Terapia humanista: ¿en qué consiste?
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La terapia humanista fue una revolución cuando surgió a mediados del siglo XX. Su enfoque, orientado a potenciar lo mejor del ser humano, exploraba por primera vez todos esos aspectos positivos que nos definen.
Este modelo psicológico mira a la persona en su totalidad y la orienta para que desarrolle su propio crecimiento, sabiduría, satisfacción y plenitud existencial.
Si señalamos que constituyó por sí misma todo un cambio frente a otras escuelas terapéuticas es por un hecho concreto. Hasta el momento, perspectivas como la del conductismo o el psicoanálisis ponían el foco en lo patológico, en concebir el comportamiento y la conciencia humana como algo cuantificable y observable. De pronto, la persona era una entidad holística.
Mas allá de la depresión, de la ansiedad y de los trastornos de personalidad hay muchos más aspectos que deben considerarse, tales como el contexto social, la familia, las aspiraciones personales, el potencial, la personalidad, los miedos y las necesidades.
Terapia humanista: definición
La psicología humanista se caracterizó por nutrirse de interesantes raíces filosóficas, como el existencialismo de Sartre, Kierkegaard, y Nietzsche. Conozcamos por tanto, las bases terapéuticas de esta escuela tan decisiva e interesante.
La terapia humanista responde a un modelo de intervención psicológica que sitúa el foco en el desarrollo personal. ¿Qué significa esto? Implica que, más allá de tratar la depresión o una situación de estrés laboral, hay que procurar que la persona clarifique sus significados vitales, que pueda desarrollar al máximo su identidad, autoestima y motivación. Todo ello para alcanzar la felicidad.
Si nos preguntamos por el origen de este enfoque debemos ir a los años 1960. Fue el psicólogo americano Abraham H. Maslow quien inició un movimiento centrado en comprender el comportamiento humano y las áreas que pueden permitir a las personas alcanzar una vida más plena.
Ese movimiento humanístico-existencial combinaba, a su vez, elementos neo-freudianos y pequeñas pinceladas espirituales, con el fin de promover la motivación.
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Visión holística del ser humano
La persona no es solo su trauma del pasado, su depresión presente o las fobias que limitan su vida. Cada uno de nosotros somos un conjunto de elementos que integran lo físico con lo psíquico, lo emocional y también lo espiritual. Somos unidades psicosomáticas.
No basta, por tanto, con centrarse solo en el malestar humano. El buen terapeuta humanista atiende y potencia todo aspecto de la persona que pueda mediar en su bienestar.
En cada persona hay un gran potencial para el cambio
La finalidad última de todo proceso terapéutico es facilitar el cambio hacia el equilibrio y la plenitud. En la terapia humanista el psicólogo habilita, facilita y orienta a la persona para que pueda, por sí misma, proceder a ese avance. Todos tenemos esa habilidad: desarrollarnos psicológicamente para alcanzar la felicidad.
La capacidad de elección, la creatividad y la autorrealización como pilares de la terapia humanista
El psicoterapeuta Donald E. Polkinghorne, de la Universidad de California, fue una figura destacada dentro de la terapia humanista actual. En trabajos de investigación, como el publicado en la Sociedad Humanista en 1992, nos recuerda algo importante.
La psicología avanzaría mucho más si, en lugar de centrarla en las ciencias naturales y en la observación o el análisis, se usara el método humanista. En esta terapia se ayuda a la persona a desarrollar su capacidad de elección, de creatividad y de autorrealización para lograr una sociedad más satisfecha.
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¿Qué tipo de terapias humanistas existen?
Dentro de la terapia humanista destacan figuras tan relevantes para la psicología como Carl Rogers. Así, en esta escuela cabe señalar que existen diferentes tipos y son los siguientes:
- Existencial: orientada a favorecer que la persona clarifique sus significados vitales.
- Gestalt: se centra en la totalidad de la experiencia de un individuo para atender desde sus emociones, actitudes, pensamientos, creencias, comportamientos. Pone el foco de atención en el aquí y ahora.
- De las necesidades humanas: esta escuela parte de la idea que las personas tenemos una serie de necesidades innatas que estamos descuidando y ello genera malestar. La finalidad de este modelo es trabajar áreas bloqueadas o descuidadas.
- Centrada en el cliente: este modelo fue desarrollado por el psicólogo estadounidense Carl Rogers. Parte de la idea de que las personas tenemos una tendencia innata para desarrollarnos y alcanzar todo nuestro potencial. Sin embargo, determinadas vivencias pueden interrumpir este proceso. El terapeuta debe mediar en sanar y facilitar el avance natural.
¿Cómo es el terapeuta humanista?
Por otro lado, es interesante saber cuáles son las características que definen al psicólogo terapeuta humanista. Son las siguientes:
- Son congruentes y auténticos. Saben conectar con la persona de manera significativa, cercana y real.
- Son empáticos. La empatía es un motor esencial en el proceso terapéutico.
- Fomentan la aceptación positiva e incondicional de la persona. Durante la terapia, la persona debe sentirse aceptada y no juzgada, libre para explicar sus pensamientos y sensaciones sabiendo que todo lo que diga será comprendido.
¿Qué beneficios se logran en la terapia humanista?
Entre todos los modelos psicoterapéuticos, este es uno de los más interesantes para trabajar aspectos relativos al crecimiento personal. Si nos preguntamos qué ventajas nos ofrece, estas son las dimensiones más destacadas:
- Autoconocimiento y autoaceptación.
- Comprensión de las propias emociones.
- Identificación de patrones de pensamiento negativos e irracionales.
- Dejar de juzgarnos o criticarnos para desarrollar un diálogo más positivo.
- Sentirnos más motivados para alcanzar metas.
- Mejorar el autoestima.
- Aprender herramientas para manejar dificultades cotidianas.
¿Cuándo se usa la terapia humanista?
Tal y como hemos señalado, la terapia humanista es muy válida para trabajar aspectos del desarrollo personal. No obstante, las áreas más favorecidas son las siguientes:
- Problemas de autoestima.
- Momentos de crisis existencial.
- Ansiedad y depresión.
- Fobias y ataques de pánico.
- Problemas emocionales y en la relación de pareja.
- Estrés laboral.
Para concluir, estamos ante un modelo de intervención psicológica tan interesante como enriquecedor. Estrategias terapéuticas como la desarrollada por Carl Rogers a mediados del siglo XX siguen siendo válidas.
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