No todo el que siembra confianza cosecha respeto
Escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater
A menudo suele decirse aquello de que la confianza es como un delicado vaso de cristal: una vez que se rompe es casi imposible volver a juntar las partes fragmentadas.
Que vulneren nuestra confianza duele, en especial porque este acto noble que parte directamente del corazón requiere esfuerzos, tiempo y una inversión emocional que al ser traicionada nos obliga a replantearnos muchas cosas.
El campo de la confianza ha sido estudiado durante mucho tiempo por sociólogos y neurólogos. Tanto es así que podemos identificar incluso cuál es su origen en nuestro cerebro y cuál es la importancia que esta dimensión psicológica tiene en nuestra sociedad. Es un tema interesante que deseamos compartir contigo.
La confianza, un modo de conectar con las personas
Paul J. Zak es un conocido neuroeconomista de la Universidad de Claremont de California (Estados Unidos) que ha trabajado durante años en el concepto de la confianza humana.En su libro The Moral Molecule: the source of love and prosperity (La molécula moral: fuente de amor y prosperidad) nos explica que aquellas familias, empresas o incluso sociedades basadas en la confianza mutua y el respeto son mucho más productivas y felices.
La confianza es la raíz sobre la cual proyectamos en otros la seguridad de que van a actuar como deben, que no van a traicionarnos y que existe un lazo significativo que nos une en un mismo propósito.
El problema de todo ello es que, en ocasiones, algo falla. Cuanta más confianza proyectamos en alguien más nos falla. Veamos más datos en detalle.
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Estamos “obligados” a ofrecer confianza
A pesar de que hayamos conocido el sabor de la traición o de la decepción, las personas estamos obligadas a seguir confiando en quienes nos rodean para sentir, a su vez, cierta sensación de seguridad.
Hemos de confiar en nuestras familias, parejas, amigos y en nuestros entornos laborales porque somos personas sociales. Porque la confianza es el motor con el cual llegamos a acuerdos y logros para seguir creciendo en la vida.
Si nos limitáramos a ser como islas solitarias, habitadas por la desconfianza y por esa necesidad de autoprotección para no ser traicionados, nuestra sociedad no seguiría en pie. Necesitamos relacionarnos, crear lazos de amor, de amistad, proyectar metas en nuestros trabajos. Todo ello, lo queramos o no, tiene como base la confianza.
La molécula de la confianza
Puede que este dato te sorprenda, pero tal y como hemos señalado al inicio, esta dimensión psicológica tiene como base una determinada actividad neurológica muy interesante.
La oxitocina es esa hormona que segrega nuestro cerebro cuando establecemos una confianza íntima y significativa con alguien. Esta hormona es la que se relaciona a su vez con el afecto, la necesidad de cuidado, de cariño y unión entre las personas y nuestra familia.
Así pues, podemos deducir que la confianza es un vínculo de poder entre dos o más personas. Nos ofrece seguridad y calidad de vida, de ahí que cuando aparece la traición el dolor sea tan intenso.
Por su parte, el neuroeconomista Paul J. Zak nos indica que las personas que practican con más frecuencia la desconfianza y la frialdad en su trato presentan un aumento de los niveles de una hormona llamada dihidrotestosterona (DHT).
Un nivel elevado de DHT aumentan el deseo de confrontación, de discusión y la creación de situaciones estresantes.
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La necesidad de ser dignos de confianza
No importa si ciertas personas nos hallan fallado más de una vez. No importa si ya eres un experto en decepciones, en invertir tiempo y esfuerzo en determinadas áreas que al final no dieron el resultado que esperabas.
La confianza es esa dimensión que siempre hemos de cultivar, de cuidar, de atender. Porque en cuanto nuestro corazón se apaga y aparece la amargura o la imposibilidad de confiar en otras personas, quedamos vacíos y, en cierto modo, se debilita nuestra oportunidad de ser felices de nuevo.
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Confía y ofrece confianza
Si deseamos que quienes nos rodean nos ofrezcan confianza hemos de saber aportarla también. Esta dimensión psicológica exige mucho de nosotros mismos y quien la ejerce bien se dignifica a sí mismo.
Confianza es saber escuchar sin juzgar, es respetar espacios y saber aportar un cariño sincero que no entiende de egoísmos. Es también entender que nos unimos a ciertas personas o grupos de personas por un mismo fin: para sobrevivir, para conseguir equilibrio, tranquilidad, proyección y felicidad.
Hemos de vernos a nosotros mismos como parte de una cadena. Si uno falla, caen todos los eslabones. Así pues, no dudes en ser exigente contigo mismo y también en la necesidad de ser intuitivo a la hora de de elegir en quien depositamos nuestra confianza.
Este texto se ofrece únicamente con propósitos informativos y no reemplaza la consulta con un profesional. Ante dudas, consulta a tu especialista.