empatía
Escrito y verificado por la psicóloga Raquel Aldana
Hoy en día, todos tenemos muy claro qué es la empatía. Los primeros años de vida son los responsables de entretejer nuestra mente y nuestro cuerpo a través de las emociones, formando una red que influirá en el bienestar para siempre.
Esto significa que el desarrollo correcto del cerebro dependerá del tipo de experiencias emocionales que tengamos. Lo cierto es que, de alguna manera, nuestros primeros intercambios emocionales nos enseñarán a observar el mundo.
Profundicemos al respecto.
¿Qué es la empatía?
“Eran los comienzos de la Guerra de Vietnam cuando los soldados de un pelotón estadounidense estaban en cuclillas en medio de un arrozal, en pleno tiroteo con el Vietcong.
De pronto, una fila de seis monjes empezó a caminar a lo largo de las pequeñas elevaciones que separaban un arrozal de otro. Con serenidad y porte perfecto, se dirigían directamente hacia la línea de fuego.
No miraban a la derecha ni a la izquierda. Caminaban en línea recta –recuerda uno de los soldados estadounidenses–. Fue realmente extraño, porque nadie les disparó. Y después de que terminaron de caminar por los montículos, de pronto el deseo de lucha me abandonó. Ya no tenía ganas de seguir haciendo eso, al menos ese día. Debió de ser así para todos, porque todos abandonaron. Simplemente dejamos de combatir.
El poder del sereno coraje de los monjes para apaciguar a los soldados en el fragor de la batalla ilustra un principio básico de la vida social. Las emociones son contagiosas”.
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Dicho de manera simple, la empatía es la capacidad de percibir, comprender y contagiarse de las emociones que nos rodean. Con esta definición, podemos imaginar el alcance que tiene en nuestro desarrollo esta habilidad.
Aunque el historial emocional de cada uno influye en la destreza de percibir las emociones de los demás, es algo que tenemos que trabajar de manera constante. Además, a pesar de que nuestras experiencias tempranas no hayan sido favorables, cualquier persona tiene la capacidad de desarrollar empatía.
Esta historia ilustra a la perfección lo que es esta cualidad, la cual podríamos traducir como “contagio emocional”. Transmitimos y captamos nuestros estados de ánimo de forma verdaderamente interesante, y el hecho de que estemos invisiblemente tan conectados no deja resultar sorprendente.
La conexión mente-cuerpo-emoción
Desde hace años, parece que la ciencia va aprendiendo a localizar dónde reside nuestra capacidad emocional. Entre otras cuestiones, los hallazgos en relación a este tipo de fenómenos se centran en las neuronas espejo.
Estas neuronas son células cerebrales cuya misión es reflejar la actividad que estamos observando y son las culpables de que, por ejemplo, bostecemos cuando alguien lo hace ante nosotros.
No obstante, el circuito emocional que procesa nuestras emociones es muy amplio. Veamos con algo más de detenimiento las zonas que intervienen en el procesamiento de nuestras emociones:
El sistema límbico, el cerebro emocional
Esta zona del cerebro es totalmente funcional desde que nacemos y se cree que, incluso, ya desde dentro del vientre materno. Engloba el lóbulo temporal, la zona orbitofrontal, la amígdala y el hipocampo.
Digamos que la zona de la corteza cerebral orbitofrontal es una de las principales responsables del desarrollo de nuestra capacidad empática. Funciona como estación de repetición que percibe y transmite nuestras sensaciones sobre el estado anímico propio y ajeno al resto de zonas del cuerpo.
El lóbulo frontal, el cerebro ejecutivo
Esta parte del cerebro logra modular y gestionar las emociones del sistema límbico para que podamos encajarlas en nuestro ambiente externo, permitiendo que seamos seres funcionales en la sociedad.
Es decir, nos capacita para actuar correctamente conforme a las normas sociales, así como para reflexionar sobre nuestros sentimientos y acciones.
Los hemisferios cerebrales derecho e izquierdo
En términos generales, en el hemisferio izquierdo los pensamientos y juicios del cerebro ejecutivo dominan las emociones del sistema límbico, mientras que en el derecho, el cerebro emocional domina al ejecutivo.
En cuanto a las diferencias de género, se cree que el cerebro emocional es frecuentemente más dominante en mujeres, mientras que el ejecutivo lo es en varones. Esto apoyaría la aseveración de que el mundo femenino es más emocional, pero, no obstante, las pruebas son inconcluyentes al respecto.
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La conexión entre la salud emocional y la física
Nuestra naturaleza establece conexiones muy concretas con objeto de unir estas estructuras cerebrales a las distintas zonas del cuerpo, tales como las que regulan la respiración, la función gastrointestinal, el sistema cardiovascular y el sistema hormonal.
Tal es la conexión, que si nuestro cerebro registra cierto malestar emocional aunque no seamos conscientes de él, no sepamos o no podamos expresarlo, los sistemas físicos nos hablarán mediante síntomas. Mostrándose así, pretenden darnos uno de estos tres mensajes:
- Hay una necesidad emocional que no se ha satisfecho.
- Algo debe cambiar en nuestra vida para satisfacer esa necesidad.
- Algo o alguien está desequilibrado en nuestro alrededor y debemos atenderlo.
O sea, que nuestro cerebro emocional es una especie de soporte físico que conecta la mente con el cuerpo.
La empatía es clave para relacionarse con los demás
Si bien es cierto que la impronta bioquímica que generan nuestras primeras experiencias con el mundo es fundamental para mantener el equilibrio de nuestro estado emocional, a lo largo de la vida recibimos mensajes estimulantes de manera constante.
Así, la calidad de nuestras relaciones dependerá de nuestra capacidad para compenetrarnos con los demás. Es decir, cuanta mayor sintonización, mayor capacidad adquiriremos para expresar y para recibir estados de ánimo positivos o negativos.
En definitiva, funcionar bien a nivel emocional articula nuestro desarrollo, por lo que la empatía es indispensable para mantenernos sanos y unidos a nuestro entorno.
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- Richaud, María Cristina., Mesurado, Belén. (2016). Las emociones positivas y la empatía como promotores de las conductas prosociales e inhibidores de las conductas agresivas. http://scielo.isciii.es/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1578-908X2016000200031
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